Letanías de Amor y Muerte. - J. L. Salazar

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1. —¡Padre!, ¿se ha oído?! —elevé mi voz, indignada. El abanico resbaló de mis dedos y quedó colgando en mis anchas faldas—. Ha desmerecido la vida digna de un pobre animal contraponiendo la de un humano. ¿Qué no merece un gato la misma compasión que una mujer ante los ojos de los hombres y de Dios?

[...]

2. —No divaguéis, hija y terminad de relatar vuestro asesinato.
—¡Ay de mí! —exclamé, llevándome con terror las manos a la cara—. No me hable cual si fuese una asesina de verdad, que solo la maté de pensamiento.

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3. —¿Cuál será mi penitencia, Señor Cura? —pregunté un tanto resignada.
—No leer más a Molière, insensata: con eso basta y sobra.
—Gracias, padre, ahora me siento mucho más liviana.
—Sí, sí, muchacha, id con Dios.
—Prefiero dejarlo con usted —le dije mientras me incorporaba—. A juzgar por la palidez de su semblante, me temo que le necesita más que yo. Con permiso, su merced.

[...] 

4. —¿Y qué de malo tiene que yo sí crea en el amor? ¡Quiero amar al caballero que consiga robar mi corazón!
—No sabía que te gustase la tragedia, querida. ¿Ves cuán nocivo es leer a Esquilo y Shakespeare? ¡No en balde has adoptado mañas tan horribles!

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5.  ¿Quién podría causar semejante desasosiego en los habitantes de Guanajuato sino el diablo en persona? ¡Ese supuesto capellán no era capellán, sino un ángel caído disfrazado de un hermoso sacerdote!

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6. No había motivo alguno para descreer que el caballero realmente era una digna alegoría humana: una fiel representación de la perfección física masculina.

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7.  ¡Pobre de Anabella, murió sin conocer el verdadero amor! ¿Qué le diremos a doña Catalina ahora? ¡Pobrecita de Anabella, ahora tendremos que organizar su novenario! ¡Lo peor es que ni siquiera hay café en la casona para ofrecer a los que vayan a su velorio!

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8. —Es porque te amo por el que me voy… —dije con un murmullo.

—Es porque te amo… por el que te dejaré partir —dijo al fin.

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9. Me figuro que usted siente por mí cualquier cosa, menos amor, y el odio es un sentimiento demasiado vulgar para que una señorita de su clase lo lleve consigo: así que me inclino por la tercera alternativa, usted quería con ferviente celo mi atención.

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10. ¡Yo le amaba, y podía jurar por mi vida que él también me amaba a mí! ¿Cuándo tendría el valor para confesármelo, entonces, y así impedir mi cruel destino? Sin embargo, también me había hecho saber que me odiaba…

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11. —Que la noche se haga eterna, mi Cristóbal —murmuré en un tono exhausto.

—Que el día no exista, entonces, si así son tus deseos.

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12.  —La amo, mujer mía, siendo Anabella y siendo Elizabeth... Siendo mi triunfo y siendo mi fracaso: siendo mi muerte... y siendo mi ser. ¡La amo como amo las letanías que he recitado mil veces para usted...!

[...]

13. —¡REZARÉ EN TU NOMBRE LETANÍAS DE AMOR Y MUERTE HASTA QUE VUELVAS!

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