Relatos homoeróticos.
Yuan (缘) o yuanfen (缘份) es un concepto chino que significa el principio que define esos amores que nacieron predestinados.
En el uso común, el término se puede definir como "personas con un amor predestinado".
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Unos cálidos labios sobre unos fríos. Ambos se sobresaltaron por la diferencia de temperaturas, pero no se separaron.
El vampiro sujetó una delicada cintura y atrajo más a la dulce presa que lo tenía loco desde hace tiempo. El rubio pasó los brazos alrededor de su cuello y se dejó devorar, con los latidos a mil, queriendo seguir con el juego por toda la noche.
Se separaron con un chasquido y se observaron durante unos pocos segundos, uno más fascinado que el otro.
Jensen sonrió y soltó una risa: el ojiazul no estaba sonrojado, los ojos no le brillaban ni su respiración estaba agitada. Como estudiante de medicina, aquello le sorprendía, a pesar de ya saber que el cuerpo de un ser así funcionaría diferente.
Y Aleksandr, oh, él ya estaba metido hasta la coronilla.
Los latidos de Jensen él los escuchaba como una banda de percusionistas alocados y podía ver la sangre haciendo efectos en él: labios rojos, mejillas rosadas y ojos llorosos. Pero lo mejor de todo, era la calidez de su cuerpo.
—¿Vas a seguir? —Preguntó el rubio.
—Ah, sí. Si tú quieres...
Jensen no esperó más, se trepó en Alek y enredó las piernas en su cintura. El mayor podía sostenerlo sin problemas, para él no pesaba más que un pequeño gatito, que puso sin problemas sobre la cama. Lo que sí le hacía perder el equilibrio eran los besos ardientes, su olor metálico.
Que Dios cuidara a Jensen de las cosas que su instinto clamaba hacerle.
—Mhm, esto se me hace un poco raro —comentó el vampiro, depositando suavemente a su presa sobre la cama y quedando encima.
—Yo soy quien debería decir eso. —Jensen parecía emocionado, más que caliente.
—¿No me tienes miedo?
La presale dedicó una sonrisa ladina.
¿Quiénintimida a quién?
—Me provocas muchas cosas —dijo, tomando la mano del ojiazul y depositando un beso en la palma—. Pero nada de miedo. Mierda, eres frío.
—Uh, sí, lo siento...
—Venga, quítate la ropa, quiero verte.
Aleksandr parpadeó, pero se sacó la camiseta y dejó que el chico pasara sus suaves manos por su torso. El toque se volvió más profesional, en el sentido menos erótico de la palabra, un par de dedos estuvieron después sobre su yugular y una oreja pegada al corazón, que no latía desde hace mucho.
—Pensé que... —Jensen se detuvo—. Nada. Eres hermoso, Alek.
El vampiro sintió algo tirando en su estómago, o creyó hacerlo. Jensen le provocaba este tipo de sensaciones.