No tengo ni la menor idea de si es de día, de noche o está amaneciendo o atardeciendo, pero sé algo con certeza; tengo mucho sueño.
El pergamino viejo ha resultado ser un mapa de mi pueblo con anotaciones explícitas de los últimos meses. Exactamente los meses que el "dragón" llevaba atemorizando a mi pueblo. Las anotaciones eran sobre las víctimas recientes. Resulta que las ovejas y el ganado, en realidad, si fue culpa del dragoncito aquí presente, pero las víctimas de los pueblos vecinos y las recientes de mi pueblo, ya son otro asunto.
Hay una X en la zapatería, por Anna. Otra en la herrería, por Carles. Y otras cinco más. Dos de ellas sé que son los otros dos elegidos. Arnau, un hombre algo mayor que vivía con un niño pequeño, y Raquel, una mujer joven que se habría casado una semana después si no hubiese sido elegida. Recuerdo muy bien ese día porque no pude evitar que las lágrimas resbalaran por mis mejillas al ver cómo su futuro esposo suplicaba por su vida a cambio de la suya.
― Desapareció "misteriosamente" después de que entregaran a su prometida ―me informó Jordi―. Estuve vigilando de cerca, pero una noche salió de casa y no regresó.
Evidentemente, todo el pueblo sabía que había desaparecido, pero creímos que el lugar le traía demasiados recuerdos de su casi mujer y que por eso se había ido. Algunos lo tacharon de cobarde, otros creían que tal vez había optado por el suicidio. Yo preferí no pensar nada. Sin embargo, ahora no podía evitar sacar mis propias conclusiones...
― ¿Crees que podría... habérselo llevado? ―pregunté con miedo. Nicolau, el prometido de Raquel, era una de las X que había en el mapa. Por lo que no pude evitar pensar que tenía mucho que ver con lo que estábamos intentando averiguar.
― Es posible. Por eso lo apunté ―dijo mientras señalaba un pequeño apunte en una lengua que no conocía.
― ¿Qué son estos escritos? ―pregunté curiosa. Él me miró un segundo para luego volver a tocar con cariño las letras impresas en el mapa.
― Es griego ―dijo con suavidad―. Mi lengua materna.
Debo decir que ese dato me sorprendió muchísimo. ¿Era... medio griego?
― Así que... griego, ¿eh? ―dije apoyando mi mano encima de la barbilla mientras le miraba con curiosidad.
― Mi padre era de estas tierras. Pero le gustaba mucho viajar y le apasionaban los dragones. En realidad, los cazaba ― No pude evitar mirarle con atención a los ojos, esos ojos dorados tan bonitos que habían conseguido hipnotizarme.
― ¿Entonces... tu madre era el dragón? ―pregunté asombrada, él sólo sonrió―. ¿Cómo se conocieron? ―Jordi suspiró y miró el mapa como si fuese lo más interesante del mundo.
― Mi padre fue a Grecia a cazar dragones. Allí había una gran colonia y quería uno para él, para domesticarlo (o intentarlo al menos) y poderlo tener como aliado.
― Y acabó casándose con uno. ―puntualicé con una pequeña risa irónica.
―Nunca se casaron, en realidad ―me rectificó mirándome a los ojos―. Mi madre era preciosa, cabellos oscuros como la noche y ojos dorados como el más puro de los oros. Y mi padre no pudo evitar enamorarse de ella. Pero nadie en su sano juicio aceptaría algo así. Mi madre tuvo problemas al tenerme a mí, porque era medio humano. Y murió unos años después de nacer yo.
― ¿Y tu padre se quedó contigo? ―Jordi me miró con tristeza y asintió con la cabeza.
― Me enseñó todo lo que un hombre tiene que saber... Pero a los quince años tuve que marcharme. No controlaba mi forma de dragón, y hacia daño a la gente que tenía alrededor. Mi padre era un caballero, y yo era... un monstruo. No quería que su reputación se viera manchada por mi culpa. ―Entonces lo detuve un momento al comprender lo que me estaba contando.
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La leyenda de San Jordi, el Dragón y la Princesa... ¿O era al revés?
RomanceUna Princesa, un dragón y un caballero de brillante armadura. Pero sobre todo, un misterio atado a una leyenda que los unirá para siempre. ― He dicho que no soy culpable de ser un asesino, lo que no quiere decir que no sea culpable de otro tipo de c...