Treinta y cuatro.

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«Capítulo treinta y cuatro.»

Gabriela.

— ¿Sabes cocinar?—Pregunté haciendo puchero y mirandolo desde la puerta de la cocina, apartó la mirada de la tele para mirarme.

Sonrió y se paró para acercarse a mi.

— ¿Queres que cocine?—Preguntó subiendo las cejas, negué con la cabeza y lo agarré de la mano para que me siga.

— No, ayudame.—Pedí sacando las cosas de las bolsas, hizo caso y me empezó a indicar como tenía que hacer una masa de pizza.

— Necesitas más harina.—Habló girando los ojos, lo miré cansada y él sonrió inocente.

— Le estoy poniendo más harina como hace medía hora ¿Qué flasheas?—Pregunté indignada, bajé mi vista a mis manos metidas en la masa, todavía seguía estando pegajosa.

— Bueno no te enojes.—Largó un risita y yo giré los ojos.

¿Justo ahora se tenía que reir así? Para que yo me desconcentre por su hermosa sonrisa.

— Es que no se te tiene que pegar en la mano, por eso necesitas mas harina.—Explicó, largue un quejido y lo miré.—¿Queres cambiar un ratito?—Preguntó, él estaba haciendo el tuco para ponerle.

— Si.—Susurre como una nena, alejandome de la masa enojada, mirando como Valen se lavaba las manos y empezaba a amasar él.

Los músculos de sus brazos se tensaban cuando le pegaba a la masa, un mechón de su pelo caía por su frente y haciendo un movimiento con su cabeza lo volvía a sacar.

Lo quedé mirando, con una sonrisa tonta en mi cara, su ceño levemente fruncido y como mordia su labio entretenido.

Sacudi mi cabeza así lo dejaba de ver, y para disimular seguí preparando el tuco, cuando ya estaba listo apagué la hornalla y puse música.

— Me quedo así soltero hasta la tumba...—Canté pegandole una patadita en el culo a Valen, haciendo que se giré rápido mirándome divertido.

— ¿Qué me pegas?—Preguntó haciendose el ofendido, me hundi de hombros y empecé a bailar la cumbia que sonaba de fondo, mientras el reía.

Cuando se dio vuelta otra vez para seguir con la masa, le volví a pegar en el culo riendo un poco.

— Ahora si...—Susurró y cuándo se giró me tiró harina en la cara, empecé a escupir ya que me había entrado casi toda en la boca.

Y ahora el se reía, mordi mi labio y caminé hasta el paquete de harina, metí mi mano y saqué un puñado.

— No, Gabi... estamos a mano.—Pidió camiando para atrás y poniendo sus manos en frente de su cara, me reí y negué con la cabeza.—Tengo una remera negra.—Habló y yo paré de caminar.

Lo miré de arriba a abajo y sonreí, es verdad, esta todo de negro, hasta sus jeans y vans son negras.

— Bueno, no te voy a tirar.—Hablé para que salga de atrás de la isla de la cocina, en realidad si lo iba a hacer.

— ¿Lo decís en serio?—Preguntó descubriendose la cara con el repasador que tenía, asenti con la cabeza y me hice la que sacudia mi ropa.—Gracias...—Sonrió saliendo de su escondite.

Cuando estuvo cerca mío y sonrió, le tiré la harina en la cara mientras me reía a carcajadas.

Abrió la boca sorprendido, me miró y después su ropa.

— ¡Gabriela!—Se quejó sacudiendose todo, menos su cara, que estaba igual de blanca que la mía, y parte de su pelo también había sido afectado por mi ataque.

No se como paso, pero de un momento a otro los dos estabamos jugando a las luchas, yo le tiraba manotones y el se reía mientras los devolvía suavemente. Me tiré arriba de él gritando en modo de ataque y tratando de morderlo.

— ¡Mordidas no, mordidas no!—Pedía riendo y tratando de esquivarse, mordi su mejilla y hombro mientras él gritaba.

Aunque me gustaría morderle otra cosa.

Empezó a sonar una música lenta, y yo me separé feunciendo el ceño al no recordar que la tenía, Valen mientras se limpiaba la mejillas que le había quedado con mi baba. Sonreí y me acerqué a él estirando mis brazos.

— ¿Tregua?—Pedí tirandome arriba de él así lo abrazaba.

— ¿Hasta cuando? ¿Hasta que me vuelvas a morder?—Preguntó riéndose y correspondiendo al abrazó poniendo sus manos en mi cintura, sonreí y me escondi en su cuello, que también tenía un poco de harina.

Pasó un rato, y no se si era él que no se quería separar o era yo, o capaz eramos los dos.

— Bailemos.—Dije y empecé a moverme al rito de la música lenta, él seguía mis pasos y aún así en esta posición cerré mis ojos oliendo su perfume.

Nos moviamos lentamente, y yo trataba de pegarme mas a él para sentir su calor, pero eso no era posible, ya estabamos pegados, hundi mi cara en su cuello y empecé a dejar besos, eran pocos y cortitos porque sabía que si no me controlaba iba a dejarle muchos chupones en su piel.

Fui dejando un camino de besos hasta subir a su mentón, donde deje dos más, él tenía cerrando los ojos y la boca entreabierta, poniendome tonta como siempre.

Estampe mis labios con los suyos, moviendolos desesperadamente, él enseguida me lo siguió, moviendo igual de desesperado que yo. Mis manos hacían presión en su nuca para poder sentirlo mejor, sus manos se mantenían en mi cintura apretandola más a él.

Nos separamos por falta de aire, abrí los ojos y sonreí.

— ¿No era que estaba castigado?—Preguntó después de mirarme, asentí con la cabeza y volví dejarle un beso, aunque no podía porque ese era el castigo, había hecho trampa en un juego de la play y como consecuencia le dije eso.

— Si, pero no puedo vivir sin tus besos.—Hablé haciendo puchero, era verdad, no soportaba estar con él y no llenarlo de besos, sonrió y acercó sus labios otra vez a mi, para besarme otra vez.

Sus manos bajaron lentamente a mis muslos, dándole un apretón a mi culo de pasada, me subió arriba de él y caminó hasta sentarme en la isla de la cocina. Pasé mis manos por debajo de su remera y pasé mis uñas por su espalda, causando que él intensifique el beso.

— Hacelo otra vez.—Pidió con la voz ronca, sonreí y lo hice otra vez.

Suspiró y sus manos enseguida volaron a mi culo para apretarlo contra él, subió sus manos por debajo de mi remera, tocando mi piel y poniéndome mas mojada de lo que ya estaba, desaborcho mi corpiño por debajo de la remera.

Sonreí al darme cuenta de que ya no le daba tanta vergüenza como antes.

— Solo te esperé a vos.—Habló mirándome a los ojos, causando que cono siempre mi corazón vaya rápido ante sus palabras, entendía que lo decía por la pela que habíamos tenido hace poco y eso me encantaba.

Lo besé otra vez, él paso su lengua por mi boca y yo solo pude pensar en lo bien que chapaba ahora.

— Gabi...—Susurró, lo miré y acaricie su pelo, con esa carita de bebé inocente que tiene.

— ¿Qué Valen?

Sonrió y me miró.

— Te amo.—Susurró por último, no podía creer lo hermoso que era y lo loca que me tenía, mi corazón siempre se volvía loco por él, y esta vez no fue la excepción.

— Yo también Valentín.














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vengo a dejarle este capítulo porogna y m voy, besitos ;)

Virgen ; WosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora