(7) "Jamás te perdonaré"

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Las olas mecían el barco sin ninguna delicadeza y la lluvia se había intensificado, al igual que el enfado de Christina. ¡Martha le estaba diciendo que algo no era ético! ¡Martha! Entonces, apareció Riley en cubierta.

- Christina - la llamó el joven con delicadeza - Escúchame, no hagas algo de lo que puedas arrepentirte.

Todos los empleados del barco se habían resguardado en las habitaciones por temor a la extraña tormenta que había aparecido tan de repente sobre el Malatesta. Ni siquiera Christina era consciente de que la estaba provocando ella, pero su Jelhoc sí se había percatado y no sabía como hacer que amainara antes de que destrozara el yate. Tampoco podía avisarla, porque entonces el resto se enteraría de que ninguno de los dos eran personas normales.

Sin embargo, cuando Christina empezó a respirar hondo para intentar calmarse,  descubrió a Lucy detrás de Riley. Aquella asquerosa mujer, aquella que le había arrebatado lo que más quería.

- ¡¿Qué hace esa zorra aquí?! - gritó.

Lucy se asustó, porque aunque tuviera dos años más que Christina era muchísimo más pacífica y tranquila que ella.

- ¡Me quitaste todo lo que más quería! - exclamó, olvidando a John - ¿De qué me sirven este barco y este viaje si no puedo compartirlos y disfrutarlos con la persona a la que amaba?

- Christina, ella no te ha robado nada - intervino Martha, acercándose con calma.

La chica soltó una carcajada amarga, llena de sufrimiento pasado. Llena de lágrimas, de noches sin dormir y de recuerdos que juró olvidar, recuerdos que hacían que se formara un nudo en su garganta y que punzadas de dolor atravesaran su estómago. Entonces, cuando las olas llegaban a alcanzar la cubierta y la lluvia era tan intensa que impedía ver algo, Martha se acercó a Christina y la besó.

Todos se quedaron estupefactos, pero los labios de Christina recordaban los de Martha, y se habían echado mucho de menos. La tempestad empezó a calmarse, y la furia de la chica también. Había olvidado lo que suponía Martha para ella: tranquilidad y seguridad. Había extrañado muchísimo esa sensación y ahora todo parecía estar en su sitio, como antes.

Mientras tanto, ante la presencia de aquellos ajenos al beso, una flor gigante apareció en la cubierta y trajo a un muchacho consigo. Veintiún años, cabello castaño, ojos claros y una barba dejada que revelaba lo duros que habían sido esos días preocupado por su hermano. Era alto y fuerte, y se parecía notablemente a John. Esperaba un abrazo de su hermano, una muestra de que lo echaba de menos. Pero solo encontró sorpresa en los ojos de John, igual que en los de Riley y Lucy.

- John - se acercó Noah - Estoy aquí, podemos irnos a casa.

John sintió algo en su interior, algo que le decía que ese vacío que sentía se había llenado y que todo volvía a estar bien. Sin embargo, su lado racional ganó la batalla y dio un paso hacia atrás, alejándose de aquel desconocido que se acercaba y que parecía saber más sobre John que él mismo.

- John, soy yo - añadió asustado - Soy Noah, tu hermano.

Sí, era notable el parecido. Además, había algo en él que le inspiraba confianza. Pero, ¿cómo podía no acordarse de su propio hermano?

- Noah, no me acuerdo de nada - admitió, también con miedo de haberlo olvidado realmente.

La cara de Noah era un poema, pero agarró la mano de su hermano y lo abrazó.

- Vamos a salir de esta juntos, como siempre lo hemos hecho, ¿vale? - le aseguró.

Después, todo ocurrió deprisa. Christina y Martha se apartaron, y la primera dijo:

- Jamás podré perdonarte.

La tormenta resurgió de la calma y, en un gesto de rabia, empujó a los hermanos que se abrazaban. No tenía ni idea de quién era el otro ni de como había llegado a su barco, pero le daba igual porque morirían juntos en la tempestad. El empujón los separó del abrazo, pero Noah estaba más cerca del borde y, cuando embistió una ola enorme, perdió el equilibrio y cayó al mar embravecido. Martha miró a Lucy, que con una sola mirada entendió lo que quería decirle.

Lucy se tiró de cabeza al agua, con una técnica perfecta, y desapareció entre las olas provocadas por Christina en busca de Noah. Martha, en cambio, agarró a John del brazo para que no hiciera ninguna tontería, como ir también detrás de su recién recuperado hermano cuando su experiencia en el océano se alejaba de la de Lucy.

- Necesito ir a buscarlo - le pidió John.

- No - contestó Martha sin perder la calma.

Volvió su cabeza hacia el resto de la cubierta, empapada por el agua de lluvia y las salpicaduras de algunas olas que habían alcanzado una altura increíble. Riley se mantenía al margen, indeciso y sin saber qué hacer para arreglar todo aquello. Quería mantenerse del lado de Christina, pero lo que estaba haciendo era una auténtica locura. Aunque tampoco podía inclinarse del lado de Martha, porque eso empeoraría la situación con la otra chica.

Los ojos verdes de Martha se cruzaron con los azul eléctrico de Christina, que habían adquirido intensidad después de aquel beso que no había significado nada en su relación.

- Te quería, Christina - dijo despacio - Me importas, y lamento de verdad lo mal que lo pasaste y lo que sigues sufriendo. Pero la única persona que puede parar eso eres tú, porque yo no puedo luchar contra tus demonios, contra tus celos ni contra tu desconfianza. Lo siento.

Y, sin dejar de agarrar a John del brazo, formó una burbuja a su alrededor. Cuando esta explotó, ambos habían desaparecido.

Cáncer (Doce Elegidos IV) [Completa] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora