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—¡Quiero ese mami! —Minho señaló con entusiasmo.

—En cualquier momento vendrán a botarte del carro de compras y nos echarán del super —el pelirrojo masculló antes de tomar el artículo antes señalado, observó la caja viendo el contenido energético y nutricional sorprendiéndose por la cantidad de grasas malas que tenía—, no llevaremos esto, es muy dulce.

—¿Qué? ¡Haré berrinche!

La pareja se encontraba en el supermercado, Minho solo por mero disfrute suyo decidió subirse al carro de compras y Kibum nada complaciente aceptó sin pensar en guiar el carrito que pesaba más de lo esperado pero que de igual forma no le causaba molestia.

Y ahora.

Ahora Minho se había bajado del carro solo para tirarse al suelo y hacer una rabieta muy al estilo niño de cinco años, pataleó y azotó sus puños lanzando gruñidos y sollozos.

—¡Quiero esa caja de galletas!

—Es mucho dulce.

—¡Quiero esa caja de galletas! —Repitió sin dejar de patalear.

—Levántate Minho o te voy a dar unas nalgadas para que llores con justa razón.

La gente observó la escena de un niño adulto berrinchudo y una madre esposa malhumorada, Kibum se cruzó de brazos dedicándole a Minho una de aquellas tiernas y dulces miradas que otorgan las madres antes de ajusticiar a sus crías a chanclazos y eso Minho logró captarlo cuando sin problema alguno Kibum depositó la caja de nuevo en su lugar para tomar lentamente la chancla que había hurtado para hacer más real su temática.

—Tienes tres para levantarte, aplastar tu trasero en el carro y callarte en todo el camino.

—Pero —sorbió su nariz en falso llanto— quiero esas galletas, mami.

—No hasta que me traigas la boleta de calificaciones.

—Soy el mejor, lo juro —se levantó lentamente al ver que Kibum azotaba la chancla contra su mano de forma sutil—, quiero mis galletas.

—La directora me habló en la mañana para decirme que bulleaste a Panchito, el pobre niño ahora no puede sentarse gracias al calzón chino que le hiciste.

—Pero Panchito comenzó, me quitó mi sándwich en el receso.

—Si no hay boleta, no hay galletas.

Minho fingió su puchero, se subió al carro y tomó asiento muy digno al cruzarse de brazos, Kibum al ver la acción sonrió y acomodó la chancla bajo su brazo para poder seguir empujando el carrito, no sin antes haber lanzado dentro la caja de galletas que Minho tanto amaba comer.

'Ama, quiero leche de sabor.

—¿Ya probaste la leche sabor sangre?

—¡Que asco! ¿Cuál es esa?

—La que te beberás después de que te de tus buenos cachetadones por haber reprobado materias.

—¡Eso es maltrato!

—Cállese —Kibum contuvo la risa, pronto vio como Minho señalaba un estante con entusiasmo— ¿y ahora qué?

—Quiero eso, lo quiero.

Kibum detuvo el carrito para tomar un paquete de fideos instantáneos.

—No vas a comer esto, Minho.

—¿Por qué no? —el hombre soltó un chillido de frustración mientras aferraba los dedos a la rejilla metálica— ¡Me estás privando de todo!

—Esto es malo para la salud, no.

Tus metas, las mías, las nuestras... «MinKey»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora