Capítulo 14

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Los gemidos de mi vecina

Pierce se sentía como un maldito patán. Sentía ganas de vengarse por todo su mal trato en la hacienda pero al verla ante él con los ojos húmedos y aquella expresión de estar rota, le estaba jodiendo el corazón.

  - Me voy, yo, yo no quería interrumpir. -Dijo con la voz entrecortada.

  - Espera, Meryl. -Intervino Pierce tomando su mano suavemente.

  - No, sigan en lo que estaban, qué pena con ustedes. -Respondió Meryl mirando a Pierce directamente a los ojos.

La rubia sintió un calor abrazador en todo su cuerpo cuando Pierce tomó su mano.

  - Quédate, quiero hablar contigo. -Insistió él. -Por favor.

Keele permanecía en silencio, observándolos. Pierce parecía muy interesado por ella y los celos de Streep eran claros para la joven. Ese asunto era muy sospechoso, pero no pensaba decir nada, era mejor callar.

  - Sueltame, ya. No hay nada que decir. -Dijo ella en un susurro.

  - Keele, ¿nos puedes dejar a solas un momento? Por favor, esto es de gran importancia. -Pidió Pierce dedicando una mirada suplicante a la apuesta morena.

  - Te espero a fuera. -Respondió sin expresión alguna.

Keele salió de la habitación y Meryl seguía estática. Estaba tan desorientada, quebrada...dolida.

  - ¿Es una venganza, no? -Cuestionó en voz baja, mirando fijamente a los ojos azules de Pierce.

  - Meryl, por Dios, esto no es...

  - Sí, te estás vengando. Fue por lo de la hacienda. Estás devolviendome una cucharada de mi medicina, vienes ahora con esta niñita a joderme, a herirme. -Meryl hablaba con dificultad a causa de los tragos, pero las ideas en su cabeza estaban claras, estaba más lúcida que nunca. Más consciente y más rota.

  - Tú me orillaste hasta aquí, me sentí tan dolido y usado. Me sentí como un juguete del que ya te aburriste. Maldita sea, Meryl. ¿Tenias idea de cómo me sentía cuando me restregabas a Don? ¿sabes cómo me sentía al presenciar cada caricia? ¡Al escuchar cada puto gemido! Al ver cada...

Pierce no logró terminar de expresar lo que sentía. Meryl se abalanzó sobre su cuerpo y lo besó. Al principio fue un beso salvaje y lleno de voracidad pero luego fue tornándose en un beso tierno, lleno de cariño, de entrega y  de sentimientos no confesados tal vez.

  - Perdóname. -Expresó acariciando aquel rostro masculino con veneración. -Fue la presión, la indecisión...y tienes toda la razón, también fue el miedo, porque soy cobarde. Tengo tanto temor de esto, Pierce.

  - Tú quieres esto y yo lo pido a gritos. No me quiero quedar con la sensación de que pudo ser y no fue jamás. Inténtalo conmigo, Meryl;  podemos quedarnos con la culpa, nunca con las ganas.

Esas palabras fueron suficientes para Meryl, ese era el "empujoncito" que hacía falta para que ella se lanzara a aquel vacío que aunque peligroso, le resultaba atractivo, seductor y ahora inexorable.

Acortó la distancia entre ellos y lo besó con fervor, con pasión contenida. Degustaba aquellos labios masculinos de forma salvaje.
Colocó las manos en su pecho y tomándolo de las solapas, retrocedió algunos pasos hasta llegar a la puerta.

  - Nadie va interrumpirnos. Ahora sabrás lo que es coger con una mujer de verdad. -Le dijo ella con voz seductora, después de pasar el pestillo a la puerta.

Pierce sonrió con malicia.  Estaba disfrutando mucho de aquella Meryl apasionada y sin pudor. Aunque ella lo que quería era demostrarle a Pierce que en su vida no habría una mejor que ella. No tenía la menor idea de que ella era LA ÚNICA en la vida de él, no hubo una antes y en el presente tampoco la había. Toda la experiencia sexual y amorosa de Pierce se limitaba a ella. Ella representaba todo, lo explicaba todo, para Pierce ella era su mundo...pero no se había dado cuenta.

|Los Gemidos de Mi Vecina|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora