Treinta y uno.

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«Capítulo treinta y uno.»

Gabriela.

No había pasado ni una semana que me di cuenta de cuanto necesitaba a Valentín, me la había pasado dos días llorando y no dormía casi por pensar en como estará él, tampoco iba a la escuela, y mi celular lo tenía apagado porque las llamadas de Mauro no me dejaban de molestar.

No, no estaba enojada con él, solamente necesitaba pensar que era lo que sentía en este momento.

Creo que fue al tercer o cuarto día, cuando me di cuenta de que lo necesitaba mucho a Valentín y está vez iba a arreglar las cosas, era mala idea lo que tenía en mente, pero si así no me escuchaba, nunca me iba a escuchar, además de que mi cerebro no funcionaba demasiado bien después de tres porros y casi media botella de vodka. Eso explicaba porque ahora estaba en su patio, viendo por su ventana las luces prendidas de su pieza.

No sabía si esto iba a funcionar o no, pero no me importaba, quería hablar con él.

Largue un suspiró y pensé que sería mejor opción, si subir por esa escalera toda vieja y rota, con peligro de que muera en el intento, o si subir por el árbol que estaba en frente de su habitación. Claramente decidí la segunda. Me acerqué al árbol y empecé a treparlo.

Tenía miedo de caerme y no poder solucionar nada, porque se me movía todo a mi alrededor, pero tampoco me importo mucho cuado recordé a Valen, y su sonrisita hermosa, quería volver a tenerlo cerca y lo iba a hacer.

Con todo el cuidado del mundo trepe el árbol y me reí ganadora cuando me di cuenta de que ya estaba en frente en la ventana, estire mi brazo para abrirla y festeje internamente porque ya estaba un poco abierta.

Metí una pierna y cuando me sostuve de sus cortinas, pude meter mi otra pierna, pero las cortinas se calleron, y yo también, me di la cara contra el piso, puteé por lo bajo y después de un salto me pare por si entraba Valentín. Me escondi atrás de la puerta mientras masajeaba la parte afectada por la caida, que vendría a ser toda mi horrible cara.

Dejé de pensar y todo el dolor de fue a la mierda cuando vi que la puerta se abrió, cubriendo mi cuerpo, y después se volvía a cerrar.

Y cuándo lo vi a Valentín, con una toalla al rededor de su cintura y el pelo mojado, dejando ver ese abdomen que me encantaba, mi corazón latio aun más fuerte y rápido.

Lo observé, él distraído sentado en la cama, y yo memorizandome cada detalle de su cara.

Volví a la realidad cuando me di cuenta de que tenía que arreglar las cosas con él. Estaba sentado en el borde de su cama, mirando al piso, pero de repente levantó la mirada y se fijó en las cortinas, que yo se las había tirado.

Mierda, no pensé en eso.

— ¿Qué pas...—No lo dejé terminar de pensar, cuando corrí hasta él y me tiré encima suyo, tirandolo en la cama y yo cayendome con todo mi cuerpo arriba de él.—¡Ah mierda! ¡Salí, salí, salí!—Empezó a gritar mientras trataba de sacarme.

— Eu...—Traté de calmarlo, pero el estaba muy asustado pidiendo ayuda.

— ¡Ayuda! ¡Mamá!—Gritaba, abrí los ojos grandes y enseguida le tape la boca mientras repetía un "shh".

Su respiración se fue calmando a medida que me veía y ahora ya no estaba más asustado, aunque podía ver en sus ojos lo confundido que estaba.

— ¿Te calmaste? ¿Ya está?—Pregunté sacando lentamente mis manos de su boca y mirándolo a los ojos.

Dios, había extrañado tanto esos ojos azules.

— ¿Qué haces acá Gabi? Me asustaste mucho.—Habló largando un suspiro, le sonreí y sin controlarme dejé un beso en su frente, cerró los ojos un momento y después los abrió, con las mejillas rojitas.

Virgen ; WosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora