cap.27

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Capítulo 27. Problemas.

Eminem – No love. 


Estaba sentado en una esquina, en el último sillón de la casa de Russel. Ésta estaba saturada de gente. ¿Cómo habían llegado aquí tantos invitados? No tengo una maldita idea. Pensé que esto sería un poco más privado, pero a penas llegué, supe que esto no sería una fiesta normal. El auto de sus padres no estaba, solo el propio. Supuse que por eso la fiesta sería ahí. Sin gente vigilando cada movimiento, adolescentes estúpidos y algunos adultos drogados y ebrios habían logrado colarse. 

La música estaba a todo volumen, las paredes manchadas, el suelo cubierto de gente que no recobraba la consciencia. Esto estaba sobrepasando los límites. Me levanté de mi lugar y encontré a Russel parado en la cocina frente a uno de los gorilas del equipo de Rugby. En su mano tenía el barco que yo le había obsequiado. Reía a carcajadas y Russel solamente lo observaba, serio, mirándolo a los ojos, amenazante, esperando el momento correcto. 

Yo me quedé un momento ahí, expectante y entonces noté cómo Oliver reía, Russel hizo su mano izquierda un puño y arremetió fuerte contra su mandíbula mandándolo al suelo. Nadie lo vio venir, excepto yo. 

Russel le quitó de las garras el barco y caminó hacia donde yo estaba. Tenía el entrecejo fruncido y me hizo a un lado para subir las escaleras hacia su habitación. No lo seguí, no tenía caso. Estaba molesto y yo no tenía una solución para eso. 

Cuando volvi a la sala noté a Jamaica sentada en un banco mientras unas de las porristas estaban paseándose, o más bien chocando contra los muebles en el batimóvil. Torcí los labios. Ella me miró y yo me encogí de hombros. Ella solo puso los ojos en blanco y siguió mirando el espectáculo. 

La noche continuó así, hasta que los tres nos vimos en el patio trasero. La fiesta continuaba y la música estaba cada vez más alta. La gente no dejaba de llegar y los tres estábamos agotados de intentar remediar esto. Aunque ellos querían evitar la droga, no podían decirles nada a los que ya estaban inconscientes en el lugar. 
- Pues… -dije tomando un vaso rojo de plástico que me encontré por ahí- brindo porque lo olvidemos y lo enfrentemos mañana. 
Russel miró su reloj y rió-. Ya es mañana… hoy pues –respondió- son las tres.
- ¡Tempranísimo! –murmuró Jamaica. 
- Bueno… -miré a mi alrededor- ¡Es tu cumpleaños Russel! Olvídate de todo, hay más putas por aquí que nada, hay bebida, hay hierba, harina o polvo blanco que podemos probar… yo que sé. Solo es una noche –me excusé y él rió. 
- Consigues una puta y yo me conseguiré a un gorila… -amenazó Jamaica a Russ y él le guiñó un ojo. 
- Bueno, haz de Jamaica tu puta. 
- Cállate Filí –dijo ella mostrándome su dedo medio. 
- ¿Entonces? –pregunté entregándoles dos vasos más de un pequeño niño que los traía en sus manos-. ¿Tú quién eres enano?
- Muérete…
- ¡Cabrón! –le grité y amenacé con perseguirlo. Este huyó y yo gruñí-. ¿Y ese qué?
- Ni idea… ¿no es mi vecino? –dijo él entrecerrando los ojos y mirando hacia la dirección en la que se fue-. Dios, empiezan tan pequeños.
- Bueno, olvidémonos del gnomo ese. ¿Podemos olvidarlo y simplemente celebrar tu cumpleaños 18? 
- Bien… -él se levantó y acercó el vaso al nuestro- Por… no tengo idea de por qué ¡Salud! –gritó y los tres chocamos el vaso. 




Me separé de ella y esta siguió mordisqueándome el cuello, me miré en el espejo y noté que estaba en el baño. Una chica de cabello castaño me estaba devorando, y cuando la miré noté que era una de las chicas que estaban conmigo en Filosofía. Me separé de ella. No sabía su nombre o más bien no lo recordaba ¿cómo demonios llegué aquí? 
- ¿A dónde vas? 
- Cierra las piernas –ordené y esta así lo hizo, me miré los jeans y tenía una horrible erección., gracias al cielo, aún permanecía dentro, allí donde debía de estar. Gruñí y miré a todos lados tratando de enfocar algo con claridad. 

Me sentía pesado, cansado y algo aturdido, sudaba como si hubiera corrido por millas y sentía el corazón realmente acelerado. Entonces encontré algo al lado de las piernas de la chica. Cocaína. Mierda. 

Me alejé de ella y esta se reía divertida. Caminé hacia la puerta y cuando la abrí noté que había una gran fila esperando que yo terminara. Me hice a un lado y ni siquiera le dieron oportunidad a la desconocida de salir del baño para que ellos comenzaran con lo suyo. 

Bajé las escaleras a tropicones y cuando llegué abajo, caí de cara al suelo, luché con levantarme rápido antes de que los que estaban ahora vomitando me cayeran encima o algo peor sucediera. Cuando estuve en pie, noté la silla de Jamaica en el suelo con el motor soltando chispas. Gemí, ¿Dónde estaban los chicos? 

Caminé escaleras arriba, tal vez había algo allí que pudiera indicarme donde estaban. Dios no aguantaba la cabeza y sentía la necesidad de tirarme en el suelo frío, la cara contra el suelo, tal vez hasta lamerlo, realmente estaba sintiéndome enfermo. 

-¡No! –gritaron y reconocí ese lloriqueo. Venía de fuera, me acerqué a donde estaba la ventana y noté a Jamaica siendo lanzada al agua de la piscina. Russel estaba en el suelo junto a la orilla, cubierto completamente de sangre. Sentí que el corazón se me encogía. 

Corrí tan rápido pude hasta las escaleras, me tropecé y caí de bruces rodando por ellas, cuando azoté en el suelo sentí que un pitido invadía mis oídos y luego todo se veía borroso. Giré en el suelo y cuando me levanté tiré de los que estaban cerca de mí hasta que comencé a correr hacia la puerta que daba al patio. Al salir noté a dos tipos riéndose en la orilla mirando hacia adentro de la piscina. 

Russel intentaba levantarse, pero Jamaica luchaba con poder salir del agua, el yeso era pesado y ella estaba lastimada. Fui directamente a donde ella sin pensarlo dos veces entré a la piscina y nadé hasta el fondo donde ella gritaba. La tomé de la cintura y nadé hacia la superficie. 
- ¡Russel! –gritaba desesperada. 
- ¡Cállate y mantente quieta! –ordené-. ¡Jamaica deja de moverte! 

Llegamos a la orilla y como pude la saqué del agua. Ella estaba bien, o al menos lo esperaba, solo notaba cómo salía sangre de sus labios, pero era una herida simple. Corrí a donde Russel y antes de que pudiera tocarlo tiraron de mi camisa, la cual amaba y no sabía si aún seguía bien, era de los Rolling Stones. 
- ¿Quién tenemos aquí? –preguntó quien menos lo esperé. 

Quinn Johnson: Antiguo capitán del equipo de rugby. Cuando entramos a la preparatoria él fue realmente destacado en cualquier deporte. Cuando digo todo son todos en los que le fuera posible participar. Seguramente si pudiera ser porrista también sería la más hábil. Siempre rompía récords, siempre era el primero en ser elegido, el preferido de los profesores y era además bastante inteligente y popular. No era muy agraciado, tenía una extraña marca al lado de un ojo, como el de una cortada. Muchos meses después nos enteramos de que su madre abusaba de él, por lo que su único modo de liberación era abusar de niñas menores de secundaria. Nadie lo sabía, yo una vez lo vi, pero nunca me interesaron esas chicas en particular como para acusarlo. 

Me tomó de la camisa y me acercó más a sí-. Harry Edward Styles… Dios, como has crecido –sonrió malévolamente. Sí, lo había hecho, pero él también. Ahora tenía mucho más músculo. Su sonrisa era enorme y sus ojos tenían esa mirada fiera de: “Te voy a matar a penas pestañees”. 
- ¿Qué estás haciendo aquí, Quinn? –pregunté apretando los puños, pero sin alejarme.
- Bueno, me enteré de la gran fiesta que el instituto daba… y vine a ver. 
- Era un cumpleaños. 
- Del ruso, me enteré –afirmó- le he traído un regalo –murmuró y lo miré, tenía a su lado una gran navaja mariposa en color rojo abierta. Doble filo en la hoja. Debo admitir que era preciosa. 
- ¿Qué le hiciste? 
- Un poco de heroína… se puso rebelde… tuve que enseñarle a no morder la mano que le da de comer. 
- ¡¿Lo has drogado?!
- Sobrevivirá… pero si vuelve a ponerse rebelde lo voy a matar y sabes perfectamente que no estoy bromeando –se alejó de mí, pero antes de que pudiera darme cuenta él le propinó a Russel una fuerte patada en el rostro. Casi pude escuchar cómo le tronaba el cuello. 
- ¡Russ! –gritó Jamaica. 
- Ups… -murmuró Quinn y volteó el rostro hacia donde estaba J- cállate puta, solo tendrá la nariz rota y un poco de jaqueca matutina, culparemos a la resaca y no te vayas… aún hay algo que quiero ‘negociar’ contigo. Vi como te le restregabas a este cabrón. 

Me le quedé mirando fijamente. Él soltó una carcajada escandalosa y yo sentí que las manos comenzaban a sudarme, pero no… no era sudor, estaban sangrándome de tan fuerte que tenía los puños cerrados. Solté un fuerte golpe y alcancé a encestarlo en su mejilla. 
- ¡Aléjate de ellos! –exclamé más que furioso. 

Él no tardó ni un segundo en envestirme y tirarme al suelo. Él sobre mí soltaba golpes a diestra y siniestra. Mi cara no podía sentir más dolor y mucho menos mis costillas. Giraba el rostro solamente para escupir un poco de sangre. Me movía debajo de él, retorciéndome tratando de salir de sus garras, pero no ganaba nada, no tenía ni una posibilidad de ganarle. Era imposible. Con las rodillas logré empujarlo, y cuando cayó detrás de mí, me levanté y le di una patada en la entrepierna, se encorvó un poco y di un puñetazo en su rostro. Solo giró el rostro y gruñó, golpeé en su muslo haciéndole doblarse y caer con una rodilla al suelo, tiró de mí y golpeó mi estómago tirándome al suelo ahogado. 
- ¡Ah! –escuché que gritó Quinn- ¡Qué… qué has…! 

Entonces me di cuenta, Russel estaba de pie, a su lado y tenía en su mano la navaja que Quinn le había obsequiado, pero sentí un horrible terror cuando noté dónde estaba incrustada. 

Russel tenía una mirada fría, calculadora, fiera, tenebrosa y oscura. Su mano estaba a un costado de la mejilla de Quinn. La navaja le traspasaba de una mejilla a la otra y la sangre brotaba en cantidades excesivas. Si hablaba su lengua se cortaría con la hoja. 

Miré a mi alrededor y había un par de chicos observando, pero estaban lo suficientemente asustados y otros borrachos como para ayudarle a Quinn. 

Russel sacó la navaja y caminó hacia atrás. Quinn se puso de pie y gruñó fuertemente. Estaba furioso, más que eso. Mi mejor amigo tenía cara de haber muerto y resucitado, no sé cómo explicarlo, simplemente no era él. 

Su rostro estaba cubierto de sangre, su ceja la tenía partida y podía notar esa cosa blanca, ¿era su hueso? No, no lo era. Por ambas fosas nasales había corrido sangre, por lo que estaba completamente manchado y su camisa blanca de All Time Low estaba completamente arruinada y asquerosa. Su boca estaba hinchada, igual que sus mejillas, su cabello estaba levantado y despeinado, pero lo que era peor, tenía una sonrisa que realmente aterraba a cualquiera hasta a mí. 

-Te has… metido con… la persona equivocada… -gritó Quinn, la sangre de sus mejillas corría horriblemente. Russel rió y se le quedó mirando. 
- Tú no tienes idea de cómo soy –murmuró en respuesta sonrió mostrándole esa blanca pero manchada de sangre dentadura- vete de aquí. 

Antes de que pudiera decir algo, ambos se volvieron a enredar en golpes y gritos. Jamás había visto a alguien luchar como ambos lo hacían. Jamaica estaba arrastrándose por el suelo hasta donde yo estaba, ambos sin poder decir una sola palabra. Solo mirando la pelea. Russel golpeaba su rostro y Quinn gritaba debido al dolor, la sangre no dejaba de salir, el suelo estaba asqueroso, tenía sustancias que no lograba distinguir y sangre, mucha sangre. 

-Hay que detenerlos, se van a matar –murmuró Jamaica aterrada- Harry…
- Es su pelea –defendí, aunque francamente lo único que quería hacer era gritar y separarlos, pero esto no funcionaba así, nunca funcionaba así. 

Escuchaba jadeos y más sangre corría por el suelo, fue entonces cuando noté que Russel aún tenía en su mano la navaja y la incrustaba en el cuerpo de Quinn cuantas veces podía, en la pierna, en el brazo, en la mano y no solamente eso, le daba vuelta, así no cicatrizaría, al menos no pronto. 
- ¡Basta! –gritó Quinn y cayó al suelo, Russel clavó la navaja en su mano y él gritó fuerte-. ¡Ahhh! 
- Escúchame bien hijo de puta… tú no tienes idea de lo que puedo hacer contigo… no quiero que vuelvas a mi casa, no quiero que vuelvas a traer tu asqueroso culo a mi vecindario y mucho menos que te acerques a mis amigos… -Quinn lo miraba con recelo, pero con miedo- Discúlpate –obligó y él apretaba la boca, la cual seguía sangrando, todos su rostro sangraba, igual que su cuerpo- Te desangras princesa… discúlpate antes de que colapses. 
- Lo siento… -susurró y comenzó a toser, sí… sangre. 
- No te oigo…
- ¡Lo siento! –gritó Quinn atragantándose un poco. 
- Largo de aquí –ordenó Russel y este a penas pudo levantarse. Dos gorilas más se acercaron y lo llevaron cargado hacia la salida. 

Russel se giró hacia la casa y todos los que lo miraban bajaron la cabeza-. Eso también va para todos ustedes… váyanse de mi casa. Ni una palabra sobre nada, porque me enteraré. Llévense a los tipos que están dentro… tomen su camarada y largo. 

Todos se quedaron en completo silencio y él gruñó-. ¡Que se vayan! –rápidamente todos se movilizaron y en treinta minutos, ya no había señal de vida alrededor de nosotros. 

Russel se desplomó entre Jamaica y yo. Completamente cansado, completamente asqueroso y se quedó dormido. 

Miré a Jamaica y ella estaba tan aterrada como yo. Como pude lo cargué y lo metimos a la casa hasta su habitación, la cual estaba realmente destrozada, muchos de sus barcos desechos y la cama era un asco. Ella quitó las sábanas y lo dejamos sobre el colchón. Le quitamos la ropa y ella preparó el baño. 

Luego de haberlo duchado y cambiado, lo dejamos descansando en su cama, fue entonces cuando me pregunté, cómo demonios Jamaica había llegado hasta aquí. La miré y su yeso ya no estaba, se lo había arrancado o quitado-. ¿Qué le pasó a tu pierna? 
- Quinn me quitó la férula –susurró- puedo moverme. 
- Camina –ordené y ella así lo hizo, pero podía notar cómo débilmente lo hacía. Tomé una garra o una camisa deshecha o lo que sea, pero era de tela y estaba larga, la enredé en su pierna inmovilizando su rodilla. Tenía una horrible cicatriz por la cirugía-. Camina –lo hizo, al menos no le dolía tanto-. Tendremos que llevarte luego al hospital. 
- Tu nariz sangra –mencionó y yo toqué mi nariz, así lo hacía. 

Suspiré y puse un trozo de papel en mi nariz tapando mi fosa nasal. Cerré los ojos y me quedé un momento así-. ¿Dónde están los padres de Russel? 
- Fueron a Rusia –respondió Jamaica- vuelven la próxima semana. 
- Genial… -respondí- esto… tendremos que limpiar este lugar. 
- Lo sé… tendré que llamar a mi tío… 
- Si se los decimos a nuestros padres nos matarán. Al menos a mí y me ordenarán dejar de hablar con él… -abrí los ojos y ambos miramos a Russel-. ¿Sabías que él era así de… violento?
- No. 
- Creí que lo mataría –admití y ella asintió- ¿Será la droga? 
- Él me dijo que antes peleaba mucho, en Rusia, pero no creí que fuera a… así –ambos asentimos y él comenzó a temblar y a murmurar algo bajito. Jamaica se sentó cerca de él, tocó su cabello y él se retorcía en la cama. 
- Russ… Russ, soy yo… soy yo cielo, tranquilo, ya acabó –murmuró Jamaica en su oído. Me quedé sentado a un lado, preparado para cualquier cosa, pero él solo gruñía entre sueños-. Tranquilo cielo –susurró ella y besó su mejilla y su ceja y su frente-. Te quiero… te quiero. Aquí estoy. 

Ella colocó la cabeza de Russel en su regazo y pasaba sus dedos por su rostro herido y su mano por su pecho. Había sido un día largo. 




- ¿Qué hiciste? –pregunté a Jamaica cuando terminamos de limpiar la casa. Era sábado, casi domingo más bien. Me desplomé en un taburete cercano al desayunador y ella puso frente a mí solo un par de panes con papas sobre ellas con un poco de queso y salsa. Ella se sentó y talló su frente con la manga de su blusa-. Apestas. 
- Lo sé, y tú más. Como a… fornicación. 
- Dios, no sé ni siquiera a cuantas me tiré anoche –admití- tampoco si usé protección. Puede que en unas semanas me encuentren en la escuela unas tres con un vientre gordo –ella rió divertida. 
- Espero que no. 
- Dios… ¿qué fue de ti? 
- Me drogué un poco… pero solo un porro, nada que me sacara del juego… -respondió ella y yo asentí-. Russel… él tampoco quería, pero Quinn lo obligó –admitió- me tenía en sus garras y lo obligaron a inyectarse, no sé… realmente cómo su cuerpo aguantó. 
- Ahora lo resiente –mencioné, pues no había despertado en todo el día. No se había convulsionado, pero siempre estábamos al pendiente por si vomitaba y lo hizo, un par de veces esta tarde. Dormía, mucho. Comía, poco. A penas y lograba mantenerse consciente por un par de minutos, pero no recordaba nada y a penas y nos reconocía-. Ha sido un día duro, llamaré a casa y les diré que me quedaré aquí. ¿Les digo que te quedas conmigo? –pregunté y ella asintió-. Bien ya vuelvo. 





Cuando desperté, fue porque sentí que me picaban la espalda. Abrí los ojos y Russel tenía su mano en mi cabeza. Lo miré, tenía los ojos rojos, y bolsas negras debajo de ellos. Todo el rostro lo tenía llenos de moretes, la ceja más que nada y toda la mejilla derecha. La boca aún la tenía hinchada. Supongo que yo me veía igual que él. 
- ¿No maté a nadie? –preguntó y yo negué-. Dios… 
- Amigo… 
- ¿Qué pasó?
- Te drogaron con heroína y un poco de éxtasis… no sé qué más porquería Quinn te obligara a tomar -respondí- te peleaste con él, un antiguo estudiante y… casi lo matas. 
- ¿Cómo? 
- Golpes y navaja –respondí y él suspiró pesadamente-. Jamás te había visto tan molesto. 

Él acaricio el cabello de Jamaica, la cual aún estaba dormida en su pecho. Él me miró y luego suspiró sin decir nada. 
- ¿Cómo es que no moriste con toda esa droga en tu organismo? 
- No es la primera vez que la consumo –admitió-. En Rusia lo hice, solo algunas veces cuando tenía catorce años –respondió con honestidad-. La dejé. Jamás quise volver a probarla. 
- Entiendo. ¿Es eso lo que me ocultabas? –negó-. ¿Qué era entonces? 
- Ya lo sabrás luego. 
- ¿Eres algún violento asesino serial Ninja? –él rió divertido y negó-. ¿Entonces? 
- Solo tengo problemas para controlar mi ira… Soy paciente hasta cierto punto –murmuró-. Así que no me hagas enojar. 
- No gracias. Me gusta mantener mi piel sin heridas –él desvió la mirada y suspiró-. He perdido tu barco. 
- Da igual. 
- Tendrás que darme otro. 
- Luego –prometí y él asintió- ¿qué le pasó a Jamaica?
- Es mejor que no sepas. No queremos que vuelvas a buscar a Quinn solo para terminar de matarlo –él gruñó bajito-. ¿Te sientes bien? 
- Cansado. 
- Duerme… 
- Bien –susurró y cerró los ojos. Me le quedé mirando, hasta que él comenzó a respirar a ritmo regular. 

Me acurruqué entre las sábanas al lado de su cama y me quedé completamente inconsciente. Temía un poco, por lo que mis padres dijeran cuando me vieran herido, lo que los de Jamaica harían y aún más… ¿qué si Quinn volvía? No era estúpido, pero tampoco cobarde. 

Estaba quedándome completamente dormido, cuando mi teléfono comenzó a timbrar. No reconocí el número pero de todas formas contesté. 
- ¿Qué?
- Soy Chloé –me senté y miré a mi alrededor- ¿estás en casa del ruso aún?
- Sí. 
- Bien, estoy afuera… sal. 
- Espera –murmuré levantándome y caminando hacia allá. Cuando abrí la puerta de la entrada ella dio unos pasos hacia adentro-. ¿Qué haces aquí? 
- ¿Cómo estás? 
- Bien –respondí- ¿Qué..?
- Supe que mi hermano estuvo aquí –respondió- Quinn. 
- Demonios –respondí y ella cerró la puerta detrás de sí-. ¿Es tu hermano?
- Sí. Está en el hospital aún –murmuró tomando mi mano y sentándome en el sillón más cercano, tomó mi cara entre sus manos y la giró delicadamente de un lado a otro-. Estás horrible. 
- Lo sé –respondí y ella medio sonrió. 
- Iré a mi auto, traje algunas cosas –asentí y ella salió. Me quedé un rato en silencio en lo que ella volvía. Cuando lo hizo se sentó frente a mí y me roseó algo en el rostro, con un algodón tocó mi mejilla y luego se quedó un rato así. 
- Gracias –dije con los ojos cerrados. 
- No importa –murmuró, se acercó a mí y besó mis labios castamente- déjalo –medio sonreí y abrí los brazos, ella se acercó a mí, se sentó en mi regazo y hundió su cara en mi cuello-. Me alegra que estés bien –susurró abrazándome fuerte-. Harry… 
- ¿Hmm? 
- Te quiero… 
La miré fijamente y ella también a mí-. Y yo a ti…

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