Capítulo XVI: "La emoción del momento"

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Rami.
Los gritos de Laurie habían resonado hasta la calle, y al ver el rostro de Persy supe que habían discutido.
—¿Estás bien?—pregunte.
—Hoy ha sido un día horrible—veo que retiene sus ganas de llorar.
—Oh, cariño, lo siento, ¿quieres ir a cenar esta noche o quedarte en casa?
—Cenar en casa estaría bien.
—Bien. estaré a la vuelta trabajando, puedes buscarme si necesitas cualquier cosa. Cuando salgas vendré a buscarte—asintió con la cabeza. Se inclinó sobre la barra y me besó.
—Gracias.
****
Un cuarto de hora para las ocho, Persy estaba cerrando el local cuando yo me aproximaba a su encuentro. En el camino compramos una pizza para cumplir su antojo y un bote de helado.
Aparque el auto alado del lago y al bajarnos, ella llevaba la comida.
—Quedémonos aquí, en el muelle—propone.
—Claro, solo iré por vino y copas—sonrió y fui casi corriendo adentro. Volví con las cosas y con una manta para poner en la madera y sentarnos a comer.
Mientras comimos, Persy pareció relajarse y su rostro recuperó su color habitual con cada sonrisa que lograba provocarle, no quería arruinar el momento preguntarle sobre la discusión de las dos chicas, sin embargo, ella fue la que comenzó a hablar.
—Discutí con mi hermana esta mañana. Sé que es la edad en la que está por lo que es así, y mi carácter no ayuda mucho. Pero cuando dicen algo de mi madre, yo… no lo soporto—me miró—Dice que es bueno que este muerta, y un profesor de la universidad, dice que no rindo en el trabajo porque no lo he superado, ¿Cómo vas a superar la muerte de alguien tan importante?
—Nunca se supera, se aprende a vivir con ello—tome su mano y la acaricie—Mi padre también murió cuando era pequeño.
—Dios, no lo sabía—negué con la cabeza para que no se preocupara. Besé sus nudillos y luego la miré.
—Es un idiota, no sabe de lo que habla porque no le ha pasado, pero todos lo pasaran algún día—ella sintió levemente con la cabeza—¿Y qué paso con Laurie?
—Oh, lo mismo de siempre, está loca, es atrabancada y es cruel a veces. Unos días la aguanto y otros no.
—Lo entiendo, estabas sensible por lo ocurrido en tu día, es normal. Lo bueno que ustedes no se enojan de verdad—rio—Vuelven a hablarse al día siguiente como si nada.
—Sí—coincidió. Pasaron unos segundos en silencio, ella observó el lago tranquilo mientras yo la observaba a ella.
—Tengo ganas de nadar—dice. Me reí.
—¿Ya sabes lo que puede ocurrir después?
—No, Malek, me llevarás a casa después—hice puchero—Dios mío, esos ojos de borrego—me reí—Me encantan—se inclinó y me besó.
—Tú me encantas—le devolví el beso.
—Mi padre te mando este regalo—dice sacando un condón de su bolso.
—¿Es en serio?—reí nervioso.
—Gracias a mi hermana.
—Tendré que hacer algo al respecto—me levanté y la cargue en mis brazos.
—No, Rami.
—Querías nadar, ¿no?—pregunté y luego, la lance a los tiramos juntos al lago.
Estuvimos nadando un largo rato, y después, entramos a  casa, no sin antes ella, tomar el bote de helado de chocolate. Corrió con el hasta la habitación y luego se tiro en la cama.
—Tengo ganas de comer helado.
—Después, cariño—se lo quite.
—Se derretirá—lo tome y lo guarde en un mini bar que tenía bajo la mesa de noche.
—Guau, no había visto eso—dice asombrada. Me tiré sobre ella y nos besamos. Pronto, nuestra ropa desapareció de la escena. Y el agua de nuestros cuerpos desapareció ante el calor que generó la fricción de nuestra piel.


Esta vez, fui yo el que terminó exhausto, y después de unos minutos, Persy recuperó la respiración y sacó el helado del mini bar y se dispuso a comerlo.
—¿Deberíamos hablar de los anticonceptivos?—pregunte.
—Lau me dio unas pastillas—baje la mirada.
—¿Has pensado que alguno puede fallar y puedas embarazarte?—me mira sorprendida—No digo que estaría mal, somos mayores y tenemos estabilidad económica y laboral, podríamos criar una familia… juntos—ella deja el bote de helado en la mesita y me observa.
—Yo no quiero hijos todavía, Rami—dice con seriedad.
—¿Por qué no?—negó con la cabeza encogiéndose de hombros—Me dijiste que no querías una relación seria, y aquí estás conmigo, y no creo que salgas con alguien más.
—Claro que sí.
—No de la forma en la que sales conmigo. Dios, dijiste que me amabas.
—Eso… fue por la emoción del momento. En verdad no sé si te amo.
—¿Entonces eso soy? ¿La emoción del momento?—se encogió de hombros—No te creo.
—¿Por qué no?
—Porque te estoy viendo, no eres esa clase de chica. Me tome el tiempo de conocerte bien en el café y se que estas mintiendo, solo que no sé porque lo haces.
—¿Tanto te duele aceptar que no soy la chica que aparento ser? ¿Qué no soy la que esperabas y no soy la que quiere tener a tus hijos?
—Algo cambió. De repente eres la misma de siempre y otras veces eres así, fría—niega con la cabeza y se levanta de la cama.
—Me voy a casa.
—Quédate, por favor, habla conmigo, dime que está pasando—la detuve del brazo. Me miró un momento.
—No tienes que hacer esto más difícil, tu aceptaste que me tendrías como fuese, y así es la única forma en la que me puedes tener.
—Pues me niego, cuando veo en tus ojos que también me quieres—se soltó y se colocó su ropa húmeda—A menos deja que seque tu ropa.
—Solo quiero irme a mi casa—dice mirándome a los ojos. Me vestí con mi misma ropa húmeda y salí sin decir nada.
Después de dejar a Persy en su casa, lloré como un chiquillo antes de bajar  del auto e ir hacía  mi casa. Esto era un tormento. Un verdadero tormento.
Cuando estaba por bajar, en el tapete del asiento de copiloto, había una hoja arrugada. Me incline y la tome.
Tan sorprendido quedé de su contenido, que pare de sollozar.

El cielo entre tus brazos 《Rami Malek》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora