Capítulo 2

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Te gusta alguien que no te puede corresponder porque el amor no correspondido puede sobrevivir de cualquier manera mientras que el amor una vez correspondido no puede.

Camila salió del armario del conserje sigilosamente, tratando de no llamar la atención. Así era como lo hacía, llevaba a cualquier chico que le interesaba –y por interés, ella se refiere a lujuria y
deseo- y le llevaba a cualquier sitio pequeño que tenían cerca, y le dejaba usar su cuerpo.

Era el pequeño no tan secreto hábito que la chica tenía, y se odiaba cada minuto por ello.

Odiaba la manera en la que la tocaban; odiaba la manera en la que la usaban con sus dedos ásperos. Odiaba cómo se sentía al abrir su cuerpo a chicos de los que ni siquiera sabía sus nombres. Ella odiaba las miradas sin sentido que le daban mientras le daban las gracias y se iban, subiéndose las cremalleras, y con eso, el orgullo de Camila.

Pero ninguna de esas cosas odiaba más.

Lo que más odiaba era a ella misma.

A lo mejor si él no hubiera pensado en lo fácil que sería usarla, ella no habría tenido este hábito.

Eso era cierto. A lo mejor, si ella se lo hubiese quitado de encima, diciéndole “no, no, no” como la buena chica que supuestamente es, ella no tendría este hábito.

A lo mejor si hubiese sido más lista, no tendría este hábito.

Pero ahora, saliendo del armario del conserje, limpiándose la boca con una servilleta que había encontrado en el suelo, hizo que se diese cuenta de que necesitaba este hábito.

Daba igual cómo de asqueroso fuese o cómo de ridículamente menospreciada era, pero lo
necesitaba.

Ella lo necesitaba para sentir que no podía y no iba a morir de vergüenza por lo que él la hizo pasar.

Incluso poniendo su boca en los suficientes chicos cada día como para hacer un equipo de fútbol, era menos vergonzoso que dejar a un chico que la tocase sin ella querer que la tocase porque ella sabía dos cosas:
El podía, y Ella no podía pararle. Dando mamadas gratis y distribuyendo sus órganos sexuales, la hacía sentirse mejor que recordar cómo le había permitido que la tocara.

Su hábito le recordó que estaba bien decir que sí, y nunca está bien decir que no. Y eso es lo que la ayudaba a dormir por la noche.

Ella no dijo que no aquella noche, ella debió hacerlo, pero no lo hizo. Y por aquella noche, ahora ella tenía un asqueroso, asqueroso hábito que la acabaría matando pronto.

Lauren tenía razón.

Ella era una puta.

Estaba escrito en las caras de todas esas personas que pasaban por delante. Camila podía ser tan reservada como ella quería ser; la gente sabía dónde estaba, qué estaba haciendo, pero no sabían
por qué.

Ellos no sabían que la salvó de una manera enferma, retorcida. No sabían que estaba desesperada por deshacerse de la sensación de malestar, de los sentimientos enfermos que la poseían por las chicas de la manera que debería de pasar con los chicos. Ella no debería sentirse atraída por las chicas, mucho menos por Lauren Jauregui.

Lauren la odiaba más de lo que Camila se odiaba a si misma, lo que ya decía algo.

Camila haría algo por cambiar eso.

Había algo en Lauren que la intrigaba, la hacía querer explorar qué podría ser posible entre dos chicas adolescentes, una demasiado popular, y otra demasiado putilla.

Había algo eminente ahí, algo necesario al menos para encontrar, daba igual lo difícil que fuera. Camila quería hacer cosas con Lauren que no buscaba en los chicos que la seducían. Ella quería tocar a Lauren de manera inocente, de manera libre –suave, con caricias cuidadosas que las llevarían a las dos en una dirección que nadie más podía.

Y todos aquellos deseos y necesidades por Lauren Jauregui, tenían a Camila cagada de miedo.

Sabía desde el principio – chicas y chicos tienen que estar juntos. No chicas y chicas. Lo había aprendido de su madre, de su padre, abuelos, y amigos de la iglesia donde ya no iba diariamente.

Sentía que esos sentimientos por Lauren eran un pecado, y aunque no fuese a la iglesia, aunque entregase su cuerpo libremente a cualquier hombre, ella no estaría ni podría estar con otra mujer.

Era inaceptable, socialmente peor que ninguna otra cosa que Camila pudiera hacer.

Esto nos lleva a dos conclusiones:
Camila Cabello era una puta porque sabía que con el sexo encontraba paz por un error cometido hace años.
Camila Cabello era una puta por encontrar paz sabiendo que no era “homosexual”- o en términos latentes, “un maricón”.

Estas dos cosas era ciertas, y existían en las palabras de Camila como una barrera para lo que el sexo podía o no significar.

HÁBITO - CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora