cap.1

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Capítulo 1. Making Friends.

Imagine Dragons – Demons. 
When the days are cold and the cards all fold and the saints we see are all made of gold. When your dreams all fail and the ones we hail are the worst of all and the blood’s run stale. I wanna hide the truth I wanna shelter you but with the beast inside there’s nowhere we can hide. 

Tenía en mi mano la carta que enviaría a mi ‘consejero secreto’. No tenía ni idea de cómo sería de aquí en adelante. Miraba a mis compañeros y todos parecían ser tan estúpidos. ¿Cómo alguien podría ayudarme con mis problemas? Tampoco es que tuviera serios líos en casa. Pero me gustaría que alguien tuviera un pensamiento maduro en cuanto a mis experiencias estudiantiles. ¿Y si mi carta caía en manos equivocadas? ¿Y si alguien se enteraba de mis más oscuros secretos? ¿Qué pasa si algún estudiante la leía y sabía que era yo? 

Suspiré, eso jamás sucedería. Nos habían comentado que era todo muy justo y limpio. Que no habría trampas ni mucho menos. Pero yo aún tenía mis sospechas. Cuando llegué al buzón, que en realidad era una caja de zapatos con una abertura en el centro, puse la carta sobre este y luego de morder mis labios nervioso, la dejé ir. 

Me abracé a mí mismo y caminé hacia mi casillero. Una vez en mi pasillo encontré a una chica chaparrita de cabello negro –amarrado en una coleta-- ojos grandes y castaños. No delgada, no gordita. Tenía unos jeans negros puestos. Una playera azul marino. Me acerqué y la empujé un poco-. Estás en mi casillero, busca bien el tuyo. 
- Vaya –dijo una vez que se compuso de mi empujón-. Pudiste haber sido un poco más suave, soy nueva y resulta que estoy perdida. Pero gracias por decirme que este casillero está ocupado. Especialmente porque en rectoría me dijeron que era el número 344 del bloque D. 
Me giré para verla y ella arqueaba una ceja. No era bonita, pero tampoco fea, ella era… normal-. Este es el bloque C. 
- Oh –respondió y sus mejillas se sonrojaron suavemente bajo su piel tostada. 
- Ahora estás avergonzada –declaré y ella asintió mordiéndose los labios. 
- Lo estoy. Así que mejor me voy dramáticamente antes de que algo peor me pase –sonrió tomando sus cosas y comenzó a caminar por el pasillo mientras me daba la espalda y yo abría mi casillero. 

Guardé un par de los nuevos libros que utilizaríamos estos semestres. Odiaba comprar libretas nuevas. Todo parecía tan vacío. Especialmente cuando mis mejores amigos ya se habían graduado y me habían dejado completamente solo en esta institución. Mis compañeras se habían convertido en las reinas del lugar. Mis compañeros en los estúpidos mandones y…

-Disculpa –me picaron la espalda, a lo que volví el rostro y noté a la chica que trataba de asaltar mi casillero mirando sus pies. 
- ¿Qué? 
- ¿Dónde está el bloque D? –susurró a penas audiblemente. Exasperado rodé los ojos y le señalé el pasillo a mi izquierda.
- Sigues por este pasillo y doblas a la izquierda, luego a la derecha en la primer escuadra –respondí secamente y ella me sonrió. Noté que tenía un hoyuelo en su mejilla derecha. 
- Gracias –asentí y me volví hacia mi casillero de nuevo. Primera regla sobre hablar con un nuevo: “No seas amable o no se te despegará en todo lo que queda del año escolar”. 


Cuando me di la vuelta noté que ella ya no estaba aquí. Muy bien hecho. Al menos no era una idiota a la que le gustaba que la humillaran. Aprendía rápido. Un punto a su favor. 

Tomé una de mis libretas y caminé hacia mi primer clase. A penas entré sentí la tensión en el aire. Chicas usando su mejor perfume. Hombres usando su mejor loción: Sudor. Profesoras intentando tener una gran sonrisa porque hoy inician su año escolar y un inadaptado que nunca habla sentado al final de la última fila donde nadie ose mirarlo… yo. 


Garabateaba la fecha en mi libreta. Tuve que comprobarla en mi celular porque en todo el verano no me molesté en preguntar qué día era. Lo había pasado bien con mi familia en Florida. No me hubiera gustado volver al frío clima de Londres, a sus días nublados, a su neblina, incluso a las palomas que nos atacaban en el parque, incluso sabía que no extrañaría andar en metro con toda la gente a la hora pico. Pero todo lo que se suponía que amaba estaba aquí. Mi hogar, mi familia, mis ‘amigos’, mi escuela… todo. 

Bostecé sintiendo que el cansancio se apoderaba de mis pensamientos. Odiaba los primeros días de escuela. Todos te preguntaban sobre tu verano, lo más emocionante que había hecho era ir a la playa con mi hermana y ser atacados por un montón de gaviotas hambrientas. 

Todo aquí era un ritual. Entras a clases, mencionan tu nombre en la lista, te preguntan por tu verano, cada uno cuenta su versión, termina la clase, te piden un ensayo de la página principal del tema que verán la próxima semana y te vas. Todo eso por ocho clases al día, cinco días a la semana por las primeras dos semanas escolares. 

Cerré los ojos un momento y bajé la cabeza. Normalmente nadie me miraba ni me prestaba atención. Sabían que conmigo no había ninguna clase de conversación normal. No me gustaban las personas. ¿Por qué? No lo sé, simplemente me hacían sentir incómodo. Cuando estaba en casa me sentía un poco solo, pero cuando estaba fuera… en el exterior, me sentía acosado por la mitad del planeta. Yo era todo una ironía. 

Escuché que la puerta se abría y una escandalosa voz inundó el aula. Vagas disculpas fueron pronunciadas y no necesité abrir los ojos para saber que era la nueva. Me mantuve así hasta que sentí que el flequillo se me movía al movimiento de algo frente a mí. 
-Hola amigo. 
- No soy tu amigo. Estoy en tu clase solamente –respondí y escuché su risita. 
- Alguien es un gruñón –abrí los ojos y la noté a ella mirándome. Tenía un codo apoyado en su pupitre y su cara en su mano-. Mi nombre es Jamaica –no pude evitar reírme y ella apretó los labios. 
- ¿Cómo el país? 
- No, como el agua –dijo ella secamente-. No te rías… todos me llaman J. 
- Si tuviera tu nombre probablemente también me ocultaría detrás de una letra –dije riendo mientras miraba al frente y todos hacían anotaciones. 
- No me digas, ¿tu tienes un nombre de artista supongo?
- Lo tengo, soy Harry Styles –respondí y ella se giró sobre su asiento simulando que me desconocía-. ¿Te gusta?
- Es precioso. Ahora deja de hablarme –reí e hice lo que me indicó. 

Me concentré durante la clase hasta que recordaba cómo se llamaba y de nuevo reía. ¿Cómo era posible que se llamara así alguien? ¿Me mentiría? Si no lo hacía, sus padres realmente fueron crueles con ella. Negué con la cabeza. Pobrecita. Este sería su peor año escolar en toda su vida. Al menos hasta que entrara a la Universidad y el mundo se le viniera encima. 

El timbre de salida sonó y tomé mis cosas. Ella se levantó y me empujó un poco-. Lo siento, voy pasando –susurró mientras se alejaba. 

¿Esa chica qué se proponía? ¿Agradarme? ¿Qué la odiara? Mujeres, siempre siendo tan complicadas. Yo tenía novia. Al menos eso es lo que yo creía antes de irme de vacaciones. No la había visto, no había hablado con ella y francamente me daba flojera buscarla. Lo único que sabía era que estaba bien porque sino me hubiera enviado un mensaje diciéndome todo lo que había pasado en su verano. Tal vez ya ni siquiera la tenía. 
Pienso que soy un novio detestable. Primero que nada, no hablo con ella. No le llamo. No le contesto mensajes. No tenemos citas. Cuando salimos, ella paga su mitad. Cuando me llama, normalmente la dejo hablando sola mientras juego videojuegos y hago ruidos comunes como: “Ajam, sí, no… wow, ¿y luego?”. Lo crean o no… funciona. No tenía idea de cómo ella seguía diciendo que éramos algo. Lo que es más, ¿por qué yo aún lo creía? 

Tal vez me engañaba. Bueno, no importa. Yo tenía una linda consola nueva que seguramente me consolaría mientras yo sufría de depresión mientras me atragantaba con comida. Triste vida la mía. 

Pasé las siguientes clases en medio de mi ritual diario hasta que por fin llegó la bendita hora del almuerzo. 

Cafetería. Definición: “Una extensión donde los animales salvajes se dedicaban a la caza furtiva de presas pequeñas” 

Llené mi bandeja con cosas que seguramente harían que mi cara se llenara de espinillas, pero no me importaba, tenía hambre y aunque el cutis era importante, mi estómago mandaba. Siempre ganaba. 

Llegué a mi habitual mesa. Me sentaba donde las D. Denisse, Diana y Daphne. Todas rubias, todas guapas, todas porristas, todas inalcanzables. Tampoco era que aspirara a conseguirme alguna como ellas. No creo que tuvieran un tema que fuera de mi interés. Lo único que hacían era mantener mi mesa llena. Ninguna me hablaba, pero ninguna me tenía completamente ignorado. Sabían que estaba allí, pero no intentaban mantener ninguna conversación. A veces me miraban por tiempos prolongados, a veces incluso robaban mi comida, pero yo no intentaba reclamar. Si por hacer bulto querían comer… entonces comida tendrían. Tal vez no querían que su bandeja se viera demasiado llena. Tal vez sus pequeños brazos no podrían cargar una de verdad. No lo sé, y no me importaba. 

-Disculpa –la sopa cayó en mi regazo y me levanté de golpe mirando a la causante de esto-. Lo siento Harry. 
- ¿Qué demonios estás haciendo aquí? –pregunté sacudiéndome los jeans. Tomé una servilleta y traté de limpiarme, pero una mancha se prolongaba por mi regazo. 
- Venía a comer pero… no encontraba ninguna silla disponible y… 
- Decidiste venir a donde yo estaba a mojarme los jeans con sopa, ¿no? –dije fríamente. Las D nos miraban asustadas y yo empujé la bandeja frente a mi mesa. 
- Lo siento, fue un accidente. 
- Pues a la próxima ve a causar accidentes a otro lado lejos de mí, Jamaica –respondí molesto y sus ojos se aguaron-. No llores. 
- Eso tú no lo decides –las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas y yo apreté los puños. 
- Me estás dejando como un idiota, deja de lloriquear –ordené y ella apretó los labios y miró hacia el suelo. 
- Déjame… yo…
- Dios santo, te encantan los dramas –me acerqué a ella y alzó el rostro. Sus ojos estaban húmedos y sus labios se enrojecieron-. Basta, largo de aquí y consíguete otro lugar en el qué comer. 
- Pe… perdón. 
- Vete –ordené y ella caminó hacia el otro extremo de la cafetería. Suspiré y me senté en otra silla y seguí limpiándome los jeans. Alcé la mirada al notar que todo estaba en silencio y que me miraban-. ¿Qué? ¿Se les perdió algo? Joder, vuelvan a sus asuntos. 

Jamás en mis años escolares había llamado tanto la atención. De hecho nunca en mi vida había hablado frente a los estudiantes. Ni me habían mirado como si fuera un raro experimento. Normalmente yo era una persona invisible y ahora odiaba a la chica con nombre de agua color rojo por hacerme sentir incómodo frente a todos. 

Las clases siguieron normales hasta la última, donde ella entró al salón y se sentó lo más lejos posible de mí. Sacó una de sus libretas y garabateó la fecha. Ella me miró disimuladamente y yo no aparté la vista de ella. Cuando notó que la observaba se giró sonrojada y disimuladamente me mostró su dedo medio. Reí bajito y volví a mi cuaderno. 

La clase me parecía eterna, los veranos de los estudiantes fueron largos y entretenidos. Cuando fue mi turno me puse de pie y suspiré-. Florida, sol, playa, familia, videojuegos y volví a Londres –fue lo único que dije y la maestra asintió. Sabía que de mí eso era lo único que obtendría. 

Más alumnos hablaron y por fin llegó el turno de ella. Se puso de pie algo temerosa y comenzó a retorcer sus dedos-. Yo… yo bueno, me mudé aquí a penas hace dos semanas. Así que mi verano fue básicamente puras cajas, despedidas y lágrimas. Mi padre falleció hace tres semanas. Tenía cáncer. Yo… -todos la miraban excepto yo-. Bueno, estoy aquí para comenzar una nueva vida y… conocer gente. Empezar de nuevo. No soy alguien entretenido de hecho soy muy normal. 
- Eso ya lo vimos –mencionó una de las castañas presumidas de mi aula. Cassie Pocket. Presumida, porrista, antes era la más odiada del alumnado por ser demasiado preguntona y chismosa. Ahora la mayoría de nosotros sabía evitarle. 
- Bueno… y así fue como llegué aquí. 
- ¿De dónde eras? –preguntó el profesor. 
- Nueva York… 
- Americana –susurró un chico al frente de mí. Eso haría que todos trataran de llegar a ella. Aunque yo seguía pensando que no era la cosa más interesante de aquí. Arqueé una ceja y ella suspiró. 
- Bueno… creo que es todo lo bueno que puedo decir de mí. 
- ¿Y qué hay de lo malo? –pregunté moviendo mi bolígrafo por la hoja de papel frente a mí. 
- Bueno, supongo que si te lo cuento encontrarás la forma de humillarme. Pero he tenido suficiente con lo que hiciste en la cafetería. 
- Señorita Longford… -advirtió el profesor. 
- No, déjela que hable –dije atreviéndome a mirarla-. Tú te metiste en ese lío. Yo solamente me defendí. 
- No tenías que ser un idiota. Me había disculpado. Me sentí mal pero tú te encargaste de hacerme sentir peor. 
- ¿Y no lo merecías? Ni siquiera sé por qué te intentaste sentar donde yo. Hay clases de alumnos en la escuela. 
- ¿Y yo donde quedo? –preguntó altanera-. En la mesa donde están los jodidos supongo. Soy nueva no esperes que sepa cómo están todos aquí divididos. 
- ¿Qué te parecería sentarte donde haya gente menos llamativa? –inquirí. 
- ¿Esta es la parte en la que ambos se enamoran y son felices para siempre? –preguntó Cassie y ambos la fulminamos con la mirada. 
- Eso solo pasa en las películas –murmuró Jamaica-. En la vida real él es un completo imbécil, vende hot-dogs en la esquina y yo paso frente a él con mi perro para que haga sus mierdas en su puestillo. 
- Eres una… 
- ¡Styles! –reprendió el profesor-. Tranquilícese y señorita Longford, será mejor que tome asiento y olvidemos todo este asunto. No me hagan enviarlos juntos a dirección. 

Sentía que la cara me ardía. Estúpida mocosa. Ya se las vería conmigo. La haría sufrir hasta que me pidiera perdón. Nunca nadie me había humillado tanto como lo había hecho ella. Ya pagaría. Era su primer día en esta escuela y ya se había ganado a un enemigo.

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