AVISO: Este capítulo contiene escenas sexuales explícitas.
Recuerdo que me sentía algo mareada cuando, por fin, abrí los ojos. Había poca luz, pero reconocí el lugar al instante. Estaba tumbada sobre la enorme cama, en la guarida provisional del dragón. Aunque como la cueva había quedado bastante inservible, debería decir única guarida del dragón. Al principio creí que me encontraba sola en la estancia, pues a simple vista la cueva subterránea estaba vacía. No obstante, cuando giré la cabeza hacia la derecha no pude evitar sonreír.
Justo a mi lado, completamente dormido, descansaba Jordi en su forma humana sobre el sillón, el cual había sido trasladado al lado de la cama. Al principio no entendí porque se había quedado allí, pues la cama era suficiente grande como para que él también cupiera en ella, pero luego vi la razón justo debajo de mí. No estaba en forma humana del todo, mis alas seguían allí, totalmente extendidas sobre el colchón. Algunas cicatrices notables lograron hacerme fruncir el ceño. Para que esas cicatrices estuvieran allí, mis alas debían haber sufrido heridas muy profundas, por lo que entendí al instante porque ocupaban toda la cama. El hecho de que Jordi hubiese sido tan considerado como para dejármela para mí sola, por no decir que me había traído hasta allí y luego se había quedado a mi lado, hacía que me entraran ganas de levantarme corriendo y abrazarle con fuerza.
― ¿Ya te has cansado de mirarme? ―murmuró cuando aparté la mirada.
Sus ojos seguían cerrados, pero una pequeña sonrisa de medio lado apareció mientras formulaba esa pregunta que ya había hecho con anterioridad... No hacía tanto de eso a pesar de que pudiera parecerme una eternidad.
― En realidad no. ―Sus ojos se abrieron poco a poco.
Antes de que pudiera decir nada más, intenté incorporarme en la cama. Al mismo tiempo, como si supiera exactamente mis intenciones incluso antes de llevarlas a cabo, Jordi se levantó ágilmente y se apresuró a impedírmelo.
― No te muevas ―dijo con firmeza―. Las heridas todavía no han sanado del todo. Necesitas descansar.
Mis ojos se encontraron con los suyos y mis labios esbozaron una sonrisa. Me moví un poco y sin querer doblé el ala izquierda. El dolor me atravesó el cuerpo como mil cuchillos y apreté los dientes mientras intentaba, sin mucho éxito, reprimir un gemido. Jordi colocó con agilidad un cojín detrás de mi espalda para que pudiera quedarme sentada.
― ¿Lo ves? ―dijo con el ceño fruncido. Yo carraspeé un poco para aclararme la voz y comentar de modo casual.
― Vaya... al final resultará que sí te preocupas por mí...
Una débil sonrisa apareció en sus labios a la vez que terminaba de acomodarme.
― Vaya... ―murmuró imitando mi tono―. Al final resultara que no le tienes tanto miedo a las alturas... ―comentó alzando una ceja inquisitivamente―. Es la segunda vez que he tenido que cogerte al vuelo.
Mis labios se abrieron unos segundos, pero las palabras no salieron. Volví a carraspear. Me notaba la boca demasiado seca. Jordi se levantó con rapidez, y al instante me ofreció un cuenco lleno de agua.
― Llevas horas durmiendo, bebe un poco ―me pidió ofreciéndome el líquido. Yo apuré el agua en cuestión de segundos―. Despacio... ―murmuró retirando el cuenco para depositarlo encima del sillón.
Me quedé sentada unos segundos intentando ordenar mis pensamientos. Todo había ido tan deprisa. Sentía la necesidad de gritar, de correr, de... de volar. Algo que, sin duda, era completamente imposible dado el estado en el que se encontraban mis alas. Las miré unos instantes y una mueca adornó mis labios.
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La leyenda de San Jordi, el Dragón y la Princesa... ¿O era al revés?
RomanceUna Princesa, un dragón y un caballero de brillante armadura. Pero sobre todo, un misterio atado a una leyenda que los unirá para siempre. ― He dicho que no soy culpable de ser un asesino, lo que no quiere decir que no sea culpable de otro tipo de c...