Puso una presentación en el proyector, se puso en pie y de empezó a explicarle el acuerdo que estaban por negociar y próximamente a firmar,
El tema era muy sencillo, tal vez lo único que podría resultar un tanto complicado a futuro era recordar las abreviaturas que se usaban a lo largo del documento porque todas eran muy similares entre sí, pero nada imposible de aprender y ella siempre tuvo muy buena memoria.
En cierto momento durante la explicación, Clarise se quedó viendo como los labios de su jefe se movían a medida que hablaba, fue como si de repente ese par de rosados y tentadores labios la hechizaron, no escuchaba su voz, no era consciente de nada más que ese sutil movimiento; era algo difícil de explicar, mucho más de entender y lo más extraño es que no tenía ni la más mínima intención de dejar de detallarlo, nunca había sentido tanta curiosidad por lo que podía provocar un roce de esos labios o el sabor que escondían, tenía ganas de besarlo. En su vientre bajo se encendió una llamarada que pronto se extendió por todo su cuerpo y en un intento por menguarlo se removió inquieta y cruzó las piernas. Trayéndola de vuelta a la realidad, la puerta de cristal se abrió de repente silenciando a su expositor.
-Lina, ¿Que sucede? –preguntó extrañado, esa no era la forma de abrir la puerta y ella siempre fue muy respetuosa y delicada.
-Señor, lamento mucho molestarlo, pero tenemos una emergencia en el quinto piso, al parecer hubo un accidente –él sin pensárselo dos veces salió corriendo y ella lo siguió, una de las mujeres se cayó por las escaleras y Enrique fue el encargado de supervisar que la ambulancia la tratará con sumo cuidado.
-Debo ir con ella, después seguimos con la inducción, quedas a cargo –le dijo frente a casi todos los los empleados que en ese momento estaban al pendiente de la situación para luego subir a la ambulancia. Ella respiro profundo y se giró hacia los presentes.
-Por favor todos vuelvan a sus labores, les estaré comunicando el estado de su compañera –todos empezaron a dispersarse por el edificio; Lina se acercó con verdadera preocupación reflejada en su rostro.
-El jefe siempre ha sido muy atento con nosotros, no importa si eres un simple aseador o alguien perteneciente a su junta de colaboradores, nos trata como iguales, con el mismo respeto y educación, estoy segura de que no se moverá del hospital hasta verificar con sus propios ojos que ella se encuentra en perfectas condiciones –comentó con un tanto de admiración lo que le causó curiosidad a la joven, no era normal encontrar ese tipo de sentimientos de un empleado hacia su empleador. En una de sus clases su profesor le dijo que el éxito de una compañía está en el placer y agrado con el que se trabaja porque después de todo, son esas personas quienes mantienen todo a flote, Enrique había logrado eso, ahora entendía su éxito, era un hombre inteligente.
No supo cómo responder ante sus palabras por lo que le dedicó una delicada sonrisa y entro a su oficina, tenía a plena vista la sala en la que minutos atrás estaban y recordó lo que sintió en su interior al verlo tan guapo e imponente ocupando su lugar a la cabeza de todo un emporio, sus mejillas se tornaron rosadas y la incomodidad se instaló en su cuerpo, debía de haber enloquecido, esa era la única explicación que le podía dar a las sensaciones que experimento.
Sacudió la cabeza y se centró en los pendientes que tenía en el correo institucional, todo se basaba en revisar propuestas y hacerle seguimiento a unos acuerdos que están en trámite, solo tenía cabeza para el trabajo, no quería pensar en nada más por lo que apenas si almorzó un poco de ensalada que Lina muy amablemente le hizo el favor de comprar y le llevó hasta la oficina.
El día había empezado a oscurecer cuando su teléfono sonó.
-¿Si?
-Clarise, con Enrique, lamento mucho molestarte sé que debes estar por salir hacia tu casa para arreglar todo para el viaje, pero te necesito –al escuchar esas dos últimas palabras fue como si todo en su interior se sacudiera causándole unas cómodas y deliciosas cosquillas.
-Si claro, dígame en qué puedo ayudarle –respondió tan tranquila y neutral como pudo, como si nada estuviese sucediendo.
-Se que no es tu debes, pero bajo mi escritorio está mi maletín, en el bolsillo lateral están las llaves de mi carro, necesito que vengas al hospital y me traigas el maletín, cuando salgamos pasamos por mi casa para recoger mi equipaje y luego vamos a la tuya, tu auto puede quedarse en el parqueadero o si quieres dejarle las llaves a Lina que ella se encarga de hacerlo llegar a tu casa. Antes de que respondas permíteme aclararte que estas en todo el derecho de negarte –la aludida sonrió, actuaba como si le estuviera pidiendo algo de gravedad o gran dificultad.
-No se preocupe, envíame por mensaje el nombre del hospital y la dirección que ya mismo salgo para allá –se puso su abrigo, tomó su bolso y el maletín negro– Lina, te encargo mi auto, que lo lleven a la casa de mis padres y le deja las llaves a mi madre, estaré con Enrique - se despidió y bajo al parqueadero.
No conocía el auto así que se limitó a oprimir el control esperando a que el sonido de la alarma o los seguros delataran su ubicación; estaba un par de autos más allá del suyo, peor en cuanto lo vio quedó impresionada, era un Audi Q3-S en color blanco, la conocía porque su padre llevaba años diciendo que era su vehículo soñado y ahora entendía porque, era una camioneta realmente hermosa y en cuanto entró se quedó sin palabras, su arranque era tan suave que no se sentía, del funcionamiento ni hablar, solo necesitaba darle un ligero toque al acelerador para ganar velocidad, nunca pensó enamorarse de un vehículo pero ese le encantaba.
Llegó al hospital en un par de minutos, estaciono y en cuanto entró en la sala de espera lo vio sentado en una de esas incómodas sillas con la cabeza hacia atrás, los ojos cerrados, la corbata había desaparecido y la cabeza tenía los primeros botones desabotonados. Parecía cansado.
-Gracias por venir. Creo que te llame con el pensamiento –fue lo primero que le dijo en cuanto la vio.
-No me llamaste con el pensamiento, llamaste y me dijiste que viniera. ¿Cómo está la señora que accidento? No sé su nombre –cuando abrió los ojos y la miro confirmo sus sospechas, el cansancio en su cuerpo debía estar consumiéndolo de a poco.
-Así que eres la prometida de Sebastien Schell –afirmó con cierta mirada de decepción dejándola sin palabras.
***
ESPERO QUE LO DISFRUTEN!!!!
NO OLVIDEN DEJARME SUS VOTOS Y COMENTARIOS
FER :D
![](https://img.wattpad.com/cover/168351073-288-k927626.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Entregándome al amor -CAPÍTULOS DE MUESTRA
Roman d'amourTrilogía los tres mosqueteros parte 3 A veces el amor empieza donde menos de lo imaginas, puede que sea en un arrogante y grosero millonario que quiere tener el mundo entero a sus pies o en una dulce y sencilla joven que quiere salvar a sus padres d...