Capítulo III: "Cosas que no he hecho"

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Perséfone.

Llegue a casa pasadas las ocho de la noche, cerrando la cafetería hasta que el último cliente se marchó. Dejé a Lau en su casa de paso y luego llegue a la mía. Al entrar la casa estaba silenciosa, revise que mi hermana estuviera en su habitación haciendo tarea, mientras lo hacía, escuchaba música de antro.

—Bájale a tu basura auditiva—la molesté asomándome por la puerta, ella me tiró un cojín y me fui riéndome. En seguida, me encontré con mi abuelo en el pasillo con su bata de dormir.

—¿Antojos nocturnos?—pregunté, ya que siempre se dormía temprano y se levantaba a comer. Antes comíamos juntos mientras me platicaba de su vida en la marina. Era fascinante escucharlo, hasta que dejo de recordar.

—Mi niña consentida, que cansada te ves—me dice.

—La escuela, ya sabe. ¿y papá?

—En su oficina, cariño—le sonreí y me dirigí hasta el final del pasillo a la última puerta, al abrirla, me encontré con mi padre, tirado sobre el escritorio sollozando. Me acerqué con rapidez.

—¿Papá?—él se incorporó al escucharme y me abrazó con fuerza.

No entendía que estaba pasando, pero mi mente imagino millones de posibilidades, y solo una era la más lógica.

****

—Señorita, Gardner—llamó mi atención el profesor de historia del derecho. Al ver su cara sabía que estaba por venir. No estaba distraída, particularmente, el tiempo que llevaba estudiando esta materia, el profesor parecía tener algo en mi contra. Evidenciaba mucho mis errores y pasaba desapercibidos mis aciertos.

—¿Esta es la clase de abogada que defenderá a los inocentes o a los corruptos?—no entendía su pregunta, ¿se refería a mi o a una situación hipotética?

—Un abogado siempre buscara la justicia y el cumplimiento de las leyes—me salvé. Se apartó sin decir nada y la clase se dio por terminada.

—Es un maldito imbécil—murmura Lau detrás de mí al levantarnos. Él nos mira como si hubiera escuchado pero sabemos que no lo hizo. Nos dispusimos a irnos pero Lau habló

—Maestro, Persy se preguntaba porque es... como decirlo...--comenzó a decirle cuando éramos las únicas en el salón—Retador—la miré con miedo, pensando que diría otra palabra más fuerte que retador. El profesor me mira a través de sus lentes.

—Eres buena, pero estás en la carrera equivocada—dijo con seguridad y luego bajo la vista a sus papeles. Nos marchamos sin decir nada.

—¿Y él qué diablos sabe?—bufa Lau.

—¿Estás loca? puede reprobarme si le da la gana.

—Nosotras lo demandamos, nos está enseñando justicia y él es un corrupto.

—Cierra la boca, Laurie—salmos del edificio y nos dirigimos a la cafetería. Me hice una coleta de caballo una vez detrás del mostrador. Saque una libreta de mi mochila y un bolígrafo.

—Oh oh, estás molesta conmigo y escribirás trece razones para dejar de hablarme—dice Lau detrás de mí—Perdón por defenderte de ese sádico, es más, perdón por molestarte con mi amistad.

—Haré una lista de cosas que no he hecho y quiero hacer—confesé volteando a verla.

—¿El fin del mundo ya se acerca?—rodee los ojos y me gire escribiendo—Bueno, pondrás algo así como nadar desnuda en un lago, o mejor aún, besar a cien chicos.

—Eso último es asqueroso—hice una mueca.

—Sabía que querías nadar desnuda—nos reímos—¿Puedo ayudarte con la lista?

El cielo entre tus brazos 《Rami Malek》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora