Capítulo 19

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Los gemidos de mi vecina 

Pierce corrió por un poco coñac y lo acercó a la nariz de Meryl, ella empezó a abrir de apoco los ojos.

-¿Por qué estoy aquí? -Preguntó con voz queda.

- Te desmayaste. Estábamos hablando, de pronto te alteraste y luego simplemente te desplomaste. No, no te levantes, cariño. Escúchame, solo te pido que me escuches.

Meryl lo miró por unos segundos y cansada de luchar en contra de lo que sentía, se sentó en la cama y asintió.

- Yo sé que lo que viste fue claro. Sé perfectamente que crees que jugué contigo, que no representas nada de compromiso para mí y yo no te culpo. Tienes el derecho de creer así. Lamentablemente yo no tengo pruebas, no tengo ningún testigo, solo tengo mi palabra. Yo NO BESÉ A KEELE, ella me besó, ella dice estar enamorada de mí y cuando llegaste me lo estaba confesando, yo no sabía qué decir o hacer, no pensé que llegaría a decirme eso, segundos después se lanzó a mí y para mi desgracia tú tuviste que presenciar ese momento. Eso es todo y es la verdad. Estoy aquí, ante ti, solo con la verdad y la verdad es que me has robado el corazón, que eres lo más importante para mí, que no sé exactamente en qué momento pasó, pero ese deseo se transformó en amor, en ganas de un futuro juntos, de una vida junto a ti. No necesito a ninguna otra mujer cuando tengo a un ser como tú. Eres la única en mi vida y siempre lo has sido. No hay, no hubo y no habrá nadie más.

Meryl lo escuchaba atenta y su corazón latía frenético. Una sonrisa se había escapado sin ningún permiso. Aquella confesión le había estremecido.

- Cuando dices que no hay, hubo ni habrá otra mujer en tu vida, ¿te refieres a que...?

No terminó de pronunciar aquella pregunta porque simplemente no lo creía posible.

- Exactamente eso digo, que fuiste la primera mujer en mi vida, eres la única y lo seguirás siendo, Meryl. Quiero pertenecerte siempre.

Los ojos de la rubia se humedecieron y Pierce inevitablemente la arrolló entre sus cálidos brazos.

Lentamente sus ojos hicieron contacto e inexorablemente sus labios también, parecían imanes que se atraían, se juntaban sin poder contenerlo, era algo inexplicable.

Los besos y caricias se prolongaron por largo rato. No hubo palabras, cada toque hablaba, cada beso gritaba lo que sentían, ¿para qué hablar? Cuando sus pieles tenían un lenguaje propio. Aquel hermoso momento fue interrumpido por las náuseas de Meryl, se levantó de golpe y corrió al baño.

Pierce fue tras ella.

- Vete, por favor. No quiero que me veas así. -Dijo ella apoyada al váter.

- No me iré, estás pálida, te desmayaste y ahora estás vomitando. ¿Qué tienes?-Preguntó preocupado desde la puerta del baño.

Meryl no respondió, aquellas dudas las sacaría mañana mismo. Ese desmayo y esas náuseas desde hace unos días no eran más que lo que sospechaba ya, aunque debía estar segura de ello.

. . .

Ese día amaneció radiante, parte del departamento de Meryl era alumbrado con los rayos de sol que se colaban a través de las ventanas, proyectaban una paz que ella estaba lejos de tener.

No aguantaba, los nervios acabarían con ella. Estaba en el baño con aquel artefacto entre sus manos. Solo era cuestión de mirar y sacar toda duda, ¡pero eso era tan difícil! Unos segundos más, tomó valor y una bocanada de aire. Levantó la prueba y sus ojos se inundaron de lágrimas. Sus sospechas eran ciertas...estaba embarazada, tenia tres semanas.

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