Sentí un pequeño balanceo, pero mis ojos no se abrían, notaba varios mechones sobre mi rostro.
—Despierta amor... —dijo en un tono preocupado, dejando varios besos en mis mejillas y labios.
Colocó su mano en mi pecho al ver que no respondía a su llamado, apreciando que latía con fuerza. Abrí un poco mis labios para intentar hablar, tocó mi frente y colocó un paño frío, al parecer tenía algo de fiebre. Mojó mis labios con sus suaves dedos y los moví intentando beber.
—Por lo menos sigues aquí... —suspiró— voy a cambiarte las vendas...
Al cabo de unas horas, logré abrir los ojos, ella me observaba sentada en la silla, sonrió al ver mi inexpresiva cara.
—¡He conseguido comida Jung Eun! —se alegró— ¡he creado una caña de pescar con un rifle y con una pequeña cuerda también!
Y me enseñó un mediano pez, el cual tenía un pequeño gancho atravesando sus branquias, también traía algo de arroz y pan, me tranquilicé al ver que no le habían pegado en el muelle por robar.
Mi cuerpo se sentía pesado y no lograba moverme, al parecer tenía algo de infección en las heridas...
—Tranquila, no intentes moverte... yo cuidaré de ti hasta que te pongas bien... —cogió una de mis manos, mientras sonreía tiernamente— te quiero mucho...
Y no aguanté mis ganas de llorar, ella aunque estuviera cansada o triste, siempre intentaba alegrar a los demás.
No me hubiera imaginado este momento sin tenerla a mi lado, ¿qué hubiese pasado si no nos hubiéramos conocido...? ¿y si no nos hubiésemos confiado nuestros sentimientos...?
17 Abril, 1922.
—¡Pásame la pólvora Kim! —gritó Ji Min cogiendo su arma y disparando hacia la dirección donde procedían los disparos enemigos.
Paramos un segundo, al parecer algunos de los japoneses salieron corriendo y gritaban, por lo que estábamos ganando ventaja sobre su territorio.
—Voy a por las granadas... —abracé al chico, animada para ir a buscarlas.
Cuando estaba a punto de salir de la trinchera, escuché unos gritos.
—¡Corred!
Ji Min estaba a algo más de 10 metros de mí, miró hacia arriba, viendo su final pasar por sus ojos, mirándome con tristeza, la granada explotó justo a sus pies.
A los pocos instantes, se escuchó una gran explosión, levantándose polvo por los aires, caí al suelo por el estruendo. Un fuerte mareo me invadió y un gran dolor reinaba en mi brazo derecho.
Jadeé al tocarlo y ver varios trozos incrustados de aquella granada en él, mis lágrimas caían con ligereza sobre mis sucias mejillas, pero tenía que levantarme.
Corrí como pude a ver a Ji Min, él suspiraba y tenía lágrimas en sus ojos, su rostro estaba completamente desfigurado y le faltaba una pierna, me tendió su quemada mano.
—Escapa... —gimió cuando toqué su destrozado cuerpo.
—No te voy a dejar aquí...
—Tienes que irte, princesa... —odiaba que me llamaran así, pero él siempre me había molestado con eso.
—Te sacaré que aquí Ji Min, aguanta por favor... —el negó con una pequeña sonrisa.
—Yo ya estoy muerto Jung Eun, corre, vete... —susurró antes de que su mirada se perdiera justo detrás de mí.
—No... no... Ji Min, ¡no! —lloré agarrando su rostro, lo levanté para abrazarlo y llevármelo de allí, Jung-kook... debía llevarlo con él...
Lo subí a mi espalda. Él era muy pesado, pero logré sacarlo de allí. Observé como varios soldados corrieron a donde estaba, entre ellos Won Ho, cogiendo el inerte cuerpo de su compañero. Lágrimas cayeron mientras volvíamos al campamento, nadie habló de lo ocurrido, hicimos un pequeño funeral en su memoria, algunos soldados llevarían su cuerpo a casa.
En mi vida me había encontrado tan devastada, no me podría imaginar cómo se sentiría Jung-kook al saber que su casi prometido, había muerto, casi porque Ji Min al volver quería comprometerse con él en secreto y yo iba a estar presente junto a ellos, para presenciar su unión por amor...
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