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Alex

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Alex

Después de el regreso de mi padre y de darle una larga explicación acerca de mi amistad con Nate, lo cual no fue nada fácil ya que tuve que asegurarle que ninguno de los dos se sentía atraído por el otro de ninguna manera, pude disfrutar el resto de la semana, después de tanto tiempo, al fin mi familia volvía a estar completa, lastimosamente no pude seguir faltando a la escuela ya que ese mismo día le llego a mi madre un correo de parte de la directora explicándole que si tenía una falta más en mi registro corría el riesgo de quedar suspendida o en el peor de los casos, expulsada.

Aquello fue una gran y dulce bienvenida para mi padre ya que después de una larga década tuve mi primer regaño de su parte.

Y por cierto, solo por si aún no se lo veían venir, estaba castigada.

De nuevo era lunes, inicio de semana. Para mi desgracia la alarma no había hecho su trabajo así que ya me encontraba yendo sobre el tiempo, me aventuré en la cocina y tomé la decisión de desayunar un paquete de galletas oreo y una manzana, no tenía tiempo que perder, no me moleste en despedirme de mis padres ya que seguramente me llamarían la atención así que sigilosamente crucé la sala hasta finalmente llegar a la puerta princípiala, la abrí con delicadeza y la cerré gloriosamente tras mi espalda.

Estuve a punto de celebrar mi triunfo cuando una sombra se asomó por mi hombro. Aquello causó que girara hasta poder dar con el propietario de la misma.

— ¿Nos vamos? — preguntó Nate mientras una gran sonrisa se formaba en su rostro.

— No debiste haber esperado todo este tiempo — solté mientras me cruzaba de brazos — No quiero volver a ser la responsable de tus problemas en la escuela.

— No lo eres Alex — me aseguro — Las decisiones que llegue a tomar jamás fueron ni serán tu culpa, somos amigos, y daría todo por ti — el chico elevó su mano derecha y la extendió frente a mi, en ella se balanceaba una pequeña bolsa color celeste.

— ¿Y eso? — indague

— Veneno — soltó con facilidad.

Mis ojos se abrieron de golpe y mis labios se separaron con indignación.

Nate soltó una carcajada.

— Es el desayuno, Alex — corrigió su anterior comentario mientras depositaba aquella bolsa sobre mis manos. — Prepare sandwiches de pavo en la mañana, supuse que despertarías tarde.

— ¿Me estabas espiando?

— No

— ¿Desarrollaste superpoderes?

— Si, Alex, el súper poder de haber notado como todos los lunes despiertas una hora más tarde de lo que deberías. — rió nuevamente

— ¿por qué no me llamaste? — entrecerré mis ojos en su dirección

Nuestro callejón de los corazones rotos © #1 (Próximamente nueva versión)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora