Capítulo XXIV: Nervios y sorpresas

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Caminaba de aun lado a otro, como si fue un león metido en una jaula. Los nervios me carcomían por dentro. Mire la hora en mi reloj otra vez, hace al menos diez minutos miraba mi reloj cada 30 segundos. Aún faltaban quince minutos para la hora acordada. Revise mi aspecto por sexta vez en el espejo.

-Vamos Kevin, cálmate. No es para tanto –intente tranquilizarme. Sentía el corazón latirme en la garganta y un nudo en el estómago.

Con Victoria acordamos encontrarnos en el café de siempre, a la misma hora. Hoy era el día, se lo pediría. Me sentía tan nervioso como un adolecente. Me deje caer en una de las sillas, si hubiera podido apresurar el tiempo, ya lo habría hecho.

Mi celular comenzó a vibrar en el bolsillo de mi chaqueta, Victoriarezaba la pantalla de mi celular. Si antes tenía un nudo en mi estómago, al ver su nombre en la pantalla, ese nudo se triplico.

-¿Hola? –contesté.

-¡Kevin! –su voz sonaba un tanto rara.

-¿Pasa algo Victoria? –me asuste un poco al escucharla así.

-No, solo llamaba para decirte que llegare un poco tarde a nuestra cita –me encantaba la naturalidad con decía “nuestra cita”.

-¿Estas bien?

-Sí, es solo que me he quedado atrapada en el tráfico –unos fuertes bocinazos se oyeron desde el otro lado de la línea telefónica.

-Oh, no te preocupes Vicco, yo te espero –contesté.

-Gracias Kev, y perdóname.

-No te preocupes bonita, aquí te esperaré –ella soltó una pequeña risita y corto la llamada. No me quedaba nada más que esperar.

***

-¡Lo siento, Kev! –Victoria entro casi corriendo en el café.

-No te disculpes –me levante de mi asiento y la abracé. Deposite un pequeño beso cerca de sus labios a modo de saludo, haciendo que ella se ruborizara. Nos separamos y cada uno se sentó en su lugar.

Hablamos durante un rato, mientras tomábamos un café. Ella me contaba historias y anécdotas haciéndome reír mucho, de hecho los dos reíamos bastante. Adoraba su risa tan alegre, tanto que me la contagiaba.

-¿Te parece si vamos a dar un paseo? –le pregunté. Ella me miro y sonrió.

-Claro, encantada –nos levantamos y salimos de allí. -¿Adónde vamos?

-¿La playa? –Victoria asintió con entusiasmo.

En un par de minutos ya estábamos frente al mar. Nos quitamos los zapatos y caminamos por la orilla. Al principio, ninguno de nosotros decía algo, solo caminábamos.

Debo confesarles que mi corazón parecía a punto de salirse de mi pecho, golpeaba con rapidez, haciéndome aumentar mis nervios. Despacio acerque mi mano a la suya y entrelacé nuestros dedos. Cuando sintió el contacto de mi piel con la suya, se sobresaltó un poco. Creo haberla tomado por sorpresa, pero algo me decía que ella esperaba que yo lo hiciera. Solo me basto ver su sonrisa de satisfacción cuando caminábamos tomados de la mano.

Nos sentamos sobre la arena, el mar se movía tranquilo frente a nosotros. De alguna forma, la quietud del agua logro tranquilizarme un poco. Tome su mano entre las mismas de nuevo, ella me miró, sonreí y ella también lo hizo. Era el momento, era ahora.

-Victoria… -sus ojitos marrones mi miraban atentamente. Suspire tratando de aliviar la tensión de mi interior. –Yo… sé que llevábamos un tiempo saliendo, y que sabes todo por lo que pase –ella movió su cabeza en forma afirmativa. Les juro que nunca en mi vida me había dolido tanto el estómago producto de los nervios. –Y yo quería saber… si tú querías ser… mi novia. –sus ojos brillaron. Me quede quieto, prácticamente con el corazón en la mano, esperando su respuesta.

Cumplir un sueño, y ¿algo más? {Avi Kaplan}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora