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Minho se detuvo a pocos pasos de la cama, observó a Kibum quien yacía sentado sobre esta, abrazaba relajadamente sus piernas mientras la mirada yacía perdida.

—Kibum... —el moreno se asombró de ver el tono castaño en las hebras antes rojizas.

—¿Te has divertido? —la voz era lúgubre, en ningún momento le dedicó una mirada, solo quería hablar sin perderse en la mirada achocolatada— ¿ya se han divertido los dos?

—Déjame explicarlo, esto fue un malentendido.

Kibum negó lentamente, le dolía el corazón por la burla y el cinismo de la pareja que conformaban su esposo y Yuri, limpió con rapidez sus lágrimas de coraje, aquellas que alcanzó a ver Minho siendo latigueado con la culpa de haber hecho llorar a su Bummie.

—¿Sabes qué? No me importa, ni me interesan sus explicaciones —aferró con impetú sus piernas, buscando un poco de consuelo propio para no venirse abajo y llorar con fuerza—, te pediría el divorcio ahora mismo pero no lo hago porque tengo una deuda que saldar contigo y contrario a ti quiero que esto acabe dignamente, pagaré en este año de casados el favor que me hiciste por pagar la operación de mi padre y solamente eso, pero sinceramente no quisiera relacionarme más contigo.

El corazón de Minho se rompió ante aquella confesión, definitivamente la había regado al seguir los consejos de su mejor amiga. Se acercó con calma hacia la cama donde tomó asiento, lentamente estiró una mano para amoldarla sobre el mentón ajeno.

—Perdón por fallarte.

—Las disculpas no son necesarias —el castaño se dignó a ver a su esposo con los ojos vidriosos— ¿sabes? no me duele que estés con ella —mintió haciéndose daño a si mismo, porque sí, dolía y mucho pero aquello no lo revelaría—, me duele y me enoja que me hayas prometido algo y no haya pasado ni un día para que tu promesa se haya ido a la basura.

Minho hizo una mueca, ¿así que le daba igual al castaño salir con Yuri? ¿no le importaba ni siquiera un poco el que tuvieran una relación ficticia?

—Yo... no lo pensé.

—No hables más, la acción ya está hecha, solo te pido que al menos finjas fidelidad, no te pido más, pero por favor no me humilles de esta forma, no sabes como me cuesta caminar sin ser señalado como el cuerneado.

El moreno asintió, tomó la mano contraria y le depositó un casto beso al dorso que se sintió suave al contacto con sus labios.

—Prometo no fallarte.

—No hagas promesas, no lo valen ahora para mí.

Kibum zafó su mano de las falanges ajenas para ponerse en pie, avanzó descalzo hasta abandonar la habitación para internarse en la opuesta, cerró la puerta asegurándola después, Minho dejó ir un suspiro de frustración porque ahora le costaría el doble acercarse a su esposo, había arruinado la poca confianza que estaban creando por sus tonterías, los consejos no habían servido y su corazón se había jodido por completo.

Su vista se posó sobre el enorme oso, se acercó hasta el para acariciar una de sus orejas, olía a Kibum, tenía tanto de él que por un segundo se sintió ajeno al regalo dado.

—Hijo mío, metí la pata hasta el fondo... bien metida y no hablo de un hermanito tuyo, hablo de que tu señora madre acá mi waifu me aplicó la ley de hielo, ¿qué debo hacer?

Minho alejó la mano, se sentía estúpido de hablar con un oso que no le contestaría y si lo hacía sería para reclamarle lo pendejo que fue al seguir consejos basados en novelas cliché, tras tomar una ducha nada relajante, se acostó a dormir o eso intentó porque sabía que le hacía falta la compañía de su esposo para poderlo abrazar como osito y sentir que sus sueños serían placidos.

Tus metas, las mías, las nuestras... «MinKey»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora