Epílogo

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Los gemidos de mi vecina

- Vamos, mi amor. Una cucharadita más. -Dijo Meryl llevando la pequeña cuchara a los labios de Grace.

La niña se rehusaba a comer más. Apretaba los labios y negaba con su cabeza. Meryl moría de ternura al ver sus cachetitos llenos de aire, para fingir que ya estaba muy llena.

  - Está, bien. Ya no quieres más. -Dijo Meryl besando la frente de su hija. -Vamos a bañarte, papá llegará ahorita y no querrás que te vea así de sucia.

Grace era una niña hermosa. Sacó mucho de ambos. Sus ojos eran azules, tal como los de su padre, su cabello era rubio y su piel blanca. Era realmente bella y su miraba proyectaba una dulzura innata y aunque el color de sus ojos era exactamente igual a los Pierce, en su mirada podías ver a Meryl. Era todo un angelito.
Recién había cumplido dos años y sus padres se encantaban con cualquier cosa que ella hiciera. Pierce era padre por primera vez y aunque Meryl ya había tenido a Louisa, después de tantos años, se sintió como una mamá primeriza con la llegada de Grace.

Aun estaban en París, llevaban exactamente dos años y dos meses. Ya Pierce había terminado sus estudios y se graduó con honores. Los Brosnan estuvieron con ellos el día de la graduación.

Todas las obligaciones con su trabajo y estudio habían acabado pero decidieron quedarse dos meses más para poder disfrutar un poco mejor de esa hermosa ciudad, aunque ya pronto se irían. Extrañaban su tierra y sobre todo a su familia. Sí, se habían visto un par de veces en esos dos años pero eso no bastaba, no era lo mismo.

  - Llegué. -Dijo Pierce en voz alta, dejando las llaves sobre la mesa de centro.

Meryl estaba terminando de cambiar a Grace cuando escuchó la voz de Pierce. Terminó colocándole  un gorro a la pequeña y salió a recibirlo.

  - Dios, el tráfico era aterrador. -Comentó después de besar los labios de Meryl.

  - Imagino, mi amor. -Lo besó por última vez y Pierce de inmediato tomó en brazos a Grace. -¿Conseguiste todo?

  - Eso creo, ya sabes que no soy bueno haciendo compras. Pero creo que sí, no era mucho lo que faltaba por comprar. -Respondió.  - ¿Cómo está la bebé más linda del mundo?

Grace empezó a reír y estiraba sus manitas para tocar el rostro de Pierce. Maryl miraba la tierna escena y su corazón rebosaba de alegría.

Eran inmensamente felices, tenían todo lo que deseaban. ¿Qué más podían pedir?

.   .   .

  - Amor, pasame la salsa de piña, por favor. -Le pidió Mary May a su marido.

  - Aquí está. -Respondió sacándola del refrigerador.

  - Brosnan, por Dios, esto es mostaza. Nunca aprendes. -Dijo ella riendo.

Él estaba a punto de responder cuando se escucharon unos pasos.

  - Huele muy delicioso. -Se escuchó una familiar voz.

  - Oh, por Dios, Meryl, Pierce. No los esperábamos. -Exclamó Mary May después de ver la despampanante sonrisa de su mejor amiga y su hijo.

  - ¿Por qué no nos dijeron? Los hubiésemos esperado en el aeropuerto. -Acotó el señor Brosnan.

  - Porque queríamos darles la sorpresa. -Respondió Pierce abrazando a su padre.

  - Ya, por Dios, dame a esa niña. -Le dijo Mary a Meryl extendiendo los brazos para sostener en sus brazos a Grace, luego de besar la mejilla de Meryl. -Qué grande está y cada vez más hermosa.

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