Enrique sentía un ardor en la punta de sus dedos, ansiaba tocarla, recorrer su cuerpo, descubrir sus secretos, besar cada centímetro de su piel, era algo que no había sentido ni siquiera cuando apenas era un adolescente y empezaba a conocer el placer sexual, pero es que había algo en esa mujer que lo atraía de una forma inexplicable, y aunque cualquiera podría decir que aquello no era más que atracción física no era así pues admiraba su inteligencia, su astucia, lo segura que esta de si misma, todo en ella le encantaba. Sus manos se aferraron a su rostro y no se movieron de allí, con su chica lo mejor era dar pasos cortos pero seguros.
Termino dejando pequeños y castos besos sobre sus labios que pronto se extendieron hasta su mejilla.
-No te imaginas lo mucho que deseaba este momento –susurro en su odio; aunque los movimientos de Clarise eran un tanto tímidos y el temblor de sus manos dejaba en evidencia los nervios que sentía, fue el mejor beso de su vida, de eso no tenía duda alguna.
-Esto no esta bien, Enrique por favor, te lo ruego, es mejor que esto no se vuelva a repetir, estoy comprometida –con sus palabras prácticamente le rogaba que se alejara, pero sus actos ansiaban lo contrario pues sus manos seguían en su cuello, sus labios dejaban pequeños besos en su rostro y no hacia el mejor movimiento que indicara que deseaba que se alejase, él aun no podía entender como una mujer como ella que era solo fuego y perfección podía estar con un hombre como Sebastien, ese bastardo no se la merecía.
-¿Por qué estas con él cuando puedes tener al hombre que desees a tus pies? Eres todo lo que cualquiera podría desear y ese imbécil no lo merece –ella, regresando a la realidad fue consciente de lo que estaba haciendo lo soltó y se alejo de golpe, se puso de pie y fue hasta el enorme ventanal que tenían en frente y desde el cual se veía todo el Sena.
-Eso no es de su incumbencia y le ruego que no opine sobre el asunto, lo único que le debe importar en mi trabajo y nada tiene que ver mi vida personal –él se acerco por la espalda, pero no la toco, era la distancia precisa para que sintiera su cercanía sin llegar a sobrepasarla y de cierta manera darle su espacio, no quería agobiarla ni que se sintiera presionada; su plan apenas empieza.
-Dime la verdad, dime porque esta con él si eres una mujer maravillosa, o es más, lo hare mas sencillo para ti, una cualidad, dime solo una cualidad de Sebastien y dejare de molestarte –a la aludida le hubiese encantado haberle dado una respuesta solo con el propósito de librarse de él y que la dejase tranquila de buena vez, pero no pudo, no era bueno mintiendo y encontrar una cualidad en su prometido era misión imposible, por lo que se giro de repente y teniéndolo a tan solo centímetros de distancia se enfrento a él en intento por convencerse a si misma de que una mujer valiente y que podía enfrentarse a él o a cualquiera y en nada le afectaban sus atenciones.
-¿Qué es lo que quiere conmigo? Sea directo y dígame cuál es su intención o propósito con todo esto, porque algo me dice que la única razón por la cual se me acerca de esa manera es por darle una lección a Sebastien, ¿me equivoco? –Enrique subió su mano y acaricio su mejilla, podía sentir los fuertes y desbocados latidos de su corazón, al menos ya sabia que en algo si le afectaba su cernía.
-Quiero conocerte, quiero saber que clase de persona eres, que clase de mujer eres, que te hace feliz y que te hace triste, que te gusta, que te apasiona, quiero conocerte a ti y saber que Sebastien esta tan implicado en tu vida es un obstáculo; no me malinterpretes, no quiero que nos casemos ni nada por el estilo, solo quiero que nos conozcamos –ella arqueo su ceja derecha y soltó un bufido, por desgracia no era el primer hombre que escondía sus propósitos en palabras bonitas y algo le decía que no seria el ultimo, es increíble como a veces los hombres pueden ser tan superficiales y banales, hay mucho mas que ver en una persona que una linda cara y un buen cuerpo.
-¿Por qué no dice simplemente que lo único que quiere es llevarme a la cama? Así nos ahorramos la palabrería –ofendida y un tanto desilusionada fue hasta la mesa, tomo su bolso y salió del restaurante tan rápido como se lo permitieron sus zapatos altos, Enrique no dudo en seguirla tras dejar un par de billetes sobre la mesa.
-¡Clarise! Por favor, esto no es un simple deseo carnal –dijo al alcanzarla– no puedo negar que no lo he llegado a desear desde el mismo instante en que entraste en mi oficina aquel día, pero no es la razón de mi atención hacia ti, de lo contrario habría intentado algo mucho antes, te soy muy sincero cuando te digo que lo único que deseo es conocerte y nada tiene que ver que tu prometido no me agrade, es solo que si algun día se me antoja besarte lo que menos quiero son problemas con tu futuro esposo –explicó siendo tan sincero como pudo, no quería mentirle, sus palabras eran 100% sinceras, de verdad quería conocerla.
-No es lo que parece después de que me beso y se atrevió a hablar así de mi prometido –ella no había dejado de caminar por lo que se vio obligado a tomarla del codo y detener su avance, giro su cuerpo y la miro– hagamos un trato, conozcámonos, pero hagamos como si Sebastien no existiera, nunca te haría nada con lo que no estés de acuerdo y si lo que quieres es que no vuelva a besarte pues no lo hare –la aludida analizo sus palabras y tras unos segundos de silencio soltó un suspiro y asintió.
-Bien –debió haber sido mas inteligente de su parte si le hubiese pedido que no la volviera a besar nunca mas al menos por respeto a su prometido, pero no lo hizo, detalle que no paso desapercibido para su acompañante quien en un arrebato tomo su mentón entre sus dedos y dejo un beso en la esquina de sus labios. Clarise no protesto, ni se alejó, solo sonrió e ignoro su acercamiento.
-Sera mejor que vayamos a casa, estoy muy cansada y deseo dormir un poco –Enrique asintió y tras ofrecerle su brazo la guio hasta donde los esperaba su chofer con el auto.
-¿Me permitirías llevarte a un lugar mañana? Se que te gustara –no tuvo razón para negarse por lo que acepto sin pensárselo mucho, no tenía la más mínima intención de visitar a Sebastien, por lo menos no aun así que estaba libre.
Durante el camino de vuelta a casa Clarise recostó su cabeza en el hombro de su jefe y cayo en un profundo sueño, pudo sentir como él la tomba en brazos y luego sentir el suave colchón en su espalda y para su sorpresa no se sintió incomoda ni extraña por ello, lo que sintió era algo más bien difícil de explicar pues no solo causo un delicioso cosquilleo en su vientre sino que su piel hormigueaba y su cuerpo llego a temblar, era como una extraña combinación entre nerviosismo, emoción, expectación, curiosidad y más; en pocas palabras, le gusto. Se despertó entrada la noche, Enrique la había despojado de sus zapatos y la cubrió con una manta por lo que se cambio de ropa por algo mas cómodo, se limpio el maquillaje y recogió su cabello en una moña alta; ceno en compañía de su jefe mientras compartieron una conversación poco relevante, después volvió a su habitación y tras leer un poco volvió a la cama.
Al siguiente día despertó sobresaltada cerca de las 8 am debido a un fuerte estruendo, asustada se levantó, se puso su bata y salió en busca de respuestas, pero en cuanto llego a la sala la respiración se le corto y los nervios la invadieron de repente, no podía ser cierto.
-¿Sebastien? –preguntó sin poder creer lo que veían sus ojos.
--¡Hasta que te dignas a aparecer! A ver si tu puedes explicarme esto –lanzo a sus pies una revista de farándula y aunque todo estaba en francés lo que realmente importaba era la foto de su portada, eran Enrique y ella pues de discutir a la salida del restaurante y aunque la realidad era sus labios apenas si se rozaban en la imagen parecía un beso con todas las de la ley.
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FER :D
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Entregándome al amor -CAPÍTULOS DE MUESTRA
RomanceTrilogía los tres mosqueteros parte 3 A veces el amor empieza donde menos de lo imaginas, puede que sea en un arrogante y grosero millonario que quiere tener el mundo entero a sus pies o en una dulce y sencilla joven que quiere salvar a sus padres d...