열 아홉 (XVIII) Final

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Final II (parte 2/2)

26 Julio, 1923.


Últimamente, habían estado corriendo algunos rumores por el pueblo. Todos estaban alterados y asustados, parecía que todo lo que decía aquella anciana, era real.

En una pequeña choza temporal, formada de forraje y algo de lodo, vivía ella junto a otros tipos, según había escuchado, eran chamanes.

Estaba con Jin Sol observando la escena, la mujer estaba en posición zen junto con una vecina de allí, tenía una mano sobre su cabeza, gritando unas palabras que no lograba entender, luego echó unas esencias por alrededor de ella y realizó una reverencia.

Jin Sol tenía algo de miedo, ya que su rostro estaba casi entero tapado por un gran sombrero. Algunos se alejaron de allí, al ver como aquella mujer salía muy agradecida.

De un momento a otro, la mujer chilló, agarrándose el pecho con fuerza. Un curandero le preguntó que, si estaba bien y ella asintió, nos había dado un gran susto.

—Vámonos, Jung Eun... —agarró mi brazo una Jin Sol asustada— esto no me gusta...

La anciana extendió su mano, caminando hacia nosotras cuando ya nos estábamos por ir.

—Queridas... —susurró, Jin Sol temblaba detrás de mí— no puede ser...

La mujer me agarró del brazo, debía admitir que yo también tenía muchísimo miedo.

—Entrad, él me ha hablado... —contestó— él se ha fijado en vosotras...

—¿Quién es él? —pregunté sin saber que estaba pasando.

—Avalokiteśvara*... —respondió— venid por favor...

Nos encaminamos con la anciana hacia la choza, todo el mundo susurraba, formando gran ruido de murmullos.

Al entrar, un olor a incienso mezclado con hierbas medicinales, abarcó nuestros sentidos.

—Tomen asiento... —nos sentamos sobre una lona de muchos dibujos abstractos color tierra.

La anciana se quitó el sombrero, dejando ver todas sus arrugas por la vejez y una venda liada sobre sus ojos, entonces descubrimos que era ciega.

Ella cogió varios minerales de distintos tamaños, podía apreciar que uno era un cuarzo, otro parecía un zafiro... entre muchas más rocas de distintas tonalidades.

La mujer cogió el incienso, el cual abrazó nuestros cuerpos, recitando unas palabras.

—¿Por qué estamos aquí? —pregunté para romper el silencio.

—Avalokiteśvara me lo pidió... —respondió ella, sentándose enfrente de nosotras— vosotras hicisteis una promesa en el templo, ¿no es así?

Asentí, pero recordé que la mujer no podía vernos.

—Sí —contestó Jin Sol, siendo más rápida que yo.

—Esta historia se vuelve a repetir, mis queridas niñas...

—Explíquese por favor... —susurré, tomando la mano de mi novia.

—Chicas, os volveré a cumplir el sueño de estar juntas de nuevo una vez más... —sonrió amablemente la mujer.

—¿Cómo puede hacer eso?

—Yo no lo puedo hacer, yo solo se lo encomiendo a Avalokiteśvara.

Ella comenzó a decir de nuevo unas palabras, como si las estuviera leyendo de un libro y cogió la mano de Jin Sol, junto con la mía.

𝒴𝓊𝒶𝓃ℱ𝑒𝓃 缘份 (ℒ𝒾𝓅𝓈𝑜𝓊𝓁)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora