Capítulo 20; Corazón de dragón

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            El sol volvía a esconderse detrás de las montañas advirtiéndome que otro día más se terminaba y daba paso a otra noche. El agua bañaba mis piernas sumergidas en el lago y mis manos rozaron la superficie mientras observaba mis palmas con curiosidad. Los cortes que me había hecho al caer por el precipicio ya no estaban, y el golpe en la cabeza había desaparecido por completo.

            Mi reflejo en el agua me dio la oportunidad de ver mis ojos. Las alas a mi espalda se quedaron quietas apoyadas contra el suelo de la orilla del lago y la luz de la luna reflejó mi rostro cual espejo. El gris que envolvía mis ojos había inundado todo mi iris y el dorado se concentraba en la pupila, ahora alargada como la de un lagarto. El contraste de ambos colores me daba un aspecto algo espeluznante, y me recordó que no era humana. Que nunca lo había sido. Que nunca lo sería.

            Las palabras de Jordi retumbaban en mi cabeza una y otra vez mientras escudriñaba mis ojos en busca de algo, cualquier cosa que pudiera reconocer de la princesa, de la joven que un día fui. Sin dragones, sin plantas mortíferas y con un padre cariñoso que estaría dispuesto a todo por verme feliz y viva. Aquel que quiso cambiarse por mí cuando salí elegida. Pero nada había sido real. Los dragones siempre habían formado parte de mi vida; mi madre, Jordi… incluso yo misma.

Mi madre se había convertido en una planta asesina al morir, y mi padre había sido quien la había convertido en el monstruo que era. Nunca había querido que yo fuera feliz, ni siquiera le importaba si vivía o por el contrario moría. Sólo le importaba mamá, sólo quería que ella siguiera existiendo. Y le daba igual cómo hacerlo con tal de lograrlo. Ni siguiera la opinión de mamá era relevante…

            ≪Los dragones no podemos amar…No sabía qué había querido decir exactamente con esas palabras. Si era algo que él creía o algo físico que nos afectaba literalmente. No obstante, por alguna razón, desde que había descubierto lo que era tenía la sensación de que lo que sentía por él estaba mal. Tal vez no fue una gran decisión la que tomé a continuación. Tal vez ni siquiera fue una decisión en sí. No obstante, me levanté de delante del lago y me dirigí a la guarida del dragón a paso ligero.

            Apenas entré y lo descubrí durmiendo en el sillón. Era la primera vez que lo veía con la expresión tranquila. Estaba acurrucado con la cola de dragón sujeta al respaldo manteniéndolo en una posición que no encajaba para nada con el dragón que conocía; con la cabeza apoyada sobre un hombro y el brazo derecho inerte sobre una rodilla flexionada. La tranquilidad de su gesto me transmitió tal ternura que me hizo tomar una decisión desesperada. Me acerqué un poco sin hacer ruido, seguramente debía estar muy cansado porque ni siquiera pareció notar mi presencia. Su respiración seguía acompasada. Sonreí sin poder evitarlo y supe que por mucho que él hubiese dicho que los dragones no podían amar, y aunque no sabía por qué, nada importaba. Tal vez era cierto que no podía amar, tal vez las consecuencias podían ser horribles, pero ya no había nada que hacer.

            Estaba completamente enamorada de él, y por mucho que dijese lo contrario no podía negarlo. Era un dragón, y lo amaba.

            Dirigí una última mirada al lugar para acercarme un segundo a él y depositar un suave beso sobre su cabeza. No llegué a rozarle temiendo que despertara y me detuviese. Gracias a Dios, ni siquiera se movió.

            ― Yo necesito respuestas… ―murmuré con apenas voz―. Pero sé cuando alguien no necesita más preguntas. Siento mucho todo lo que has tenido que pasar por mi culpa…

            Me di la vuelta sin mirar atrás y salí al exterior. Mis pies descalzos empezaron a correr mientras las garras los sustituían. Las alas salieron de golpe de mi espalda, poco después la cola y finalmente todo mi cuerpo se volvió negro como la noche y me transformé por completo antes de llegar al lago. El agua cristalina apenas pudo reflejar la oscura piel, la luna era la única que perfilaba mi silueta en la noche.

La leyenda de San Jordi, el Dragón y la Princesa... ¿O era al revés?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora