Epílogo

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  Y así termina mi historia. La mía y la del caballero San Jordi…

 Silencio.

            Fruncí el ceño al escuchar sus débiles ronquidos y le propiné un pequeño pero firme puntapié. Sobresaltado, se despertó de golpe.

            ― ¡Qué! ¿Qué ocurre? ―gritó mientras miraba hacia todas partes para detenerse, finalmente, en mí―. ¿Ya has acabado?

            ―Decía… que así termina mi historia, mía y la del caballero San Jordi…

            ― Dragón caballero, si puede ser ―dijo desperezándose. Fruncí el ceño mientras veía a los más jóvenes reír por lo bajo.

            ― Y… si se puede saber… ¿desde cuando estás dormido? ―pregunté cruzándome de brazos. Él esbozó esa dichosa sonrisa suya, con lo cual entendí perfectamente lo que quería decirme.

            ― Bueno, princesa, a estas alturas no creo que haga falta decirte en qué partes he prestado atención…

            Más risas se unieron a las primeras y eso logró terminar con mi paciencia. Me levanté y miré a mi público con el ceño fruncido.

            ― ¡Bueno, y final de la historia! ¡Todo el mundo fuera!

            Uno por uno, sin pasar por alto el refunfuñar de muchos de ellos, fueron abandonando la enorme cueva. Sí. Una cueva muy grande y muy apartada de la actual civilización. Si bien era cierto que viajamos por todos los rincones del mundo, y que conocimos muchísimos otros dragones como nosotros, al final de nuestro viaje siempre se termina volviendo a casa. Mi casa siempre fue MontBlanc, y es allí donde el dragón reside aún. Escondido del mundo, y cercano a él al mismo tiempo.

            Todos los demás dragones se marchaban como cada año el 23 de abril, después de que me reuniera con todos ellos. Dragones de todas las índoles del mundo, amigos que habíamos conocido con los que habíamos compartido millones de aventuras. Y todos los años, cuando la gente celebra San Jordi, nosotros nos reunimos y cuento nuestra historia. La historia del caballero, el dragón y la princesa. Millones de versiones, sin embargo, la mía es mi favorita. Porque es la que he vivido.

            De nuevo solos, como todos los años, Jordi me rodea con sus brazos y besa mi cuello con cariño.

            ― Cada año pones más detalles… No sé si podré dejarte terminar la historia el año que viene… ―murmuró con la voz ronca. Reí por lo bajo y le di un pequeño codazo en las costillas.

            ― ¡Si te has dormido la mayor parte del tiempo!

            ― ¡Oh, pero me he mantenido muy despierto en… ciertos momentos! ―dijo dándome la vuelta sin apartarse de mí.

            Fue justo cuando estaba a punto de besarme cuando una dulce voz nos detuvo.

            ― ¿Ya habéis terminado? ―preguntó una joven desde la puerta―. No sabéis lo que me ha costado entretener a Carl.

            Y solo con decir su nombre, el pequeño de cabellos rubios y ojos grisáceos corrió hacia donde nosotros estábamos y se tiró encima de mí.

            ― ¡Anna es una pesada! ¡Dice que no podía escuchar el cuento! ―gimoteaba cogido a mi pierna como si fuese una garrapata. Yo sonreí y cogí al pequeño en brazos.

            ― Que mala es tu hermanita, eh? ―Él asintió con la cabeza mientras ponía morritos.

            Anna fue mi primera hija. Poco después de irnos, y emprendiendo nuestro viaje, descubrí que estaba embarazada. En realidad lo había estado desde la primera o segunda vez, pero no lo supe hasta semanas más tarde, cuando todo había terminado. Jordi casi le da un infarto cuando se enteró. Y decidimos ponerle Anna, en honor a mi amiga, aquella que ninguno de los dos pudimos salvar…

La joven creció muy deprisa. Se separó de nuestro grupo un par o tres de años con otros dragones que conocimos en nuestras cruzadas, pero nos reencontramos en nuestro hogar al final de nuestro camino. Montblanc siempre será mi hogar. El lugar donde querré volver siempre. Al fin y al cabo, soy el dragón de Montblanc. Un símbolo para todos en el pueblo. O tal vez lo sea Jordi. ¿Quién puede asegurarlo?

            Pocos años atrás, decidimos tener a Carles, o Carl como lo llamaba siempre Anna. Su hermana lo adora, todos lo adoramos. Sobre todo porque el pequeño… nació como un dragón completo. Un hermoso dragón de color azul cielo. Anna se parece más a su padre, por desgracia. Creo que es por eso que discuten tanto. Tiene su físico, y su carácter, pero tiene mis ojos. Nació como una hermosa niña, y no fue hasta los cinco años que adoptó su forma de dragón. Un dragón blanco, un color que no se había visto todavía. Y debo admitir que eso me preocupa un poco.

            ― ¿Qué tal si os vais a la feria medieval? Seguro que podéis pasarlo en grande en el pueblo ―propuso Jordi a Anna. Ella enseguida puso los ojos en blanco, pero cogió a Carles en brazos y murmuró algo para luego marcharse. No sin antes asomarse y lanzar una mirada cargada de reproche.

            ― ¡Me debéis una!

            ― ¡Te quiero! ―grité mientras se alejaba. Algo parecido a un “Sí, claro, ahora.” pareció escucharse antes de que se perdieran de mi vista.

            Jordi me rodeó hasta quedar delante de mí, y besó la punta de mi nariz mientras sonreía. Con una mano me levantó un poco la camisa y acarició el tatuaje del rosal. Este había cambiado con el paso de los años, cada vez había menos rosas. Al principio no lo entendimos, pero luego supimos que cada siglo que pasaba caía una rosa.

            ― Todavía nos quedan muchos años… ¿Vas a seguir repitiendo esta dichosa historia todos ellos? ―dijo con voz apesadumbrada.

            ― ¿Es que no te gusta? ―dije mirándolo con los ojos entornados.

            ― No digo que no me guste, pero la he vivido. Me gusta donde estoy ahora, lo que tengo…

            Yo recorrí su pecho con un dedo, desabrochando los botones de su camisa en el proceso.

            ― Y a mí también… Pero me gusta recordar cómo hemos logrado lo que tenemos. Quería contar lo que realmente es para mí la leyenda de San Jordi.

            ― ¿Y lo has conseguido? ―murmuró empezando a besarme.

Yo sonreí pensando en esa pregunta. Y mientras me perdía en sus besos, un susurró invadió el aire y sonó como un eco para todo aquel que quisiera oírlo.

            ― Tal vez…

           

Fin/ Fi

¡¡Ahora sí que sí! ¡¡¡Fin!!! :D Espero y deseo que os haya gustado!! ^^ Yo he disfrutado escribiendola y compartiéndola con vosotros. Mil gracias a los que la han seguido, leido, comnetado. Como es el último capítulo, quiero agradecerle a Carmen su apoyo total en esta historia, como en muchas otras. En serio, te estoy muy agradecida por todos tus comentarios (con tus deducciones y tus unicornios XD) Por eso quiero dedicarte el epílogo. 

¡¡Besitos, y hasta otra!!

La leyenda de San Jordi, el Dragón y la Princesa... ¿O era al revés?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora