Capítulo 19: Odio

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― ¡Tienes que mover todo tu cuerpo más deprisa! ¡Las alas y la cola son parte de él!

El grito vino acompañado de un fuerte golpe en las alas que logró tirarme al suelo de bruces.

            ― ¡Es lo que intento, maldita sea! ―le grité mientras levantaba la cabeza del suelo.

            ― ¡No es suficiente! ―Y volvió a atacarme. Logré esquivarlo a duras penas envolviendo mi cuerpo con las alas y rodando hacia la izquierda.

            La noche había sido la más incómoda que había pasado en toda mi vida. Aunque ya no reparaba en el hecho de compartir cama, esta vez Jordi sí lo tuvo en cuenta.  Cuando me metí en ella, sin decir nada me dejó sola y se marchó por la puerta donde, al día siguiente, lo descubrí durmiendo en el sillón. Increíble.

            Y por si fuera poco, el maldito Dragón había decidido comportarse de un modo de lo más extraño desde la discusión en el lago. No me había hecho ningún comentario al respecto, no dijo nada cuando me metí en la cama. No había intentado ninguna broma ni me había tomado el pelo. No obstante, no tuve claro que algo grave pasaba hasta que me quité la camisa que llevaba para meterme en la cama y lo vi darse la vuelta y salir por el hueco de la puerta. ¡Sin decir ni un solo comentario! Ni siquiera cuando al día siguiente intenté molestarlo diciéndole que si no era él quien había dicho que en el sillón durmiera yo que la cama era suya. Simplemente se había levantado y había murmurado un ≪ no importa≫ sin mirarme en ningún momento.

            La mañana no había ido a mejor. Me había vestido y habíamos salido los dos hacia un prado muy espacioso. Allí, como él había ordenado, empezaría a aprender a utilizar mi parte dragón para poder defenderme. Eso conllevaba un gran ejercicio tanto mental como corporal, pues todavía me costaba convertirme en dragón por instinto.

            Sin embargo, lo peor no había sido eso. Había aprendido con rapidez a transformar parte de mi cuerpo y utilizarlo como un arma. La cola, por ejemplo, era un látigo perfecto. Sabía utilizar las alas para cubrirme, y podía volar bastante mejor que la primera vez. También me movía con rapidez a pesar del tamaño cuando me convertía en un dragón completo. Pero cuando mi cuerpo era medio humano, mis nuevos apéndices parecían querer independizarse del resto de mi cuerpo. Si yo corría hacia un lado, mi cola seguía el movimiento arrastrándose por el suelo, eso si no se movía con rapidez haciéndome la zancadilla a mí misma. Mis alas parecían querer imitar a mis brazos, así que cuando corría y empezaba a moverlos hacia delante y hacia atrás, estas hacían lo mismo creando un movimiento de lo más extraño. Tendría que aprender a diferenciar entre ala y brazo cuanto antes mejor, sino algún día me sacaría un ojo al querer rascarme con la mano…

            ― ¡Las alas no son de adorno, princesa! ―gritó de nuevo el Dragón mientras me tiraba con una de las suyas hacia un lado.

            Resistiéndome a caer al suelo, apoyé las piernas con fuerza en la arena y mantuve el equilibrio. Ese era otro factor en mi contra. Jordi parecía no querer ser amable. De la noche a la mañana, o de un segundo a otro, se había convertido en el dragón maestro más duro e inflexible que pudieras encontrarte nunca. Y ese dragón en particular… empezaba a cansarme.

            ― ¡Llevamos toda la mañana! ―le grité―. Podríamos tomarnos un pequeño… ―dije a la vez que me envestía con su cola y por poco me cruza la cara. Seguí su trayectoria para ver hacia dónde había ido y fruncí el ceño al ver el agujero en la arena que había creado el impacto. Luego me volví fulminándole con la mirada―… descanso ―finalicé.

            ― El enemigo nunca va a darte ningún pequeño descanso ―murmuró de un modo frío e inflexivo regresando la cola a su sitio rozándome de nuevo la cabeza a la vez que yo me agachaba para evitarla.

La leyenda de San Jordi, el Dragón y la Princesa... ¿O era al revés?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora