Relatos homoeróticos.
Yuan (缘) o yuanfen (缘份) es un concepto chino que significa el principio que define esos amores que nacieron predestinados.
En el uso común, el término se puede definir como "personas con un amor predestinado".
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Él y el rubio no eran amigos, ni siquiera habían cruzado una palabra antes. Pero cada vez que se miraban, sus ojos quedaban pegados por una firme mirada de complicidad; veía al otro chico morderse las mejillas para evitar sonreír. Alek no iba a decir nada acerca del walkman que tenía guardado por ahí, tampoco del rápido beso en los labios que le vio darle al chico que se lo trajo a escondidas; pero si alguien más lo descubría, tampoco iba a defenderlo.
"Los maricones usan el servicio militar como excusa para poder estar con otros hombres, tienes que tener cuidado con ellos" le había dicho su padre, muy seriamente.
Alek sabía que Jensen era uno de esos maricones. Sus gestos y maniobras eran más delicados que los de los hombres normales, lo intentaba ocultar siendo brusco y malhablado, pero a veces era demasiado obvio.
¿Debería molestarle? Pero, Jensen no ha intentado hacer nada con él. ¿Y si se lo dice a alguien?
¿Para qué?
Jensen era un chico divertido, siempre tenía algo ingenioso para decir y el basquet se le daba muy bien. Su compañía es agradable, a pesar de que nunca se han hablado directamente.
No lo han hecho porque... Alek piensa, y no encuentra una razón. Cuando está cerca del rubio, se siente idiota y no puede pronunciar una palabra. Por el otro lado, Jensen parece evitarlo.
Por alguna razón, siente que es mejor así.
Hoy por la mañana, mientras limpiaba el pasillo, escuchó una voz desde la ventana de una de las aulas. Jensen estaba pasando un trapo por las sillas cubiertas de tiza mientras tarareaba una canción. Por más que agudizaba el oído, no conseguía captar una palabra, la melodía tampoco le sonaba.
Su voz era como un terciopelo acariciándole la oreja, más grave de lo que pensaba que podía ser. Se alejó de ahí sin entender por qué su corazón latía tan rápido.
Ya en la noche, poco antes de que se apagaran las luces y cuando sus compañeros estaban cepillándose los dientes afuera, alguien corrió la cortina de su litera y saltó a su cama.
—¿Qué...? —La frase quedó a medio camino cuando vio ese cabello rubio despeinado.
—Shhh, no digas nada. —Jensen escuchó a alguien asomarse, rápidamente entró bajo las sábanas.
—¿Alek? —Un compañero corrió la cortina—. Ah, aquí estás.
—¡En un minuto apago las luces, Dios no quiera que los escuche hablando! —El guardia gritó, poco después, todo fue oscuro.
Una cabellera rubia se asomó, con ojos sigilosos y mejillas rojas. Jensen dormía en el otro pabellón, tuvo que haber venido corriendo para llegar hasta aquí antes de que lo cerraran todo.
—¿Qué haces aquí? —Alek preguntó en un susurro—. Van a castigarte.
—No si no dices nada. Mira. —El rubio sacó de debajo de su camiseta su walkman y unos auriculares—. Pasan buena música en la radio en la madrugada.