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Los besos de Aleksandr aún quemaban en su boca, y su engreída sonrisa no desaparecía de su cabeza ni cuando cerraba los ojos

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Los besos de Aleksandr aún quemaban en su boca, y su engreída sonrisa no desaparecía de su cabeza ni cuando cerraba los ojos. De hecho, cuando lo hacía, la visión de los hoyuelos en sus mejillas se hacía más definida. Las desventajas de tener memoria fotográfica, o ventajas.

Daba vueltas y vueltas en su cama, estirándose el cabello para dejar de pensar en el estúpido chico que le erizaba la piel con solo una mirada, el mismo el cual lo dejó sin aliento hoy, cuando lo besó por sorpresa en la biblioteca, en medio de los estantes de literatura clásica. Lo peor de todo es que eran vecinos, por lo que esa tarde no salió de su casa, y estaba seguro de que no podría mirarlo el resto de su vida.

Y las preguntas que flotaban ante sus ojos: ¿le gustó? ¿qué había sido eso? ¿estaba bien? ¿por qué lo hizo? No encontraba razón del porqué un chico como Aleksandr, quien podía tener —o tenía— a los chicos y chicas más guapos del instituto en la palma de su mano, lo besó a él.

Tal vez para burlarse, para demostrarle que podía tenerlo a él también, a pesar de que todos supieran de antemano que él no estaba interesado en hacer amigos. Su timidez e inseguridad eran tan grandes que no podía acercarse de por sí a una persona y entablar una amable conversación.

—Gracias, de verdad gracias por hacerle eso a la persona más insegura del mundo —murmuró en la soledad de su habitación.

De seguro fue solo eso: un juego, una apuesta por quién lograba darle su primer beso al tímido rubio de último año. Bien, lo había logrado, sus labios ya no eran vírgenes. Lo peor era que la vergüenza no se iba, nadie los vio, pero estaba seguro de que Aleksandr se encargó de presumir aquello con sus amigos.

Y así, dándole vueltas y vueltas al asunto llegó a las dos y media de la madrugada sin pegar un ojo, encendió la luz para seguir leyendo el libro que tenía al lado de su cama. El Decameron le daría sueño de alguna manera.

Un ruido en su ventana lo sobresaltó, pero al mirar hacia ella no había nada. Siguió con la vista fija allí y después de un minuto pudo ver algo blanco chocar contra el vidrio. Casualmente, era la ventana que daba a la habitación de Aleksandr.

Se acercó hacia el lugar dudoso, con el corazón bombeándole con fuerza. Pegado al cristal de la ventana ajena había una hoja de cuaderno arrancada, en la cual había escrita una palabra que lo incitó a la locura.

"Ven".

¿Era prudente ir? Por supuesto que no, pero no podía dormir... y necesitaba una explicación. Así que, respirando hondo, salió a su patio y atravesó los bajos muros que separaban sus casas y empujó la ventana ajena, haciendo que se abra.

La habitación de Aleksandr estaba excepcionalmente ordenada, debía admitir que esperaba un tiradero peor que el suyo. Las paredes eran blancas al igual que las de su habitación, con muebles negros a juego. Un armario, un escritorio perfectamente ordenado, un sofá, una TV plasma en la pared y una gran cama... en donde su vecino se encontraba sentado y revisando su celular. No había decoración, de seguro por el poco tiempo que llevaba allí.

Yuanfen 缘份Donde viven las historias. Descúbrelo ahora