Capítulo 12: Buenas malas noticias

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Capítulo 12

Buenas malas noticias

     Ya estaban hartos, 5 intentos frustrados de búsqueda, había que considerarlos un récord.

- ¡Ya está! ¡Ya basta! – la frustración y la ansiedad estaban tomando lugar en las mentes de todos, pero Kion ya no aguantaba más; había perdido a su pareja y a su hermana, y no las encontraban. - ¡Ono! – llamó al ave. – Sal y haz un recorrido hacia el este; busca esa guarida y ve si puedes encontrarlas; no vuelvas sin noticias. – ordenó mordaz, Kion, al miembro alado de su guardia.

- Sí-sí, Kion – asintió trastabillando y tomando vuelo hacia el este, mientras que el aludido se daba vuelta gruñendo y murmurando.

- Oye, Kion... - llamó sutilmente la atención del león, Fuli, mientras esta se dirigía hacia el mismo que se había recostado de espaldas al grupo, mirando una de las paredes de la cueva. - ... me parece que fuiste algo (demasiado) duro con Ono; él no tiene la culpa de esto, ni nosotros la tenemos, la culpa la tiene Zira. Todo el mundo está preocupado... - dijo poniendo una de sus patas sobre el pecho del joven. - ... pero no podemos ser malos entre nosotros, ¿entiendes? – continuó la joven chita.

- Si, Fuli, entiendo; pero no... - respondió ante las palabras de su amiga. - ... además de Zira, parte de la culpa la tengo yo. – agregó, dejando desconcertada a la chita. – Tendría que estar alerta, tendría que haber visto u oído, u olido algo... tendría que haberlo sabido; tendría que... - con cada palabra se tensaba más y más, pero Fuli lo detuvo.

- ¡Basta! – ordenó mirándolo por sobre la cabeza. – "Tendría, tendría, tendría..." tampoco eres un dios como para poder hacer todo; por eso tienes un equipo que te apoya, por eso nos tienes a nosotros, tus amigos. – le espetó, angustiada y enojada, mientras pasaba por encima de él para encararlo. – No eres invencible, ni ninguno de nosotros, por eso hay que estar unidos; en las buenas y en las malas mucho más, ¿está bien? – le dijo con una sonrisa que pocas veces le daba... una sonrisa que le hacía recordar que hablaba con alguien muy comprensiva y muy querible; que hablaba con alguien con la que no podía tener una discusión seria en malos términos.

- Bien, Fuli. – contestó sonriendo. – Gracias, por todo. – se elevó unos centímetros para refregar su cabeza con la de su moteada amiga.

- De nada, Kion. Para eso estamos los amigos... Y para darte algún que otro golpe cuando te pasas. – aceptó el gesto de su... hermano de otra especie y contestó bromeando, para despejar el ambiente nuevamente.

     Pasaron el resto de la mañana en paz, la paz que les podía ofrecer las tierras de Zira, y la tarde llegó rápido y, conjuntamente, las noticias en forma de Ono.

- Tengo unas buenas malas noticias. – dijo, recuperando el aliento. – Malas porque no las encontré, pero buenas porque ellos tampoco ¡JAJA! Al parecer lograron escaparse de alguna forma. Están desesperados buscándolas. – rio mientras señalaba hacia el este. – Además, hacia el este encontré la selva que dicen Kovu y Vitani, y más allá hay otro reino. Entre el oasis y el reino hay comunicación, porque hay huellas que salen y entran de las tierras de Zira. – terminó de aportar los datos, pero luego miró a Kion, preocupado. – Y disculpa, Kion... sé que no eran las noticias que esperabas, pero no he encontrado más nada. – admitió cabizbajo.

- Ono, no te disculpes... - suspiró el joven líder de la Guardia. - ... el que debe disculparse soy yo, y no solo contigo... con todos. – tomó asiento de frente a todos para que lo vieran claramente. – Me comporté como un idiota, no controlé mis sentimientos e incluso amenacé a Ono... lo amenacé. ¡Qué imbécil! – admitió ahora, cabizbajo, el joven león de pelaje dorado. – Lo lamento mucho, chicos, no quise ser malo. Espero me sepan entender. – dijo dándose la vuelta para encarar nuevamente la pared de la cueva.

El Rey León: Una HistoriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora