Preparativos

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Hermione Jean Granger preparaba su bolsa para iniciarse en su nuevo trabajo. "Aplicación y Regulación de la ley Mágica" su descendencia muggle le había convertido en la mejor para ese puesto. Ya que después de derrotar a Voldemort el ministerio se había propuesto limar asperezas en el linaje de la sangre.

Draco Malfoy, quien no compartía esos ideales había empezado a ser parte del ministerio y encabezar la sección de "Departamento de Misterios" pocos magos sabían que pasaba realmente en ese noveno nivel del ministerio. Y él era uno de los encargados en ocultarlo.

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La mañana había empezado nublada y auguraba una lluvia incipiente. Hermione era la única integrante del trío dorado que había decidido trabajar en el ministerio. Pues Ron lo hacía con su hermano en "Sortilegios Weasley" y Harry estaba preparando sus últimos estudios como auror.

La chica se había alejado bastante de sus dos inseparables amigos cuando Ron se declaró en la guerra mágica y no fue correspondido. Habían decidido marcar distancias más que prudenciales hasta que las aguas estuviesen más calmadas.

Había pasado año y medio desde aquellos acontecimientos con Voldemort y nunca supieron cuánto les cambiaría eso la vida. Habían llegado a la edad adulta y cada integrante del trío dorado empezó a iniciar su vida. La castaña y el moreno mantenían el contacto puesto que además Ginny trabajaba en el ministerio. Pero con Ronald las cosas habían sido diferentes. No supo de él en todo el año que volvió sola a Hogwarts a cursar el último año. Se escribieron un par de veces en navidad más por cortesía que por necesidad.

Algunos empleados podrían hospedarse en un gran castillo que albergaba a aquellos que trabajaban en el ministerio. Facilitando la cercanía. La gryffindor fue una de ellas. De modo que cogió la llave que portaba el número 4 y lo guardó en su famoso bolsito de cuentas.

Hermione no había cambiado físicamente demasiado, pero sí podía notarse su madurez en rasgos faciales. Su cabello castaño seguía cayendo en cascada por su espalda y algunos mechones seguían tan rebeldes como siempre.

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Draco se encontraba en su mansión, ojeando el profeta despreocupado por su incipiente entrada. Pero algo tenía claro, nadie pisoteaba a un Malfoy en el ministerio.

Su padre había sido condenado a permanecer en Azkaban a espera de si el beso del dementor era su fin. Mientras su madre se pasaba los días en San Mungo hospitalizada dado que su hermana Bellatrix la torturó hasta la locura en cuanto supo que ayudó al mismísimo Harry Potter. Acontecimientos que volvieron a Draco una persona más fría y calculadora. Más distante y a la vez más oscura.

El rubio miró por la ventana y bufó a desgana mientras se apretaba su verde corbata de seda, a juego con su traje negro impoluto. Se había dejado una fina barba que le daba un toque maduro. Había desarrollado músculos bajo esa pálida piel y levantaba los mismos suspiros que en Hogwarts.

A desgana se apareció en los terrenos del ministerio, pues la mansión Malfoy se encontraba bastante lejos. Era el primer día y conocería a los nuevos empleados. Cualquiera quedaría a la altura de su zapato, pues él trabajaba en uno de los apartados más secretos y oscuros, y a sus integrantes se les respetaba tan solo por formar parte de ello.

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—Hermione tranquila, todo irá bien —se auto convencía la chica mientras entraba en su departamento, viendo miles de escritorios, una gran chimenea y una amplia librería al fondo.

Trabajando con la SerpienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora