Parte 1: Remembranza

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NOTA DE LA AUTORA: Aquí os dejo una nueva historia, ambientada en el antiguo Japón, con contenidos históricos reales simbolizados a través de los personajes de Bleach. Un fic...con muchos kimonos de por medio. Espero que os guste ^^

*Contiene lemon y lenguaje explícito, es un AU.

*Lo publiqué en amor yaoi en julio de 2016.


"Kimono abierto"

1-Remembranza

**Renji**

Amo la primavera. No hay ninguna estación del año que espere con más deseo que esta. El buen tiempo, la alegría en las sonrisas de la gente, el florecimiento de los cerezos....oh sí, esas maravillosas sakuras que abren sus flores embelleciendo el paisaje.

Pero esos árboles, no solo son bellos en sí mismo. Son nuestro pasaporte al placer, a la libertad, al imperio de los sentidos. Cada año en estas fechas, las puertas doradas del distrito de Hanamachi se abren...para mostrarnos todos sus encantos en plenitud.

La primera vez que entré en esa zona, tenía quince años, aunque ya había oído historias fabulosas sobre la clase de personas que vivían allí. Mujeres dedicadas a las artes y la música, maestras de la belleza infinita, las geishas. Aunque, no solo ellas reinaban en esa pequeña zona, sino que pese al paso de los tiempos, las auténticas "geishas", luchaban por permanecer en ese lugar y ser reconocidos sin quedar en el olvido. ¿Alguien sabe que las primeras geishas fueron hombres? Pues sí, tal como lo oyen. Yo no creía en esta realidad hasta que tuve la ocasión de conocerle a él. Mi geisha masculino, mi "taikomochi". Mi hermosa flor de cerezo.

Me tocó vivir en el periodo Edo, la etapa de mayor gloria para los samuráis. Mi padre, Seigen, era uno de esos hombres valerosos y fiel al emperador que había participado en miles de batallas para defender el honor de Japón. Él fue mi maestro en todo y gracias a él conocí el mundo de las geishas masculinos, ya que mi padre frecuentaba mucho el hanamachi para precisamente pasar tiempo con ellos. Yo no sabía que por aquel entonces él había tenido amantes masculinos, pero siempre hablaba de uno en concreto con admiración, aunque nunca supe su nombre. El día que decidí seguirle por curiosidad, le descubrí en las puertas del hanamachi, hablando con un chico jovencísimo que vestía un sencillo yukata azul oscuro para no llamar mucho la atención, ya que su rostro complementaba esa belleza desluciendo su vestimenta. Solo pude reparar en sus hermosos ojos, con un color que jamás había visto. Un azul que se tornaba oscuro y gris cuando la sombra le cubría y le devolvía el brillo y claridad al salir el sol. Fueron muchas veces las que seguí a mi padre a hurtadillas, soñando con ese chico que había robado mi razón. Nunca pude acercarme lo suficientemente a él ni siquiera para que se fijara en mí, pero cuando mi padre murió al cumplir los quince, no pensé que del dolor podría sacar algo positivo.

Pasé de ser un hijo de samurái a un simple ronin. Un perro vagabundo, huérfano y sin dueño, acogido por otros ronin que vivían en la calle dando tumbos como yo. Mis nuevos compañeros fueron los que me llevaron al hanamachi justo cuando los cerezos estaban en su máximo esplendor. Recuerdo oír gritos de algunas geishas y el olor a quemado que se respiraba en el aire. Era demasiado inocente para saber que en esa época de revueltas en la ciudad, había llegado al barrio rojo, donde muchos hombres saquearon y se aprovecharon de la pureza de multitud de geishas. Yo fui uno de ellos.

-¡¡Ven aquí pelirrojo!! Aquí podrás estrenarte ¡vamos!- uno de los hombres me empujó a tientas dentro de un dojo antiguo donde había varios hombres enfundados en yukatas y kimonos dejándose tomar por guerreros y campesinos. Por un momento sentí horror al ver las expresiones vacías de su rostro y como retiraban su mirada de mí al mirarles estupefacto.

"Kimono abierto"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora