Cuando logré abrir los ojos, me encontraba desnuda junto a Jin Sol. Ella aguantaba mi cabeza con su mano. Con esfuerzo, esbocé una pequeña sonrisa. Ella sola había podido conmigo y me había traído hasta su casa. El vapor caliente del agua se sentía bien para mi destrozado cuerpo. Me estaba untando además, una crema que ella misma preparaba con hierbas medicinales.
—Cariño, prométeme que no volverás a hacer la locura que acabas de cometer. Pensé que te perdía...
No me dejó hablar, colocando su dedo índice sobre mis labios y dejó un tierno beso sobre mi coronilla. Observé su cansado rostro. Ella seguía removiendo en un bol varias hojas con un líquido espeso de color verde claro. Las untó también en mi cuello, me dolía muchísimo, como si estuviese partido. Seguro tendría marcada la señal del agarre del general.
—Le dije a tu mamá que cuidaría de ti —declaró— la han mandado a las cocinas para que haga de comer a los soldados —bajó la mirada unos segundos tocando el filo del bol.
Ella se levantó de allí y cogió varios trapos de un armario, para secar mi cuerpo. Con cuidado me ayudó a salir de allí y me senté liada con la fina tela. Jin Sol comenzó a dar un pequeño masaje con sus manos sobre mi cabeza, haciendo que la tensión disminuyese. Luego de un relajante y estimulante cerebral, me cogió en brazos como pudo y me llevó a su cama. Puso otro trapo para no llenar las mantas de su cama, me tumbó boca abajo y un ligero olor a lavanda se adentró por mi sentido del olfato, sintiendo como las calientes manos de Jin Sol hacían presión en varios puntos de mi espalda. Jadeé por el dolor.
—Sé que duele, lo siento... —se disculpó— pero esto te ayudará a dormir...
Siguió masajeando al mismo ritmo, suspiré varias veces más, liberando varias lágrimas aprisionadas por el dolor que estaba sintiendo.
Jin Sol me vendó y curó mis sangrientos pies, junto a los codos y muñecas, no pasé un lindo rato y podía apreciar que ella tampoco.
—Espero que no cojas una infección y te de fiebre... —dijo dándome un poco de sopa calentita que había preparado.
Cuando terminé de comer, quitó los trapos de la cama, ayudándome a meterme dentro de las sábanas y vistiéndome con algo de su ropa.
Observé como miraba algo descontenta la olla cuando fue a la cocina, vi que solo tomó dos o tres cucharadas de allí, fregando luego los trastes.
—No has comido nada... —logré pronunciar bajito— ¿me has dado tu ración...?
—Eso no importa ahora, no pasa nada si no como durante dos o tres días...
—Jin Sol no tienes para comer y me lo das a mi... —levanté con pesadez mi mano hasta acariciar su mejilla. Ella tomó mi mano entre las suyas y dejó un pequeño beso en ella— no quiero que enfermes por falta de alimentos...
Sabía que no quería seguir hablando del tema, por lo que se metió en la cama y me calló con varios besos, algunos más cortos y otros más largos, acariciando mi estómago por debajo de la ropa. Jadeó sobre mis labios al acunar en mi mano su seno derecho. Se acercó más para sentir mi calor corporal y mordí levemente la sensible piel de su cuello, intentando dejar una marca y provocando varios quejidos por su parte.
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—Cariño, para... —noté en su voz que se había excitado— no podemos hacer el amor aquí... mi mamá volverá pronto...
Asentí antes de volvernos a besar, pero no con otros propósitos, solo besos y muchas caricias.
—Además, mírate bebé... —rio Jin Sol acariciando mi cabello castaño— estás lisiada...
Y no me importó que se riera de mí, yo también reí y fue uno de los recuerdos que se me quedaría grabado para siempre si lográbamos sobrevivir a la guerra y posteriormente a la crisis que se produciría, su sincera sonrisa. Aun estando en tiempos difíciles para ambas, en donde no sabía que me mandaría realizar el general, ella seguía sonriendo por mi.
Al día siguiente, después de que Jin Sol no me soltara en toda la noche, amanecí sola en la cama. No podía moverme demasiado, aunque estaba mucho mejor que ayer.
—Jin Sol... —la llamé, volviendo a cerrar mis ojos, tenía la garganta seca y necesitaba agua— Jin Sol...
—¿Te encuentras bien, Kim? —era la mamá de Jin Sol— mi hija salió a ver si podía robar algo en el muelle para comer, no tardará en volver...
—Tengo que ir con ella... —intenté levantarme de la cama, pero la señora Jung me paró— le podría pasar algo...
—¿Puedes dejar de complicar más las cosas? —preguntó algo seria y me quedé quieta— ya bastante tengo con saber que te revuelcas con mi hija en esta cama y no me lo niegues, porque ya os escuché varias veces —susurró enfadada— y me da igual lo que hagáis, pero si os ve alguien... no permitiré que maten a mi hija, y menos por tu culpa...
La mamá de Jin Sol se fue del pequeño cuarto llorando, estaba rota. Por poco perdía a su hija ayer. Recordé que también tuve la culpa cuando apenas tenía 17 años...