Capítulo 12

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Los gemidos de mi vecina.

Cinco minutos después ya Meryl estaba de nuevo a la mesa, pero el cambio en su expresión era en extremo notorio. Aquella sonrisa de la cual tal vez ni siquiera era consciente unos minutos atrás,  había desaparecido. Ahora tenía una expresión seria, sus labios no apuntaban a hacer la mínima curva y su ceño estaba fruncido.

  - Oh, era Don. Solo me estaba avisando que el evento al que iba a asistir fue cancelado y por eso ha decidido pasar estos días acá. Mañana a primera hora estará aquí. -Dijo ella con una media sonrisa pésimamente fingida.

Mary May y su esposo notaron el desánimo que Meryl trataba de ocultar, pero no se lo harían saber. Algo ahí andaba mal, de eso no había duda.

  - Meryl, si quieres podemos mandar a que preparen la recámara matrimonial de acá abajo para que estés más cómoda con Don. -Comentó el señor Brosnan con gentileza.

  - No, no. Tranquilos. Creo que ahí estaremos bien. Esa habitación es más pequeña pero me parece acogedora. No te preocupes, estaremos bien ahí. -Respondió Meryl con una sonrisa.

Pierce permanecía en silencio total, la noticia le había sentado mal. Esos pocos días habrían sido perfectos para ellos disfrutar, pero Don lo arruinó. Meryl percibió la tensión en Pierce y pensó lo mismo: esos días hubiesen sido sin duda fuera de serie.

  - Voy a por el postre. -Intervino Mary May sonriendo. -No tardo, ya están servidos, solo es traerlos.

  - No te preocupes, yo iré por el. Déjame hacer algo. -Se ofreció Meryl levantándose de su silla. Mary solo asintió, sabía que su querida amiga jamás aceptaría un "no" por respuesta. Meryl se dirigió de inmediato a la cocina.

  - Le ayudaré a Meryl. Creo que yo traeré los tenedores. -Dijo Pierce en cuanto ella se levantó.

Era una excusa tonta...pero algo debía ingeniar pera ir tras ella.

La encontró de espaldas tomando algunas bandejas para llevar los postres. Su silueta perfecta lo tentada a cosas indecentes.

  - Este vestido rojo te queda perfecto. ¿Ya te lo habían dicho? -Dijo él en voz baja totalmente pegado a ella.

Meryl dio un salto asustada y excitada al sentir el fuerte cuerpo de Pierce arropar el suyo. Sus manos abrazaban su cintura y su pelvis rozaba exquisitamente su espalda baja.

  - Me lo habían dicho. -Susurró con los ojos cerrados al sentir como Pierce lamía el lóbulo de su oreja izquierda.

  - Ah, pero estoy seguro que nadie te ha dicho que te ves mejor sin el. -Dijo con su normal tono grave.

¡Una maldita voz desbarata bragas!

  - ¿Te parece? -Preguntó dándose la vuelta. Mordió su labio inferior y lo miró seductora.

  - Estoy seguro. -Afirmó segundos antes de lanzarse a su boca en un beso a atrevido y recostarla a la mesa de la cocina.

Meryl se abrazó a su cuello y metió su lengua en la boca de Pierce. Se estaban besando con ganas. La bella rubia refregaba su cuerpo contra él y llevada por la bruma de deseo guió su mano al miembro de Pierce, podía sentir como iba creciendo y poniéndose tan duro como le gustaba.

Él no se quedaría atrás. También necesitaba sentirla, por eso levantó bruscamente su vestido y haciendo a un lado su tanga, empezó a tocar el centro de Meryl. Ella gimió bajo y recostó su cabeza en el hombro de Pierce. ¡Eso era tan excitante! Los dos se estaban tocando, se prodigaban placer a raudales... pero la dicha casi siempre dura poco. Unos pasos ruidosos se acercaban a la cocina, eso obligó a Meryl a empujar a Pierce de golpe hacia un lado, ya que él no escuchaba nada.

|Los Gemidos de Mi Vecina|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora