Capítulo doce

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Encontré lo que no buscaba donde se supone que no estaba, encontré lo que no sentía donde no se siente nada, pude encontrar mi cielo sin nubes en la ciudad del firmamento encapotado. Encontré el amor en los ojos del verdugo, en los ojos del enemigo.

—Kuzanita

El joven dormía plácidamente con su cobija esponjosa, el único sonido de la habitación era el producido por el aire acondicionado. Pero despertó al sentir su garganta seca, descalzo y cuidando de no pisar a uno de sus gatos el joven de cabello trigo se dirigía a la puerta. Su cuarto estaba situado cerca de la sala y la cocina y su puerta se encontraba en el pasillo frente al salón de estudio, donde sus maestros le impartían clases.

Al abrir la puerta la oscuridad le sonrió, no le importó pues había vivido en esa casa desde que nació, ya sabía dónde estaba cada cosa. En la sala solo se escuchaba el ruido de un reloj de agujas, caminando por el pasillo se acostumbraba cada vez más a la oscuridad, pero al hacerlo escuchó un ruido que venía de la cocina.

Como ruidos de pasos pesados.

No le habría sacado de lugar si no estuviera solo en casa.

—¿Lucifer? —titubeante mencionó el nombre de su gato, sabiendo que no había animal en su casa que hiciera tal ruido y que sus gatos estaban en su cuarto.

Cuidadosamente se acercó cada vez más a la sala, la ventana reflejaba la luz lunar. Cada vez que daba un paso las manecillas del reloj sonaban más fuerte, no podía ver nada extraño pero se sentía observado después de dar otro paso el muchacho gritó de terror al sentir algo en su pie—¡Hades!—le regañó claramente enojado y asustado—¿Por qué siempre te acercas tan silencioso? ¡Comportarte como un gato normal! Eres-

Se iba a agachar para tomar al gato e ir a su habitación, pero estando al nivel en el que Hades se encontraba notó unos zapatos en la cocina. Congelado por el miedo levantó la cabeza lentamente e iluminado por la tenue luz de la luna pudo ver la silueta de una persona.

Alex con sus ojos brillosos se paró cuidadosamente y empezó a retroceder cuando aquella figura avanzaba. No decía nada, no tenía fuerzas para hacerlo, el reloj de agujas sonaba cada vez más fuerte, parecía querer romperse en cualquier momento. Chocó con la pared del pasillo y con pánico busco la esquina para moverse, la silueta paró a mitad de la sala y él dejó de retroceder también.

La silueta se movió a la derecha de manera suave y los ojos esmeralda del muchacho lo siguieron. Alex estaba tan enfocado en esa cosa que no sintió que alguien estaba detrás de él. La sangre del rubio se congeló al sentir dos manos en sus hombros, recordó las historias paranormales que le habían contado de ese lugar, que el difunto rey se aparecía en la cocina porque ahí lo habían matado.

Alex no quería voltear, su cerebro gritaba "huye" pero sus piernas no reaccionaban. Pudo sentir una mano rozar con la suya y unos labios posicionarse en su oreja, lo supo por el aliento.

"Es mi fin" pensó en el silencio de la sala llorando sin ser ruidoso, ese silencio que solamente estaba roto por el sonido de un reloj de agujas.

—¡Feliz cumpleaños! —gritó una mujer al tiempo en que las luces se encendieron en la sala.

Alex abrió los ojos desmesuradamente y casi rompiendo su cuello giró la cabeza hacia atrás para encontrar a su mamá—¡Felicidades mi ovejita de jade! —con un fuerte abrazo le dijo.

Con la misma expresión volteo a la derecha de la sala encontrando a su padre de brazos cruzados—Felicitaciones—dijo solamente.

—¿Estas bien, cariño? ¿Te asustamos? —preguntó Samantha apretando las mejillas pálidas y frías de su único hijo.

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