Epílogo

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Epílogo

 Regreso a ese lugar

      La mañana de un nuevo día llegaba ya, desde hacia varios meses que Kiara solo pensaba en su amado esposo y en la promesa que, aunque la creyera probable, la veía cada vez mas distante. 

     Ese día no tenia nada especial por hacer. Su hermano estaba desde la noche anterior desaparecido, pero ya no era raro; lo hacia cada tantas noches junto con Tiifu. Ese pequeño pícaro. Zuri estaba muy ocupada tratando de que Huzuni captara sus indirectas muy directas. Hacia casi un mes que Zuri había decidido hablar con él en otros términos. El pobre se hacia el confundido, pero Kiara bien sabia que quería que Zuri se desesperara por una respuesta. 

     Así que, dados los hechos, decidió que la mejor manera de liberar la cabeza sería dando un paseo por las praderas. Esperaba no encontrarse con sus padres "cazando" ya que, luego de que conociera el verdadero significado que ellos le daban a esa actividad, le resultaba vergonzoso y asqueroso verlos. Pero parece cosa del destino; una vez que sabes una cosa, no tardas en encontrarte con "esa" cosa y no solo una, sino dos, tres... varias veces. Solo rezaba a Aiheu de que eso no pasara, no hoy.

     Hoy se sentía especialmente triste, melancólica, con ganas de llorar hasta que la luna saliera; pero, a su vez, sentía cierta chispa que no sentía hacia tiempo. Una chispa de esperanza, de calor interno, de ganas de vivir. Que malas que son las emociones cruzadas. 

     Sin mas, tomo un respiro profundo y salió con dirección al manantial. Caminó por los campos ya algo amarillentos por la sequía típica de cada año. Los pastos desprendían un olor a tierra que inundaba las fosas nasales, sumado a un ruido a la par de sus pasos que, sumado al ruido del viento revoloteando entre las hojas de las acacias, hacían un coro perfecto para tranquilizar la mente de Kiara. Pero, lo que debía tranquilizarse, no era su mente; era su alma, su espíritu, su esencia, su ser... su corazón. Sentía esas ganas de llorar aun, pero la otra sensación le ganaba la pulseada a las lagrimas.

     Llegó al manantial y se sentó a su orilla. No era el manantial que deseaba ver. El que a ella le gustaba rebalsaba de agua y emitía un brillo esplendoroso bajo el abrazador sol de la sabana. Este, en cambio, estaba turbio, casi vacío y con animales aterrorizados viéndola acercarse. Eso no pasaba en épocas de lluvias.

     Decidió beber e irse lo mas rápido posible, no debía asustar a los animales solo por un capricho. Dio unos pocos lengüentazos y, tal como llegó, regresó a su rumbo. 

     Caminó y caminó desde el manantial hasta el borde de las montañas nevadas, ya no tan nevadas, que desde su casa se veían pequeñas; solamente que eran de todo, menos pequeñas. Recordó una vez que Kion tuvo que acompañar a esos gorilas hasta una de esas simas. El le había contado lo raro que era: todo neblinoso, frío y con muy poco aire. Además de la nieve que adornaba el suelo y que no dejaba patas sin quemar por el frío. 

     Avanzó unos pasos mas hasta que escuchó unos ruidos provenientes desde detrás de unos arbustos. Tomó posición de acecho y continuó su andar hasta el borde de esos arbustos. Lo que vio la dejó perpleja, pero no vio mucho hasta que escuchó un rugido del dúo que se encontraba detrás de esos arbustos, proferido al unisono.

- Ay... Kio... Kion... que lindo.... que lindo que... que estuvo. - comentaba la leona que estaba recostada sobre su espalda al costado de su hermano, mientras buscaba aire entre jadeos.

- Ufff... Tii. Estuvo... HERMOSO. - profirió un grito Kion que hizo a ambos reir y darse un mimo. 

     Ahora entendía todo y no logró concentrarse mas en su sigilo. Saltó de su escondite e hizo diez mil arcadas hasta que la encontraron.

- ¿Kiara? - preguntó Tiifu, ignorante de lo que había pasado

- ¿Que haces aquí? - preguntó Kion, saliendo por detrás de su pareja. - Oh... no. No, no, no... - dijo nervioso mientras caminaba de un lado a otro. - ¿Que fue lo que viste? - preguntó el león mientras Tiifu caía en cuenta de lo sucedido. "Rayos, eso si le llamo venganza al estilo Kiara" Pensó la leona para sí y no logró sostener la risa.

- Bueno... ya estamos a mano, amiga. Uno a uno. Espero que esto termine así, nunca mas quiero ver eso. Y seguro tu tampoco. - dijo mientras Kiara seguía sin palabras.

- ¡KION! ¿No tenias un lugar mas privado para ir? ¡Estas a la vista del mundo! - exigió saber su hermana mientras se recuperaba del mal momento.

- Oye, me encargué de marcar el lugar para que supieran que estaba aquí. - dijo en su defensa el león.

- Si, pero podías estar haciendo cualquier otra cosa en vez de eso. - contradijo a su hermano.

- Oh, touché. - aceptó el joven macho los argumentos de su querida hermanita fisgona. 

- Bueno, ya...  solo paseaba y escuché sus ruidos. Me acerqué y no vi mucho, pero con eso me alcanzó para toda mi vida. No me bastaba con ver a mamá y papá, ahora tengo su maldita imagen también. Solo falta que Huzuni esté haciendo chanchadas con Zuri por ahí y yo vaya a meterme en el medio. - dijo Kiara retomando su camino con una asquerosa imagen en sus ojos y todavía con los sentimientos entreverados dentro de si. 

     Ya al rato, ese suceso era historia, pero avivó mas su sentimiento de tristeza al ver a la pareja unida. Necesitaba a Kovu y urgente. Caminó, cruzando las praderas en su ancho hasta llegar casi al lugar donde una vez había encontrado a Kovu herido, donde empezó todo esto. Llegó a la charca de la cual sacó agua para despabilarlo después de su desmayo y observó su reflejo. Había poquísima agua, solo podía ver su rostro y poco mas, pero ahí estaba. No tardó mucho cuando algo la sorprendió... otra imagen se reflejaba al otro lado de la charca.

- Te dije que era una promesa de que volvería... - dijo el moreno, trayendo la felicidad al ser de la leona que tenia enfrente. 

..........

FIN

El Rey León: Una HistoriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora