Parte 6: Confesión

157 14 7
                                    

6-Confesión

**Yumichika**

No hay nada peor que tener que mostrar una sonrisa falsa al despedir a un cliente gordo y grasiento que me ha dejado el culo más abierto que un túnel. Me tiemblan las piernas bajo el kimono al sentir su esencia aún bajándome y agito mi mano con más fuerza para ver si el cabrón sonriente desaparece de mi campo de visión ya. Es asqueroso. Encima es uno de nuestros clientes más asiduos y odio que esta vez me haya escogido a mí para follar. A veces desearía no ser tan hermoso, pero me adoro demasiado como para verme demacrado o marcado para que ningún hombre me admire. No, no, antes prefiero dejarme follar por viejos que perder mi belleza.

Giro mi cabeza raudo al oír las protestas de otro cliente que sale con el kimono a medio poner y va blasfemando y escupiendo al suelo.

-Mi buen señor ¿Qué le aflige para manchar nuestro humilde suelo de esa forma?-

-¡¡Esa puta rubia!!! ¡¡Enseñadle como satisfacer a un hombre o correré la voz para que nadie vuelva a pisar esta casa de zorras! ¿Lo has entendido?- abro los ojos sorprendido por su actitud pero procuro mantener la calma y esbozo mi sonrisa ladina y tenebrosa.

-Por supuesto señor, cálmese....si uno de mis compañeros no le ha satisfecho como debiera, siempre puede probar el plato fuerte...y gratis...- me levanto un poco los faldones de mi kimono viendo como al inútil casi se le salen los ojos de las órbitas al ver mis estilizadas y suaves piernas. Dejo que pose su peluda mano sobre mi piel y suspiro mirando hacia otro lado mientras él ríe excitado.

-Sabía que tarde o temprano me follaría al primogénito de Asuka. Eres una delicia, chico...-

-Creamos algo de magia en un escenario adecuado. Por aquí, mi señor...- le llevo hasta el establo donde tenemos algunas gallinas para poner huevos y un caballo al que saco de su caballeriza para poder entrar con mi cliente que sospecha un poco por el sitio que he escogido, pero en cuanto le muestro mi culo de pleno arremangándome el kimono hasta la cintura, resopla más que el mismo caballo encabritado.

-Acérquese y mónteme como un semental...- el muy estúpido empieza a desnudarse con prisas y en cuanto le tengo echado sobre mí, embriagado por mi aroma y mis curvas, saco el palo de madera afilado que siempre llevo atado con un adorno a mi cabello largo para clavárselo en el cuello haciendo que se desangre como un cerdo a mi lado. Me incorporo rápido antes de que me manche el kimono y veo con ojos vacíos como el viejo intenta arrastrarse pidiendo ayuda, ahogado, hasta que sus ojos pierden para siempre su brillo.

-¿¿Nii-san?- veo de reojo a mi gemelo Kujaku a medio vestir que se aparta el pelo de la cara y suspira molesto. -¿otra vez? Detesto ir al río cargando con muertos para tirarlos-

-Ha ofendido nuestro hogar y pretendía crear falsos rumores sobre nosotros. Encárgate de él y haré la vista gorda ante padre para que sigas dejándote follar por su preciado caballo-

Mi hermano me muestra una mueca insolente mientras le sonrío y se encarga de cubrir al muerto para llevársele. La verdad es que tampoco me preocupan mucho las tendencias obsesivas y enfermas de mi hermano. Entiendo que ser desvirgado brutalmente por varios salvajes en el asalto del hanamachi cuando teníamos quince años, fue demasiado shock como para dejarse de nuevo follar por una polla humana. Los caballos son dóciles e incluso cariñosos con sus amos. Son mejores que los hombres, o al menos así lo ve mi pobre gemelo.

Vuelvo dentro de la casa y entro furioso a la habitación donde encuentro a un hombre rubio de mi edad, con sus ojos azules mirando hacia el fuego de su chimenea y con una raja en el labio reciente. Voy hacia él sin pensarlo y le doy una bofetada que le deja marca en la mejilla, aunque no parece inmutarse.

"Kimono abierto"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora