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—¡Chachibeeel! —Minho alzó la mano y agitó su preciada y amada campanilla de jefe domador de bestias, que diga, de esclavos, en este caso de su sirvienta— ¡Chachibe-e-e-el! —aplicó especial énfasis en la vocal para alzar ligeramente su tono de voz y hacerlo cantarino.

—¡Minho, no le digas así a la señora Lee! —Kibum codeó suavemente el brazo de su esposo.

Ambos yacían sentados en sus elegantes tronos forrados de papel dorado que Minho había mandado a traer de la papelería de la esquina, lo casual para un matrimonio que vive al menos a cuarenta kilómetros de la cuidad, super casual el hombre y sus compras exprés.

De la cocina salió una señora, no tan joven pero tampoco tan vieja, llevaba un sencillo hanbok color violeta y el cabello suelto, petición de Minho porque el señorito ahora casado quería hacer de su temática lo más real posible, así que le ofreció a la amable señora que usara la vestimenta correcta para fungir de sirvienta de la realeza entre otras temáticas.

¡Chachibel, demoras tanto, estoy que me muero de hambre, mi señora se pondrá a golpearme si no hay comida ahora! —Choi contuvo la risa al recibir un codazo de parte del pelirrojo— ¡Vamos chachibel, saca la velocidad del rayo McQueen para servirle a tu rey dibisdibis!

—Sí mi rey —la señora rió nasalmente, divertida por las ocurrencias del joven, colocó en la mesa baja diversos tazones de comida, detrás de ella salió otra señora con el mismo color de hanbok y peinado, se dispusieron a colocar toda la comida acaparando toda la mesa dejando al matrimonio asombrados—, para la realeza, comida real.

—¡Chachibel, te luciste!

—Me llamo...

—Shh, chachibel, no interrumpas cuando tu rey te habla —Minho tomó la mano de Kibum para indicarle que tomaran asiento en el suelo y así poder comer—, ¿ves la buena vida que te estoy dando? —el rey sonrió tal cual infante avergonzado al ver al pelirrojo asentir gustoso.

—Me gusta esto.

Comieron en silencio, las amables señoras dejaron a la pareja a solas y fue mejor así no se traumarían viendo la enorme boca de Choi atiborrarse de arroz con verduras, ni tampoco vieron como era que un muy bien vestido Kibum se dedicaba a llenarse la boca a reventar de pescado asado con caldo de mariscos, no, mejor que las mujeres se quedaran con la impecable imagen de un matrimonio bonito, elegante y refinado.

Para cuando acabaron de comer, abandonaron el salón para caminar descalzos sobre la suave y tibia arena de la playa, el sol hacía poco comenzaba a ocultarse favoreciendo el clima caluroso.

—Kibum, eres mi reina. —Minho pronunció tímido y sonriente mientras caminaba al lado del más bajo.

—Sí, solo hoy —el nombrado asintió a las palabras sin comprender correctamente el sentido romántico.

—Y como tal, debes satisfacer a tu rey —el moreno ensanchó la sonrisa mientras que su mirada se hacía coqueta y elevaba las cejas sugestivamente logrando capturar la curiosa mirada del pelirrojo— , es el deber de la reina satisfacer a su rey en todo.

—¿En todo? —el pelirrojo entrecerró los ojos captando poco a poco.

—En todo, todito —la acción fue rápida, Minho sujetó por la cintura a Kibum para girarlo quedando frente a frente, no hubo necesidad de alguna palabra cuando sus miradas se mantuvieron conectadas— y en todito me refiero a ir más allá de lo pensado.

—No lo creo... —el pelirrojo sonrió antes de darle un pellizco a ambas manos y echar de nuevo a correr por segunda vez en su segundo día de luna de miel, al menos esta vez Minho no iba tras él como un depravado sexual— para que una reina te complazca en todo debes ganarte algo más.

Tus metas, las mías, las nuestras... «MinKey»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora