Mi mente se había quedado en blanco. Los ojos abiertos y los labios temblando. Pude notar como el brazo de Jordi, el cual cubría mi cintura con firmeza, se tensaba. Mis ojos no podían apartarse de la figura de mi padre en el centro de la cueva. La planta redujo el cuerpo del general en una maraña de carne envuelta de zarzas y pinchos en cuestión de segundos, y las rosas florecieron con más fervor tiñéndose de sangre. Rosas. Antes blancas, ahora convirtiéndose en hermosas flores rojas. Como en mi sueño.
Vi a mi padre darse la vuelta, y en lugar de centrar la mirada en mí observó a Jordi con atención, decepción y un poco de furia.
― Has incumplido tu promesa, dragón ―dijo su voz solemne creando un eco inquietante.
Jordi se tensó de nuevo y apretó los labios hasta formar una línea. Yo lo miré sin poder reaccionar aún. ¿Qué quería decir con eso?
― Tenía muy claro que vendrías, pero te creía… más caballero. ―Luego se encogió de hombros despreocupado―. Bueno, no importa. Esto sólo te perjudicará a ti.
Pude ver las preguntas acumulándose en los ojos del Dragón, unas que yo también tenía. Aunque estaba claro que él sabía más que yo, y que lo que yo desconocía tenía que ver con aquellos secretos que Jordi había querido ocultarme.
― Usted alimenta a la planta.
Como a veces acostumbraba a hacer, Jordi no lo preguntó. Y yo me sentía incapaz de decir nada. Mi padre… ¿No se suponía que era la víctima? ¿Por qué iba a hacer algo así? ¿Qué tenía la planta para que quisiera alimentarla con personas humanas?
― ¿Sabes? De verdad creía que serías más inteligente y mantendrías a mi hija a salvo como te hice prometer ―dijo chasqueando la lengua y paseándose por la cueva como si fuese su propia casa.
― La he mantenido a salvo ―rugió Jordi con orgullo―. Cumplo mis promesas.
Mi padre miró la mano que rodeaba mi cintura de un modo bastante posesivo y elevó una ceja.
― Al parecer no es lo único que has hecho.
No pude evitar sonrojarme ante lo que mi padre había insinuado. Por el contrario, en lugar de amedrentarse, Jordi me acercó más a él en un gesto protector.
― No creo que sea el más indicado para recriminar nada, su alteza.―ironizó con rencor.
― Bueno, supongo que era previsible. Al fin y al cabo, estáis hechos el uno para el otro ―prosiguió con… ¿desprecio?
Jordi volvió a tensarse y apretó mi cintura con algo más de fuerza. Alcé el rostro hacia él intentando entender algo, pero sus ojos seguían fijos en mi padre. Cuando me volví a mirar al frente, mi padre se había acercado a la planta y esta se había posado cuidadosamente sobre sus hombros. El rosal había pasado de ser una maquina devora-gente a una dulce y tierna planta inofensiva.
― Nunca pensé que fuerais vos ―dijo Jordi con desprecio―. Es su pueblo, usted debe cuidar de su seguridad… ― La voz de Jordi destilaba pura rabia ―. Sólo una pregunta… ―Entonces me apartó un poco poniéndome detrás de él mientras se enfrentaba a mi padre―. ¿Si no llego a recoger a su hija, también la habría matado?
En esos instantes mi padre pareció enfurecerse. Apartó la planta con cuidado y se acercó un poco más al dragón.
― ¡Jamás habría puesto en peligro a mi hija! ― gritó mi padre ―. ¡Nunca ha corrido peligro!
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La leyenda de San Jordi, el Dragón y la Princesa... ¿O era al revés?
RomansaUna Princesa, un dragón y un caballero de brillante armadura. Pero sobre todo, un misterio atado a una leyenda que los unirá para siempre. ― He dicho que no soy culpable de ser un asesino, lo que no quiere decir que no sea culpable de otro tipo de c...