Capítulo XVII: "Daría mi vida"

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Perséfone.
El día siguiente, no me levante temprano, era día de clase pero ya no iba a volver a la universidad. No después del desastroso episodio con el profesor.
Mi padre me buscó en mi habitación cuando no escuchó de mi en el desayuno.
—Me siento mal—le dije. El se acercó y se sentó en la cama a mi lado.
—Lamento que no hayamos hablado de los resultados. ¿Qué te duele?
—Solo son cólicos, papá, y lo sé, sé los resultados y los riesgos. Estamos bien—dije refiriéndome a mí y a mi hermana.
—El doctor dijo que podíamos empezar un tratamiento.
—No, papá, por favor, nada de tratamientos, nos cuidaremos, lo prometo—sonrió no muy convencido.
—Llevaré a tu hermana entonces—me da un beso en la frente—Descansa, espero que te recuperes, mi guerrera—me aprieta una mejilla. Me reí,  así me decía cuando recién había fallecido mamá y le ayudaba a cuidar a Artemisa en las noches.
Mi padre salió de la habitación y volví a recostarme y a cerrar los ojos. Poco me duró el gusto, porque Lau me llamó al celular.
—No iré a clases, por si te lo preguntas—conteste.
—Lo sé, te veo por la ventana—giré la cabeza y la miré recargada en el cristal. Colgué la llamada y abrí la ventana para que pudiera entrar—Y si no vas tu menos yo. Es como una huelga hasta que el profesor se disculpe, aunque le dejé una sorpresa en su auto está mañana.
—Oh no, ¿Qué hiciste, Laurie?
—Escuche que es alérgico al pelo de gato, y accidentalmente metí uno a su auto después de pagarle a un chico para que lo abriera de forma clandestina—me reí y la miré un momento.
—Realmente gané la lotería con una amiga como tu. Lamento no valorar a veces lo que haces por mi.
—Todo lo hago por ti, si algo te pasara, me muero Persy. Incluso daría mi vida a cambio de la tuya—expresa y la abrace.
—Tengo que decirte algo—me separe.
—¿Qué pasa?—suspiré.
—No hice aquella lista porque tuviera miedo de llegar a ser vieja sin hacerlo—pause—Lo hice porque los resultados de mis exámenes médicos arrojaron que tengo la misma enfermedad de mi madre.
—¿Qué?—dice sin aliento.
—No sé qué tan avanzada este ni en qué momento podre colapsar, pero hasta ahora me siento muy bien. no he tenido síntomas fuertes o algo parecido.
—Chica, me estás dando donde más me duele ¿y el tratamiento?
—No lo tomare por ahora, quiero cuidarme para evitarlo.
—Yo… venía a que cumplieras lo último de tu lista.
—¿Qué cosa?
—No conseguí un avión privado, pero si un barco, bueno, una lancha, pasearemos por la playa hoy. ¿Vienes?—sonreí.
—Eres la mejor
—Por supuesto que lo soy—reímos.
***
Pasamos toda la mañana paseando en un pequeño bote por la playa de Los Ángeles, con ayuda de un experto el cual iba controlando el motor y todo eso. Lo disfrute tanto, la vista era preciosa y alcanzamos a ver algunos animales marinos, incluso los alimentamos con galletas saladas.
—He pensado en terminar con Rami, lo que sea que tengamos—le dije de repente en un momento.
—¿Por qué? ¿Qué sucedió?
—Ayer tuvimos una especie de pelea. El comenzó a hablar acerca de que teníamos lo que necesitábamos para tener hijos, y yo le dije que no los quería todavía.
—Vaya, que intenso.
—Él sabe que miento, sabe que no soy la clase de chica de una relación casual.
—No, chica, no tienes la pinta para nada.
—Y tuve que decirle que no sabía si lo amaba de verdad, que eso solo lo dije en el momento.
—Espera, ¿qué?
—No he hecho nada más que lastimarlo, Laurie, necesito terminar esto de una vez por todas.
—Debes decirle la verdad.
—No puedo, eso lo dañaría.
—Lo dañará más  dejarlo vivir en una mentira. Yo sé que él te perdonara porque te ama de verdad, y cuando sea el tiempo, volverá contigo.
—Ni siquiera puedo verlo a los ojos sin sentirme la peor persona del mundo—comencé a llorar.
—Tienes que hacerlo, es lo correcto—acaricia mi espalda—Todo esto se salió de las manos y también me hago responsable. Yo también puedo hablar con él.
—No, por favor, Lau, sé que me amas y me quieres ayudar, pero yo me metí en esto y debo salir sola. Además, debes prometerme que no le dirás sobre mi enfermedad—me miró dudosa—Por favor, si le he de decir la verdad y me perdona, no quiero que sea por lastima—baja la mirada.
—Lo entiendo—me abrazó—No me meteré, lo prometo por el meñique—dice extendiéndomelo. Sonreí y lo sujete con el mío.
Unos minutos después, regresamos a la vida real, a servir cafés. Al llegar, el lugar ya estaba repleto de gente quejándose del servicio y del mal sabor del café.
—Sino te gusta este café, ¿por qué no vas al de enfrente, o es que no te alcanza tu miserable salario para quejarte en un lugar caro?—explota Laurie contra un cliente.
—Lau, vas a hacer que nos despidan.
—Que lo hagan, odio a esta maldita gente prepotente. También puedes hacerte en café en casa, idiota—el hombre, se molestó tanto, que nos tiró su café en la cara, alcanzándonos a ensuciar a las dos. Laurie casi se abalanza sobre él, pero alcancé a detenerla mientras él se iba.
—Maldito—murmura.
—Gardner, Thomson. Vengan—dice el jefe al final del pasillo. Nos dirigimos hacia allí en silencio y repletas de americano y crema batida. Al llegar a su pequeña oficina, nos mira y suelta un suspiro al vernos sucias.
—He tenido tantas quejas de ustedes de los clientes y de los  trabajadores como nunca las tuve de otras empleadas—Lau iba a hablar pero la calló—Son groseras, tratan asuntos personales, aquí, se involucran con los clientes y se comen la crema batida. No me conviene tenerlas más aquí, dan un mal aspecto al lugar. Así que están despedidas—yo me quede parada, mientras Lau se quitaba el delantal y lo tiraba a su escritorio.
—Lo siento mucho, señor. No creí que llegábamos a hacer mal, cuando los clientes son los que nos tiran los cafés encima. Perdóneme, pero por brindarles un servicio no somos menos que ellos, lo que le da ingresos a usted es nuestro trabajo, al tratar bien a clientes que nos tratan como mierda, entonces ¿por qué no contrata a mierda de verdad para atenderlos?—me defendí. Me quité el delantal y salí de ahí, Lau me siguió al momento que tome mi bolso y caminamos entre la gente.
—Guau, Persy, estoy impresionada, eso estuvo de pelos—exclama mi amiga una vez afuera—Lamento hacer que nos despidieran, fue mi culpa, de nuevo.
—Descuida, estaba harta de ese lugar. Buscaré a Rami en su trabajo, ¿me esperas un momento?—pedí y asintió con la cabeza. Me dirigí a la parte de atrás de la calle buscando las cámaras, los extras y los directores. Al no ver ni un rastro de ellos, busque en todos lados a mí el rededor ¿se habían marchado, cambiado de lugar, terminado las grabaciones?
Oh no. Sin darme cuenta, cruce la calle sin fijarme, y un auto impacto contra mí.
—¡Persy!

El cielo entre tus brazos 《Rami Malek》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora