Parte 3: Encuentros

197 17 2
                                    

3-Encuentros

**Starrk**

La cabeza del fósforo que hago frotar contra la cajetilla de cerillas emite un fuerte chasquido antes de que una tenue luz ilumine mis ojos. Acerco el fuego hacia el cigarrillo a medio liar que mantengo prensado entre mis labios y consigo encenderlo para dar la primera bocanada de humo. Dios, no hay nada mejor que esto en momentos de depresión. Como el de ahora.

-Vamos gandules, ¿Cuánto tiempo tardan en hacer una mudanza? Tsk! estos japoneses serán muy serviciales, pero muy blandengues cargando muebles- observo con parsimonia la impotente figura de mi progenitor que no deja de dar vueltas y órdenes por todo el dojo en el que vamos a vivir a partir de ahora. Solo he estado un par de veces en Japón, cuando era más crío, pero apenas lo recordaba. Vivir aquí es como vivir en mi patria. Nada cambia. Seré un inútil hasta el resto de mis días.

-¿Qué te parece, Starrk? Un sitio grande y cómodo para tus siestas ¿verdad hijo?- me encojo de hombros ante sus preguntas y noto como eso le enfurece. Me divierte molestar a mi viejo, es mi pasatiempo favorito.

-Voy a pasear-

-Si me esperas unos minutos, iré contigo al Hanamachi-

-¿Ir de putas a plena luz del día?-

-¿Acaso hay horarios para follar? Hijo estás en el país del sol naciente, rodeado de belleza y vitalidad ¡aprovéchalo!!- meneo la cabeza ignorando de nuevo sus tonterías filosóficas y reparo en que mi hermano Zangetsu está cambiándose el calzado preparado para salir.

-¿Tú también vas a ese sitio?-

-Debo ir-

-¿Qué hay que hacer para ser un danna?- Zangetsu me mira de reojo sin nada de asombro por mi pregunta y mira de nuevo sus botas para abrochárselas.

-Tener dinero. Eso es todo-

-¿tú tenías dinero cuando preñaste a esa geisha?- mi hermano se incorpora y da dos pasos hacia mí con aires de amenaza. Me da igual que se ponga así, no le tengo ningún miedo. Me da pereza enfrentarme a él, mi cuerpo de ex soldado ya no es lo que era.

Al final Zangetsu solo se limita a mirarme con ese aire de nostalgia y tozudez que le caracteriza y resopla como un potro contra mi cara antes de darme la espalda y empezar a caminar por el jardín del dojo. Decido seguirle a una distancia prudente ya que prefiero que no nos vean a los dos juntos porque los japoneses no dejan de mirarnos con malos ojos. Mi padre ya me ha advertido que los extranjeros aún no somos muy bien recibidos aquí, así que es mejor que no me separe de mi pistola por si acaso.

Lo poco que recuerdo de este país es a mi medio hermano japonés, Shunsui. Digo "medio" porque solo somos hijos del mismo padre, aunque lo mismo me pasa con Zangetsu, pero siempre hemos estado más unidos al vivir en el mismo país y luchar juntos. En uno de los viajes que Zangetsu hizo a este país con mi padre, terminó enamorándose de una geisha y preñándola, así que tiene un hijo, mi sobrino Tensa, que le ancla de por vida a Japón. Yo jamás he estado interesado en formar una familia, siempre he sido hombre de batallas y muy acomodado, aparte de solitario. Cuando recibí un disparo en el frente que me inmovilizó el hombro para siempre, mi carrera militar terminó. De eso no ha pasado si quiera un año y aún sigo sumido en esta depresión. Quizás aquí pueda conocer algo interesante y voy a ver si mis pocos recuerdos, siguen en este lugar.

Entro en el hanamachi bajo la atenta mirada de los shinsengumi que están patrullando por la zona. Por suerte no se atreverían a meterse conmigo nunca, porque saben a qué familia pertenezco. Camino mirando varias okiyas y casas-burdel donde veo a prostitutas vestidas como geishas y chicos jóvenes también. La verdad es que las vistas son impresionantes...sobre todo las de los chicos. Prefiero follar con hombres, es menos lioso y más práctico, ya que no pueden preñarse.

"Kimono abierto"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora