(4) Comida

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En el restaurante había una gran mesa donde algunos empleados ya comían. Christina la presidía, aunque había decidido esperar a que llegaran los chicos para comer. A la izquierda de la chica se sentaba el capitán, y a la derecha había un sitio libre. Este solía ser de Riley, pero cuando fue a sentarse ella le paró.

- Quiero que se siente John a mi lado, si no te importa.

Para Riley esto resultó ser un jarro de agua fría, pero John no pareció enterarse. Observaba a Martha, cuya mirada no se apartaba de la chica con la que había chocado antes en el pasillo. ¿Lucy, era?

- John - lo llamó Riley.

Este desvió la mirada de Martha, aunque parecía demasiado tarde. El joven se había dado cuenta, aunque eso más que molestarle le alivió. Por lo menos parecía interesado en Martha y no en Christina, significaba menos competencia. Sin embargo, a Christina no le agradaría en absoluto descubrir que John estaba observando a la otra chica.

- Siéntate a mi lado - dijo Christina.

Aunque no sonó como tal, John comprendió que era una orden. Se sentó junto a la muchacha, que llevaba un vestido fluido de color turquesa que le combinaba con los ojos.

- Sígueme - le susurró ella.

Se levantó de la silla para buscar algo de comida en el buffet y, acto seguido, John obedeció. Aunque le pareció una tontería que le hiciese sentarse para volver a levantarse en un segundo, se calló. No le convenía enemistarse con Christina, se notaba que tenía un gran poder, pero no solo porque fuera la dueña del barco.

Ambos se dirigieron hacia unas mesas que había cerca de las paredes del restaurante, donde estaba colocada la comida. John vio una cantidad de platos exóticos que no le resultaban demasiado apetecibles, y Christina rió al percatarse de la cara que se le había quedado.

-  ¿No te gustan? - preguntó, aunque la respuesta fuera evidente.

- Creo que no he probado nunca nada como esto - contestó él, intentando no ser demasiado directo.

A Christina se le escapó otra risa, pero intentó disimularla.

- A mí tampoco me gusta, pero el cocinero es amigo de mi padre y no para de exhibirse haciendo cosas como estas - aclaró.

John suspiró, por lo menos ella le entendía. No era tan antipática como parecía en un principio.

- ¿Te apetecen unos simples filetes de pollo empanados? - se ofreció la chica.

Él asintió, contento de no tener que probar aquella extraña comida que tenía delante y la siguió.

Riley no paró de observarlos desde que se levantaron, y sus ojos se abrieron como platos cuando descubrió que Christina se estaba riendo de algo que había hecho John. Hacía muchísimo que no la veía así, desde... aquello. El pesar del joven aumentó cuando los otros dos se marcharon juntos hacia la cocina. Se sentía algo decepcionado, le gustó Christina desde el primer momento en el que se subió al Malatesta con su novia.

Ambas eran diferentes, pero en Christina lo notó cuando cruzaron la primera mirada. Se lo dijo y se volvieron muy buenos amigos, pero no podía dejar de verla como algo más. No sólo le atraían aquellos poderosos ojos azules, sino todo lo que escondían dentro. Emanaban ambición, seguridad y, con lo último que había pasado, se habían vuelto más duros. Sin embargo, quizá eso podía cambiar. Se había reído de algo con John y, por mucho que le doliera admitirlo, puede que él fuera bueno para ella. Y Riley solo quería lo mejor para Christina.

En la cocina, un hombre les dirigió una mirada de odio y siguió con su trabajo. John estaba algo perdido, pero siguió a Christina por la pequeña cocina del barco hasta que se paró tras un hombre vestido con una chaquetilla negra. Este se giró y, al verla, ya supo por qué había entrado allí.

- ¿Para tu amigo también? - preguntó, sin levantar la mirada de lo que estaba haciendo.

Ella miró a John, y este contestó:

- Sí, por favor.

El hombre suspiró resignado. Recordó el día en el que el Sr. Miller lo llamó para concederle un empleo en el nuevo barco que había adquirido. "¡Jefe de cocinas en el Malatesta!" pensó, emocionado. Luego descubrió que el barco era un regalo para su hija, Christina Miller, y que debería trabajar bajo el mando de la joven.

No era mala chica, pero se notaba que había habido un cambio en su vida desde la primera vez que subió al barco. Siempre había tenido ese aura poderosa y ambiciosa que seguramente habría heredado de su padre, pero antes había amor y cariño en su interior. Quizá tuviera algo que ver con aquella otra chica con la que subió al barco el primer día. Era muy guapa y él las veía todo el día juntas, pero eso se acabó. ¿Cómo se llamaba?

No, no se acordaba.

Cáncer (Doce Elegidos IV) [Completa] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora