Capítulo 2

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________ Jonhson

Observé la hora en la pantalla de mi celular, era media noche.

Apague la computadora y agarré mis cosas, bostezando salí de la oficina y me dirigí al ascensor.

Con pesadez me subí sobre el ascensor y presione el botón que indicaba el primer piso.

—¡No lo cierres aún! —gritó alguien haciendo que yo reaccionara rápidamente.

Impedí que se cerraran las puertas y al poco rato apareció mi jefe, Hiccup. Se ubicó a mi lado y presionó el botón que anteriormente había sido presionando por mi.

—Para ser tu primer día, te quedaste mucho rato —comentó Hiccup sujetando un maletín entre sus manos.

—El trabajo acumulado desde hace seis meses no se hará solo —respondí con cierta ironía y desgasto en mi voz.

Hiccup soltó una pequeña carcajada.

—Recuerdo que le temias a los ascensores —comentó él.

Era cierto.

—Estoy demasiado cansada, no bajaré todas esas escaleras —me apoye en las paredes del ascensor y solté un bostezo— por cierto, ¿Qué te hace tener tan buen humor?

—¿Por qué lo dices? —preguntó Hiccup observándome.

La mirada de aquellos ojos verdes me intimidaba, no pude evitar sentirme vulnerable.

—En la entrevista que me diste, te mostraste muy frío —comenté.

—Soy tu jefe, tu mi secretaría. No se supone que tengamos algún tipo de relación de amistad —respondió él rápidamente.

Eso también explicaba porque se había comportado cortante cuando choqué con él hoy.

—Entonces ¿Por qué ahora eres más amable? —pregunté, pero no me tomo mucho tiempo darme cuenta de la respuesta— oh sí, ya no estamos en los horarios de trabajo.

—Muy perspicaz, Jonhson —Hiccup me sonrió.

La pubertad suele favorecer a algunos pocos. Hiccup tuvo suerte: la pubertad le hizo malditamente bien. 

Las luces del ascensor comenzaron a parpadear, y a los pocos minutos el elevador se estanco. Las luces de emergencia se habían encendido.

—¡Por esto odio los ascensores! —exclamé asustada.

—Hey, tranquila —escuché como el maletín de Hiccup cayó por algún lugar del pequeño elevador, a los pocos minutos sentí los brazos de Hiccup envolviéndome— Todo estará bien, inhala, exhala.

—Diablos, Haddock. ¿Crees que es fácil respirar en estas situaciones? —sentí como mis pulmones pedían más aire, mi respiración se estaba acelerando y volviéndose irregular. Mis ojos no tardaron en humedecerse.

—Hey, cálmate, saldremos de esto —escuché decir a Hiccup. Aunque en estas alturas, su voz se oía lejana. Sólo tenía ganas de dormir— hey, Jonhson, no te duermas. ¡Hey! —escuché sus gritos.

Con pesadez asentí.

[...]

No sé cuánto tiempo transcurrió desde que Hiccup trato de consolarme, pero las luces habían vuelto a la normalidad, el ascensor comenzó a funcionar y las puertas del primer piso se abrieron.

—Unos cables se cortaron —informó un chico con un traje sucio y una caja de herramientas sostenidas de su mano.

—Esta bien, gracias —dijo Hiccup frío y dejó de abrazarme— ¿Estás bien?

Yo asentí y rápidamente salí del ascensor, llevando mis manos a mí frente, estaba caldeada.

Escuché un suspiro de Hiccup a mis espaldas, a los pocos minutos escuché su ronca voz.

—Espero que no hables de esta situación con nadie. Nos vemos mañana, señorita Jonhson —mencionó antes de marcharse rápidamente.

Hiccup es demasiado amable. Uff, demasiado.

Salí y me dirigí a tomar algún taxi. Afortunadamente uno pasó y me subí rápidamente, cancelé lo debido y me dispuse a observar las desoladas y desiertas calles de la ciudad.

[...]

Llegue a mi departamento y tiré mis cosas en el suelo, rápidamente me tiré sobre el sofá de un salto.

—Definitivamente, mañana iré en mi motocicleta.

No quería hacer ese largo y lento viaje en taxi u otra locomoción. En motocicleta sería más rápido y eficiente.

Mi celular comenzó a vibrar en uno de los bolsillos de mi chaqueta, lo saqué rápidamente. Era una videollamada de un número desconocido, acepte la llamada dudosa.

—¡Hey ______! ¡Podrías pasar un rato, la estamos pasando de maravilla! —gritó Patán entre la multitud, luego de unos segundos pude divisar a los gemelos, Patapez y Astrid en la llamada.

Reí antes de responder.

—Casi muero hoy, dejémoslo para otra ocasión —respondí con la intención de cortar luego la llamada.

—¿Te lanzaste desde la ventana? —comentó Brutacio, esta vez llevaba el cabello suelto y una copa en la mano.

—Eso hubiera sido mejor, mañana les explico, nos vemos —me despedí, los chicos hicieron señas con sus manos en señal de despedidas y corté la videollamada.

Antes de dormir, agregué a mis contactos los números de mis nuevos compañeros de trabajo.

Señor  (Hiccup y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora