Decepciones

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El día no había comenzado todo lo bien que a ella le habría gustado. Había visto a Krum y ante todo pronóstico no pudo sentir la aparición del muchacho más fuera de lugar.
Hastiada a la par que enfadada consigo misma se adentró en su baño.
Tenía por delante unos días que usaría para poner su cerebro en órden.

Por su lado estaba Draco, demasido confundido a la par que enfadado. ¿Qué mierdas le pasaba? Él no se comportaba como un adolescente imbécil. Jamás se había encaprichado de ninguna mujer y dudaba que en su vida fuese a hacerlo. Hasta que Granger puso las narices donde no debía. ¿Y si estaba siendo pasto de alguna maldición o embrujo? Tenía sentido, de otro modo jamás habría encontrado algo atractivo en la insufrible gryffindor.

-Estúpida sangre sucia, me vas a volver loco -escupió con rabia mientras para si mismo se pasaba las manos por el pulcro cabello blanquecino.

No supo el momento exacto en el que empezó a odiar su vida, pero nada salía como quería.
A desgana bajó hasta el gran comedor, dispuesto a llevarse algo en la boca y mantener a raya sus pensamientos.
Cuando llegó pudo ver a sus compañeros. No le apetecía hablar, no quería involucrarse en nada que tuviese que ver con humanos.

-Draco, buenos días -le dijo Tom mientras se llevaba una buena dosis de pudín a la boca -¿has visto a Hermione?

Quiso partirle la cara al moreno por el simple hecho de nombrar a la gryffindor, pero optó por sentarse a su lado y apretar la mandíbula.

-¿Y a quién le importa? -escupió mientras bebía de su copa -debería aprender a salvarse el culo ella solita.

Tanto Tom como Ashley se quedaron mudos mirando al hastiado chico.

-Bueno, tú la salvaste de aquella cosa -aportó la rubia, tratando de hacer sentir mejor al slytherin.

-Y juro por Merlín que jamás lo volveré a hacer -soltó con desdén.

Nadie más que él sabía el porqué de aquellas angustiosas palabras. Del miedo que había podido sentir en cuanto supo que la vida de la gryffindor corría peligro. Porque salvarla había sido una necesidad, su mayor prioridad. Y jamás admitiría la angustia que pasó buscando cierto antídoto.
Pero nadie podía saberlo, nadie podía saber que a Draco Malfoy estaba empezando a importarle la sangre sucia que siempre odió. Y en cierto modo debía haber seguido siendo así. Y la odiaba, oh y tanto que lo hacía, casi tanto como le importaba.

Ambos se quedaron mirando al rubio con estupefacción.
En el ministerio se respiraba un aire incierto, demasiado cargado de algo que todo el mundo desconocía. Granger no debía haber husmeado aquellos días en la sala donde se habían encontrado. Ahora quizás sabía más que ninguno.
Y por si todo eso fuera poco tenía en mente el encuentro que Granger y el memo de Krum habían protagonizado en plenos terrenos. ¿Qué podía querer aquél gilipollas de ella? No supo en el momento exacto en el que la mandíbula empezó a dolerle de la tensión generada por la presión generada.

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Por otro lado se encontraba Hermione. Mirando una carta que traía entre manos, absorta y con la mirada ida. Era la misma carta que Viktor le había mandado justo antes de su inesperada visita. Debía sopesar sensaciones, poner en órden prioridades.
Aunque muy en el fondo supiese que debía hacer, todavía había algo que le estresaba de sobremanera.
El dichoso viaje a Aspen donde compartiría tiempo tanto con Krum como con Malfoy.

A desgana volvió a plegar la carta y la metió en su mesita de noche. Miró su reloj y bajó hasta gran comedor. Debía matar su tiempp de algún modo. Cuando llegó hasta allí los magos habían empezado su jornada laboral. Suspiró aliviada al saber que no se toparia con cierto rubio.
Cuando se acercó hasta su silla y se sentó con tranquilidad una cabellera pelirroja ondeaba hasta su posición.

Trabajando con la SerpienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora