Capítulo tres

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—¡El humano que capturaste es un omega!

La mujer de cabello castaño vio con escepticismo a la mujer frente a ella, sorprendida por no decir poco. Si bien ella fue la que obligó al pelirrojo a hacerse el examen, nunca pensó que este daría positivo. Más que nada lo hizo para no sentirse tan culpable a la hora de ver el cuerpo colgando de la horca en la plaza.

Sus ojos color miel, casi gatunos observaron a la señora que se hincaba en los cincuenta.

Ella sospechaba de algo, pero no lo diría.

Se acercó al joven y con una llave le quitó las esposas—Me lo llevaré entonces, necesito darle la noticia al rey y reintegrarlo a la sociedad.

El pelirrojo se levantó cuando la mujer dio señales de irse y con una última mirada se despidió de su buena samaritana.

—Espero que todo te salga bien, Samuel.

La mujer de cabello castaño caminaba por el pasillo a pasos alargados y el pelirrojo trotaba para poder alcanzarla.

—¡Comandante! ¡Comandante!—un muchacho que tenía el mismo uniforme que la mujer llegó corriendo hacia ella—Otro cuerpo se encontró cerca de la frontera con la ciudad de Amurxia.

La mujer avanzó junto con el joven, Samuel quiso llamarla para que volviera pero por pena y miedo no dijo una palabra y así la mujer de ojos miel se fue, dejando al pelirrojo en medio de aquel edificio con gente que caminaba de un lado para otro.

Algunas personas giraban extrañadas por la ropa del joven y otras no les importaba en lo más mínimo. El pelirrojo se sintió fuera de lugar, trató de llamar la atención de algunas personas pero todos le ignoraban.

Hasta que unos pasos más adelante vio a alguien. Se acercó a ella por que era la única persona que no tenia uniforme, su suéter verde oliva resaltaba por sobre los demás.

—Disculpe ¡señoriiito! El pelirrojo alargó la "i" al darse cuenta que la ella era en verdad un él.

—¡Oh! ¿Te conozco? Siento que he visto tu cara en algún lado, me eres muy familiar, ¡Eh! De que marca es tu tinte? ¡Nunca he encontrado un rojo así de vibrante!—El joven hablaba casi sin detenerse para respirar—Es un placer conocerte, por cierto; mi nombre es Alex ¿y el tuyo?

... Qué

—¡Ay! Como lo siento, estoy siendo molesto de nuevo. Tengo esta rara condición de hablar más de la cuenta.—suelta una pequeña risa—A veces mi mamá bromea diciendo que parezco loro. Hablando de loros, nunca nadie menciona lo difícil que son de cuidar, por lo mismo deje de tenerlos en cautiverio, los alimento desde mi balcón van y vienen cuando quieren, aunque hay dos que se quedan, hasta les tengo un pequeño baño, son tan chiquitos, tengo uno azul muy lindo y uno ver–

El muchacho de suéter color oliva, con el cabello ondulado rubio y ojos esmeralda; calló abruptamente al darse cuenta de que "lo estaba haciendo de nuevo."

—¡Ay Santa Luna! como lo siento yo, ash. ¿Cómo te llamas?—le dijo finalmente.

—Samuel Breench.

—Bueno Samuel, ¡bienvenido a la Metrópolis!—con una cálida sonrisa añadió.—...Suponiendo que no eres de aquí, no quiero sonar grosero pero por la ropa abajo de la bata no creo que trabajes aquí. Además, casi siempre paso por estos rumbos y a pesar de que te me haces conocido nunca te había visto aquí ¡Bah! Como si eso importara JAJA— El joven limpio su garganta después de la súbita risa— En fin, ¡Bienvenido de nuevo!

Era la primera persona en recibirle de una forma hogareña.

El muchacho de ojos verdes recibió un mensaje y observando el asunto de este hizo una mueca que no pasó desapercibida por el pelirrojo.

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