Una voz despertó a John y no le hizo ninguna gracia, pues estaba tan cansado que había caído rendido en cuanto había cerrado los ojos.
- John, ¿estás despierto?
Se movió en la cama, algo malhumorado, intentando darle a entender que sí pero que no tenía ningunas ganas de hablar porque acababa de despertarle en mitad de la noche. Sin embargo, al no escuchar respuesta alguna de Martha, optó por murmurar:
- Ahora sí.
- Me da bastante vergüenza decirte esto, pero acabo de tener una pesadilla horrible...
John ya sabía por donde iba a ir el resto de la frase, así que dejó de escuchar. Los dos lo habían pasado mal, y lamentaba de verdad que Martha tuviera pesadillas porque parecía una buena chica, pero lo único que quería hacer en ese momento era volver a dormir. Así que, hizo un hueco en la cama y, cortándola, dijo:
- Ven aquí.
Martha se calló, cosa que él agradeció, y se tumbó a su lado. John sabía que iba a resultar incómodo, pero dejó de pensar en eso intentando afrontar la situación con la mayor naturalidad posible. Se acercó más a ella, porque sino iba a caerse de la cama, y solo se apartaría si la chica se lo pedía. Como continuaba callada, decidió seguir con aquello que más amaba después de comer: dormir.
John estaba discutiendo con Noah, el que decía ser su hermano.
- No puedes, hacer nada, tan sólo esperar. Esperar que ocurra algo y quedarte de brazos cruzados hasta que pase. Y esta espera nos está matando a los dos, John.
Tras esas palabras de su hermano, apareció en la calle y se encontró a una chica de unos dieciséis años, de cabellos ondulados castaños claros y ojos de un turquesa intenso. Al verla, sintió lo mismo que cuando despertó con Martha y Christina, pero al observar el recuerdo desde fuera notó una cierta familiaridad.
- Tauro - fue lo único que dijo la joven, antes de que John saltara al siguiente recuerdo.
Recordaba haberse encontrado más tarde con la misma chica en una sala pequeña y oscura, y también haberla amenazado, aunque no sabía el por qué.
Después, observó cómo un toro negro peleaba contra ella. Tras un instante envuelto en un cegador resplandor, la chica desapareció para dar lugar a un carnero, que enfrentaba al toro sin temor alguno.
Más tarde, ya había anochecido, y se encontraba en un cuarto desconocido dormido junto a esa misma joven. No tenía claro quién era, pero lo que sí recordaba era todo lo que había sentido en el pasado. Sabía que no sentía nada más allá del cariño por ella, pero no entendía cómo podía haberla amenazado antes. Notó como se liberaba de un gran peso al confesarle algo, y como ella le revelaba un secreto que tanto tiempo había estado deseando conocer.
Recordó a otras dos chicas, de la misma edad que la primera, una rubia y otra morena. Un paisaje calcinado, y la primera joven haciéndolo resurgir de sus cenizas.
Luego, se encontró bajando unas escaleras junto a ella, siguiendo a un hombre algo mayor que él mismo. Se encontró en un sótano frío y húmedo, en el que había varias celdas. Caminó, sumido en sus pensamientos, hasta que ella susurró algo que hizo que un escalofrío recorriera su espalda.
- Gracias, John.
Él se volvió, confuso y notando como el miedo se adentraba en su cuerpo, y alertó a sus compañeros en cuanto vio aquella figura extraña que aferraba la mano de su "amiga".
- ¡John, Liam! - gritó, dándose cuenta de que no podía atacarle.
Se decidió a ayudarla, lanzando unos hechizos extraños que no sabía que podía realizar, aunque recordaba estar seguro de sí mismo. Buscó apoyo en el tal Liam, pero este había desaparecido, y el sentimiento de traición se coló en su interior. Continuó atacando, pero no podía hacer nada realmente efectivo si ella estaba tan cerca de su enemigo.
- ¡¿Quién eres?! - le gritó.
Cuando volvió a abrir los ojos, se encontraba encerrado en una celda, haciendo tratos con un extraterrestre para que sacara a la joven de allí. La misma que sí se había quedado a su lado durante el combate, la misma con la que había hablado aquella noche. Y recordó, con cierta nostalgia, las ganas de que ella estuviese a salvo.
Lo siguiente fueron días encerrado en la misma prisión. Lo único diferente fue que un día una chica rubia, con los ojos del color del hielo, se acercó a hablar con él.
- ¡He dicho que lo sueltes, joder! - gritó muy enfadado.
Había dos personas más junto a él en la celda, un chico rubio de rostro simpático y una joven de ojos verdes casi idéntica a la que le había visitado.
- Vas a pagarlo caro, Eberhard - amenazó.
Entonces, la primera que fue a visitarlo entró en el sótano y le atestó un fuerte puño al tal Eberhard.
- ¿Cómo me has hecho esto? - preguntó ella, con un dolor desgarrador en la voz - Éramos un equipo, no teníamos secretos. ¿Por qué me has traicionado así?
Eberhard susurró algo, pero John no fue capaz de escucharlo.
- ¡No quiero saber nada más de ti, imbécil! - y la chica le dio un guantazo en la cara.
Subió las escaleras corriendo y el "imbécil" la siguió, dejándoles a los prisioneros una oportunidad perfecta para escapar.
Una vez arriba, tras una discusión entre ellos dos, Eberhard dijo:
- A veces, las mentiras sirven para proteger aquellos que te importan, pero las promesas se cumplen siempre.
John recordó no encontrarle sentido alguno a aquella frase, pero tampoco tuvo tiempo de pararse a pensarla, pues el hombre lo agarró y se tiró con él por la ventana.
Se acordó de lo rápido que latió su corazón en aquella caída, del frío estremecedor al tocar el agua y de la ansiedad que sintió al no poder salir. Después, lo vio todo negro. Pensó que estaba muerto pero, en ese instante, abrió los ojos.
El corazón de John latía con fuerza, y gotas de sudor empapaban su frente. Sin embargo, no se encontraba bajo el mar, sino en una habitación por cuyas persianas se filtraban ya los primeros rayos de sol de la mañana.
- ¿Qué ocurre? - preguntó Martha, adormecida y preocupada.
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Cáncer (Doce Elegidos IV) [Completa]
Фэнтези[Continuación de Géminis] No creía que fueras capaz, de verdad. Confiaba plenamente en ti, pero una cosa es confianza y otra ser tonta. No estoy ciega, por mucho que quieras negarlo, es evidente. Pero esto no va a quedar así, llegará el día en que e...