(5) Tormenta

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Después de la comida, Christina pidió a John que la acompañara a cubierta.

- ¿De dónde vienes, John? - le preguntó sin rodeos.

- No lo sé.

- Es imposible que no lo sepas - empezó a resignarse.

- Es la verdad, no me acuerdo.

- John, escúchame. Te he tratado bien, te he acogido en mi barco e incluso te he ofrecido comida especial del chef. ¿Por qué no confías en mí?

- Porque no me inspiras confianza, Christina - soltó John.

La respiración de ella se aceleró y sus mejillas empezaron a teñirse de rojo, estaba enfadada.

- Sin embargo, ese no es el problema. Eres la dueña del barco, me beneficiaría contártelo aunque no confíe en ti. El problema es que no recuerdo nada.

Christina inspiró, intentando serenarse. Entonces, en un breve instante, a John le recordó a otra chica. Una que también solía enfadarse enseguida, aunque era más pequeña que Christina. Recordó unos ojos azul turquesa, pero la imagen se fue demasiado rápido. Un sentimiento de nostalgia invadió a John, pero no sabía qué echaba de menos. Estaba tan enfrascado en intentar que ese rostro volviera a aparecer en lugar del de Christina, que no se dio cuenta de que la rabia y la impotencia de esta estaba creando olas que comenzaban a azotar el barco.

- John, estoy perdiendo la paciencia - dijo.

Este no contestó, no podía dejar que el recuerdo de aquella chica se fuera del todo. Quizá eso le ayudaría a recordar de dónde venía, quién era y por qué echaba tanto de menos a alguien. Aunque el vacío de su interior no se llenó con la imagen de ella, pero puede que ese recuerdo lo llevara a descubrir a quien extrañaba.

Lucy, que contemplaba la escena desde lejos, se apresuró a avisar a Martha. Corrió por el pasillo y llamó con prisas a la puerta de la habitación que compartía con el recién llegado. La mujer abrió con pocas ganas, pero sus ojos se abrieron ante la sorpresa de ver a Lucy allí.

- Christina parece furiosa con John - informa Lucy - Creo que está a punto de devolverlo al mar.

Martha sale de la habitación apresurada, con el mismo vestido blanco y largo con el que había ido a comer. Tenía miedo de que Christina hiciera alguna locura.

- Ve a avisar a Riley - le ordenó a Lucy, antes de abandonar el pasillo.

Esta se quedó unos instantes allí mismo, de pie y quieta, impactada. Tenía que ir a avisar a Riley. A Riley. Inspiró hondo y soltó el aire por la boca despacio. Era algo importante, no podía dejar que esos estúpidos sentimientos por alguien que solo tenía ojos para Christina lo estropearan todo. Y menos cuando lo iba a pagar John, un joven misterioso que había perdido la memoria y hasta ahora el único que parecía poder plantarle cara a la dueña del Malatesta. Armándose de valor, llamó a la puerta de la habitación del muchacho.

Cuando Martha llegó a la cubierta, se asombró de que de repente se hubiera nublado tanto el cielo. De hecho, parecería una imponente tormenta de no ser porque el viento estaba totalmente tranquilo. La ausencia de sol hacía que lamentara no haber cogido algo para abrigarse cuando salió despedida de la habitación, pero no tenía tiempo de volver para atrás. Se encontró a Christina enfrentada con John, demasiado cerca del límite del barco y de las olas, que habían crecido considerablemente teniendo en cuenta que hacía unas horas el mar estaba en calma.

Christina no gritaba, pero las palabras salían de su boca con un tono amenazador. Sus ojos azul eléctrico parecían contener la misma fuerza de las olas que rompían con violencia contra un acantilado. Sin embargo, John no se dejaba amedrentar. Era consciente de que la chica tenía más poder del que parecía, pero algo en su interior le decía que él no tenía nada que envidiarle.

- Christina - la llamó Martha - No hagas nada de lo que puedas arrepentirte.

La furia de esta se volvió hacia Martha.

- Ah, Martha - dijo aparentando calma, mientras las nubes negras que se habían acumulado en el cielo empezaban a descargar agua - Ambas sabemos que no le debo nada a John. ¿Qué me impide tirarlo por la borda? Sería completamente inmoral pero, ¿a ti qué te importaría? ¡Si tu eres experta en pasarte por el **** la ética!

- No tienes derecho a descargar tu rabia sobre John, Christina - replicó Martha, con una tranquilidad envidiable.

- ¿Y qué vas a hacer para impedírmelo? - preguntó con burla.

Cáncer (Doce Elegidos IV) [Completa] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora