(9) Quizá

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Martha y John aparecieron en un apartamento. El chico estaba muy aturdido, confuso y cansado con todo lo que había pasado. Su única esperanza de recordar quién era estaba en aquel que decía ser su hermano, pero lo habían arrojado al mar. Y, sinceramente, no confiaba en las habilidades de Lucy para que los dos salieran vivos de esta. Tampoco comprendía cómo había llegado a aparecer en aquel piso si hace nada se encontraban en el barco, sin embargo; no le resultaba tan extraño como debería.

Buscó con la mirada algún sitio donde sentarse para hablar con Martha, pero esta lo detuvo antes de que pensara siquiera sentarse en su sofá con la ropa mojada por el agua de la lluvia.

- El baño esta ahí - señaló ella - Dúchate, enseguida te traigo algo para que puedas cambiarte la ropa mojada.

John obedeció, aunque todavía no tenía muy claro si debía agradecérselo o no. Mientras él se desnudaba en el baño, Martha volvió a desaparecer en una burbuja. No le gustaba la idea de dejar a un desconocido solo en su apartamento, pero el hombre no sabía que lo estaba, así que sería poco probable que intentara algo raro.

Reapareció en la casa de sus padres, en el dormitorio concretamente. Ya iba a anochecer y sabía que sus padres solían salir juntos a dar un paseo para contemplar como el sol se escondía tras el horizonte, dejando ese color rosáceo en el cielo. Por lo tanto, era muy improbable que se los encontrara. Lo que ellos creían es que seguía de viaje en aquel magnífico yate con su novia Christina, y le convenía que siguiera siendo así. No les había dicho nada porque le convenía quedarse en el Malatesta, al fin y al cabo, su Jelhoc trabajaba allí.

Escogió una simple camiseta de deporte ancha y unos pantalones de chándal entre la ropa de su padre, y decidió llevarse también una camisa azul celeste y unos vaqueros de su armario. Su padre era muy despistado y sabía que no se iba a dar cuenta de que le faltaban algunas prendas. Además, optó por coger unas zapatillas blancas. No sabía si serían del número de John, pero por lo menos lo había intentado. La talla de la ropa, en cambio, estaba segura de que era muy parecida.

Regresó a su apartamento y John ni se había percatado de su marcha. Seguramente tendría la cabeza en sus propias cavilaciones. Escuchó como el agua paraba de salir y llamó a la puerta del baño.

- Te he traído algo de ropa - informó, desde su lado.

- ¡Un momento!

Él no tardó nada en abrir la puerta, y Martha se encontró observándole de arriba a abajo. Era alto, podría llegar al uno noventa perfectamente porque le sacaba unos veinte centímetros. Además, al solo llevar una toalla dejaba al descubierto su torso y sus brazos, y había que decir que estaba bastante fuerte. Tenía algo más de barba que su hermano y su cabello era más rubio, pero sus ojos y su nariz eran bastante parecidas. Se pasó una mano por el pelo, revuelto y mojado, en un intento de peinarlo y arreglarlo un poco.

Volvió a centrarse en sus ojos, cuando se percató de que quizás estaba siendo muy descarada. Sí, había cortado recientemente con su novia, pero eso no quitaba que se sintiera atraída por algún hombre. Puede que no quisiera tener ninguna relación, pero no podía negar que John tenía un buen físico, en el que no se había fijado antes y no sabía por qué.

Le entregó la ropa y John regresó al interior del baño para cambiarse. Era evidente que Martha había tenido una ruptura complicada con Christina, y John no sabía siquiera si era bisexual o solo le atraían las mujeres. Además, no podía estar con nadie si se había olvidado de quién era él mismo. Era evidente que Martha era una mujer muy atractiva, de ojos verdes que resaltaban sobre su piel morena y labios gruesos, pero ese no era un buen momento para que ninguno de los dos empezara una relación.

Quizá, si se hubieran conocido en otro momento o en otras circunstancias, la cosa hubiera cambiado. Aunque eso no quitaba que podían llegar a ser muy buenos amigos, ya que solo se llevaban un año entre ellos.

Cáncer (Doce Elegidos IV) [Completa] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora