Martha se tumbó en el sofá y se echó la manta que había cogido de su habitación por encima. Le había dejado a John su cama, ya que había pasado por demasiadas cosas en unos días y necesitaba descansar bien. Habían acordado resolver sus dudas a la mañana siguiente, pues había sido un día duro y largo para ambos.
Cerró los ojos y trató de olvidarse de que no estaba tan cómoda como en la cama, aunque al final eso no resultó un problema. Cayó en un sueño profundo, aunque no demasiado agradable.
Martha despertó un día cualquiera del maravilloso viaje que Christina le había regalado. Era feliz, de hecho pensaba pedirle matrimonio a su novia cuando llegaran a su destino. Mientras tanto, disfrutaría de aquel precioso regalo junto a ella.
Salió de su cuarto, Christina se había levantado más temprano, desde que llegaron al barco pareció que había nacido en ella una pasión incomprensible por madrugar. No era nada malo que le gustara estar sola por las mañanas, por lo que Martha respetaba su nueva tradición. Aunque cada vez que le preguntaba a la chica por la razón, esta contestaba con evasivas o se ponía a la defensiva y nunca llegó a encontrar una respuesta coherente.
También pasaba mucho tiempo con uno de los empleados del barco. Era un chico joven, no era feo pero seguía siendo un niño, ¿Riley era su nombre? No creía que Christina se sintiera atraída por él, a pesar de que fuera bisexual como ella. Además, confiaba plenamente en su novia y no le importaba que pasara tiempo con otras personas.
Entonces, de camino a cubierta, una empleada la paró por el pasillo. Ya la había visto varias veces y siempre se la quedaba mirando, aunque no entendía por qué. Debía tener su edad, unos veinticinco años, y lo más característico en ella era su melena rizada.
- Soy Lucy - se presentó deprisa, como con miedo de que alguien las estuviera observando - Tengo que explicarte algo muy importante, ven esta tarde a mi habitación y no se lo digas a nadie.
Martha asintió porque tenía curiosidad, y también cumplió el deseo de Lucy de que nadie se enteraría, los ojos de la chica parecían suplicárselo.
Tras pasar toda la mañana con su novia, por la tarde se excusó para visitar a la otra chica. No le gustaba mentirle a Christina, pero aquello parecía realmente importante. "Además, siempre podría contárselo si tiene algo que ver con ella" pensó.
Llamó a la puerta de la habitación de Lucy y entró en ella con discreción. Jamás se habría esperado lo que estaba a punto de contarle, y no se sentía capaz de decírselo a su novia. Si iba con ella ahora mismo y le confesaba que era Cáncer, un signo del zodiaco, cuya misión era salvar el planeta, la tomaría por loca. Así que decidió quedarse un rato más con Lucy, su Jelhoc, para aprender más sobre los Doce Elegidos.
Todo empezó a ir mal cuando, al salir del cuarto, se encontró de bruces con Christina. Esta se quedó paralizada, al ver a su novia saliendo en silencio del cuarto de otra chica.
- Chris, no es lo que parece - empezó Martha.
- ¿Qué es, entonces? - preguntó Christina aguantándose las lágrimas, deseando que tuviera una explicación razonable y solo se estuviera preocupando por una tontería.
- No... No puedo decírtelo - suspiró - Tienes que confiar en mí, Christina, yo jamás te haría algo así.
- No creía que fueras capaz, de verdad. Confiaba plenamente en ti, pero una cosa es confianza y otra ser tonta. No estoy ciega, por mucho que quieras negarlo, es evidente - sus ojos comenzaron a humedecerse, y el dolor se transformó en rabia -. Pero esto no va a quedar así, llegará el día en que el karma te devolverá todo este dolor y puedas experimentarlo por ti misma.
Martha inspiró hondo, dejando caer una lágrima. Le dolía que su novia no confiara en ella, que pensase esas cosas de ella. No podía negar que la situación estaba en su contra, pero ya llevaban muchísimo tiempo juntas, no se echaría todo a perder por esto, ¿no?
- ¿Cómo puedes estar tan tranquila? ¿Tan poco te importo?
Las lágrimas no dejaron de resbalar por las mejillas de Christina.
- ¡Dime la verdad! ¿Cómo eres capaz de ignorarme así? Eres fría e insensible, aunque haya tardado tanto tiempo en darme cuenta, mejor tarde que nunca.
Martha no encontraba las palabras para defenderse, ni para hacerla sentir mejor, por lo que optó por permanecer en silencio.
- ¡¿Por qué te da igual?! ¡Me estoy derrumbando delante de ti, y parece que ni siquiera te dignas a escucharme!
Martha suspiró, también con los ojos llenos de lágrimas, dispuesta a darle a la chica que amaba un consejo de vida:
- No, Christina, no es que no me importes. Se llama calma, y te costará muchas tormentas conseguirla.
Martha abrió los ojos de golpe y se incorporó, con la respiración agitada. Eran sus recuerdos, aunque revivirlos en aquel sueño había sido una auténtica pesadilla. Se levantó del sofá y llamó a la puerta de su propio cuarto, antes de asomar la cabeza.
- John, ¿estás despierto?
Escuchó algo moverse entre las sábanas.
- Ahora sí - murmuró él, adormecido.
- Me da bastante vergüenza decirte esto, pero acabo de tener una pesadilla horrible y si vuelvo a dormir sola a lo mejor...
- Ven aquí - la cortó John.
La chica calló y se tumbó junto a él en la cama. Como esta no era muy grande, estaban bastante juntos, pero lo que a Martha le daba vergüenza a él no parecía importarle. Decidió que si a John no le molestaba a ella tampoco debía de resultarle extraño, y acabó por volver a dormirse profundamente (esta vez sin pesadillas) entre sus brazos.
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Cáncer (Doce Elegidos IV) [Completa]
Fantasy[Continuación de Géminis] No creía que fueras capaz, de verdad. Confiaba plenamente en ti, pero una cosa es confianza y otra ser tonta. No estoy ciega, por mucho que quieras negarlo, es evidente. Pero esto no va a quedar así, llegará el día en que e...