Capítulo 7

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El constante revuelo de libros y pinceles amenazando con rodar hasta caer al suelo, fue suficiente para despertar a Assy de aquello donde se mantenía completamente inmersa. Sorprendida observó como toda la clase a su alrededor guardaba los materiales con verdadera prisa, silenciosos y con una extraña aura oscura rodeándoles ¿Qué sucedía? Desde su llegada a la universidad podía presumir de unos fantásticos compañeros, aunque ese día parecían haber visto un fantasma. Assy encogió los hombros, restándole importancia al asunto mientras se esforzaba por arreglar todo el desastre esparcido; todavía debía limpiar pinceles, aferrar con cuidado el lienzo húmedo sin mancharse, tantas tareas pendientes que seguramente añadirían retraso hacia la próxima clase. Suspirando, aferró un viejo trapo para limpiarse los dedos.

Ella misma se encontraba sorprendida por no haber colapsado debido a aquella sobredosis de información. Poco a poco las palabras de Ayen parecían ser más ciertas e intensas, en especial cuando había podido ver con sus propios ojos aquellos seres sobrenaturales. No solo era cuestión de predisposición en creer, esa esencia oscura que rodeaba a los hombres, como se mantenían alerta, los grandes y oscuros ojos del llamado Leo fijos en ella. Todavía sentía la extraña sensación de agujones minúsculos clavándose por todo el cuerpo. Ese habría sido su asesino si Derek, tal como había contado Ayen, no hubiese aparecido para interponerse entre ambos. Un asesino demasiado atractivo en su forma humana, para que mentir.

- Veo que estás tomándote tu tiempo.

La ronca voz del profesor Somerhalder logró sobresaltarla y plantar con firmeza los pies en el mundo real. A su lado, aquellos ojos azules, fríos como el hielo, se posaban en ella con fingida misericordia. Assy había visto demasiadas veces esa expresión para entender que, aunque sonreía ladino, estaba molesto. Toda la clase parecía haber salido escopeteada como si de un aviso de bomba se tratase. Curiosa, usó un poco de valentía para desviar los ojos y fijarse en un gran tablón en el que antes no había reparado. "Comprendo" pensó Assy. Apenas se podía ver un poco de fondo con la cantidad de trabajos encargados gracias al profesor explotador. Lo raro habría sido todavía poder sonreír tras saber que se avecinaban días demasiado duros.

- Llegarás tarde a tu próxima clase - Inquirió cuando el desinterés por parte de Assy resultó demasiado obvio. Cruzando los brazos, frunció sus oscuras cejas hasta formar una casi perfecta pero malévola V. - Si lo que necesitas es una clase para ti sola, te sugiero ahorrar para irte lejos de esta universidad.

Palabras tan duras lograron incomodar a la joven, quien estupefacta no pudo más que observar como su profesor salía del aula sin decir ni una sola palabra más. Cuando estuvo en completa soledad, lanzó aquel trapo grisáceo hacia donde había estado antes Somerhalder. Assy no llegaría nunca a entender como ese hombre podía arrebatar el corazón de casi todas las estudiantes cuando su maldad brillaba incluso en la oscuridad. Le atormentaba en sueños, riendo, ordenándole hacer lo mismo una y otra vez. Queriendo liberar su frustración la morena dejó escapar algo parecido a un gruñido entre los labios para después continuar con su tarea. Preocuparse por más trabajos era lo último necesitado tras descubrir que habitaba en una ciudad sacada de cualquier serie televisiva.

Pasos y correteos impacientes llegaban a sus oídos procedentes del pasillo, seguramente estudiantes rezagados como ella pero con un mejor humor. En cierto modo envidiaba esas actitudes despreocupadas ¿Dónde estarían Ayen y Ros? ¿Permanecería la menor de todas tan frustrada? Sentir que era la única chica negándose a aceptar esa extraña realidad crispaba sus fríos nervios.

Repentinamente acudir puntual pasó a un segundo plano para Assy, quien conocía que si no ordenaba tal como debía su preciado material este acabaría deteriorándose, y por supuesto, no tenía un presupuesto tan elevado como para permitirse nuevos productos. Mudarse, la universidad... El dinero parecía evaporarse cual humo incluso antes de poder disfrutarlo.

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