Capitulo 7: Confesiones de una noche de Verano

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Capítulo 7

Confesiones de una noche de verano.

     En la Roca del Rey Tiifu y Kion estaban reposando en las piedras de descanso de las leonas. Con un poco de esfuerzo, se habían trasladado hacia esa zona.

     La verdad es que a Kion ya le estaba pareciendo tortuoso estar todos los días acostado, sin hacer nada y sin poder estar con su equipo. Aunque no mentiría, le agradaba pasar ese tiempo con su incondicional compañera, pero aun así le hubiese gustado estar en otras condiciones.

- ¿Cuántos días llevas en esta condición, Kion? Ya van como 6, ¿no? – dijo Tiifu intentando armar una conversación. En cierta forma, la caída y la llegada de Kovu a la manada, habían hecho a Kion un poco menos comunicativo.

- Solo van 5, Tiifu, pero me siento bien. Creo que esto de que los leones del pasado me ayuden, está dando resultado. ¿Qué es una Guardia del León sin su miembro más fiero? – dijo acomodándose un poco por sí mismo, lo cual sorprendió un poco a su novia.

- ¿Tú? ¿Fiero? JAJAJA, eso sí es un buen chiste... Kion, tu eres el león que da menos temor en las praderas. – dijo su futura mirándolo con una sonrisa tierna en los ojos.

- ¡Oye! Me ofendes... tu deberías tener miedo, quizá utilice el rugido contra ti. – dijo amenazantemente, siendo toda una broma, al fin y al cabo, no podía ser cruel con su amiga; ella no tenía culpa alguna.

- Oh, sí, que miedo me da eso. Vamos, Kion; sabemos que no puedes utilizar el rugido para el mal. Así que lo único que te queda es vencerme mano a mano y, creo, que no podrás moverte muy bien. No sé, solo digo. – comentó Tiifu poniendo su pata sobre el pecho de su compañero mientras lo observaba con una sonrisa pícara en su rostro, la cual hacia resaltar sus bellas esmeraldas.

- Jaj, eso crees, ¿eh? – se rio mientras que, con cuidado propio y ajeno, tomaba la pata de su leoncita y la jalaba contra él, haciendo que callera sobre sí mismo. Ante este momento, el mismo, rodó sobre su compañera y se posicionó sobre ella, viéndola a los ojos.

- Hey, ¿no era que estabas herido de muerte hasta hace un rato? – preguntó como media queja, media broma la leona color crema. La verdad es que, como a Kion, no le molestaba la presencia de su compañero, pero, ciertamente, deseaba volver a su ritmo de vida cotidiano; y con Kion en la condición en la que estaba, eso no era posible.

- Ya te dije, los leones del pasado hacen su aporte, también. – dijo mientras se recostaba sobre el pecho de su querida.

- Bueno, quizá pudieran hacer un pequeño aporte más y sacarte de arriba de mí. Estás algo pesado, Kion. – dijo con un hilillo de voz fingido, haciendo alusión a la falta de aire. Ante este pedido, Kion rio de la fingida voz de su amiga y la observó seriamente.

- No lo sé, creo que mis fuerzas no dan para levantarme, aún. Creo que necesitare un pequeño apoyo espiritual... - dijo de forma alusiva Kion, mirando hacia ningún punto en específico.

- Oh, sí. Deja que llamo a Rafiki y él te dará todo el apoyo espiritual que necesitas... creo que con una sesión de estiramientos te alcanzará. – dijo pensando mientras observaba la reacción de su compañero.

- ¡Oh, no! ¡Cualquier cosa menos eso! – aclaró Kion viéndola con susto y sorpresa. – Yo decía algo más personal, no sé, algo como un beso... ¿Eh? ¿Qué dices? ¿Le darías a un pobre convaleciente, como tu novio, un beso? – solicitó tiernamente, acercando su cara a la propia de su interlocutora.

- No, no le daría un beso a "un pobre convaleciente"; yo solo le daría un beso a "MI pobre convaleciente" y a nadie más. – dijo y selló la conversación con un tierno y lento lengüetazo a SU CONVALECIENTE.

El Rey León: Una HistoriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora